Avanzadas aústriacas en la frontera Italiana. Las Grandes Horas La Mesura. Traducido por “REVISTA MEXICANA.” Una de nuestras características, la principal quizá, ha sido siempre la mesura; Habrá podido sucedemos que, como pueblo, en el curso de la historia, de la misma manera que puede acontecer a cada uno de nosotros en momentos de turbación individual, hayamos faltado más de una vez a esta mesura que parece inseparable de nuestra conducta, y haber faltado tan gravemente que se haya podido creer que la habíamos perdido para siembre. No, nada de eso. No son sino accidentes humanos, espinas de la misma cualidad." Quién es aquel que sabe el número de recaídas necesario para la conservación y el coronamiento de una virtud? A pesar de todo, hemos guardado nuestra mesura y podemos estar orgullosos de ella. Sin tributarnos, en efecto, elogios que no irían de acuerdo con el don de moderación citado, tenemos derecho para encontrar admirable el que, dotados de una vivacidad superlativa p^ra sentir, no salvemos sin ■embargo, casi jamás, los limites. Esta virtud, en tiempos ordinarios, se habia manifestado ya, al curso y medida de múltiples circunstancias; pero podemos decir hoy, que la guerra la ha coordinado y la ha exaltado hasta su perfección. Desde hace año y medio, venga lo que nos viniera, no nos hemos despojado de esta serenidad con la que hemos resuelto demostrar, de un extremo a otro de la terrible prueba, que somos dueños de nosotros mismos. . ¡A cuántas sacudi das, sin embargo, fueron sometidos nuestros nervios tensos! No hay uno en todos los órdenes de ideas, en todos los géneros y matices de las emociones, que no hayamos tenido, que no hayamos sufrido. Nada, de 'todo lo que es capaz de quebrantar al más sólido temperamento nacional, nos ha sido perdonado! El destino, para otorgarnos un mérito mayor, nos ha acosado más. A pesar de todo, hemos permanecido inmunes. No solamente ha triunfado nuestra ecuanimidad de todos los reveses, sino que se ha templado, se ha fortalecido bájo los golpes, a tal punto, que ia experiencia, después de habernos endurecido en la escuela de la lentitud y de la tristeza, nos . halla hoy maduros para acoger a la ale-