generoso, y lloraba en silencio. Pronto, sin embargo, volvían a disiparse los nubladdS, y comprendía que, aun en el orden moral, debía echar sobre sí las penas del prójimo. Desde enda! Nada de cuanto otras veces encantaba a su corazón. La que jamás había exhalado una queja y tanto había trabajado poAali-viar la miseria de los demás, halló entonces despiadado el cielo, y no tuvo la virtud de congratularse de la dicha de la otra madre a quien ella había librado de este dolor espantoso. Luego que anduvo a tientas largo tiempo; mucho después, en la noche de las dudas, la reina quedóse por fin dormida. De pronto le pareció que se abria la puerta de su alcoba; que entraba su hijo radiante de felicidad: que se sentaba al borde de su cama; que con su manecita levantaba la losa de plomo que pesaba sobre su pecho: que le comunicaba la alegría en un hálito que despedía el aroma de la violeta, y que le' decía con vez armoniosa: ■ v —¡Madre mía, no llores más! ¡Me has hecho más dichoso que hubiera podido ser. aquí abajo, a pesar de tu amor entrañable! ¿.No me has abierto el ciclo? ¡A él he podido volver sin dolor y sin pecado, gracias a tu sacrificio, madre mia! ¡No llores más! Yo estoy siempre a tu lado. Cometiste una piadosa falta cuando creiste podrías aliviar todos los dolores del mundo. Y has tenido que expiarla, encorvada sobre el polvo. La tierra es tal como Dios la quiere: una cantera,^un hornillo, un crisol, el paso brevísimo de una existencia a otra, más perfecta a medida de lo que hayamos depurado nuestro espíritu sobre la tierra. ¡Paciencia, madre mia! La hora de la libertad suena, y ni un momento dejaré de asistirte, iluminándote con mi luz y alentándote con mi fuerza. ¡ Fácil te será hallar siempre consuelo, porque crees en una vida futura, porque estás convencida de que nos espera a todos! |La muerte no^existe! No es ésta sino un renacimiento y ¡madre mía, si supieses cuán hermoso es, lo esperarías radiante de gozo, y no suspirarías más! La pobreza, la enfermedad, la injusticia y la lucha son necesarias; todo ello sirve para purificarse y ayudarse y apiadarse mutuamente. Así son felices cuantos van con toda sus fuétzas en socorro de los desgraciados^ y les ofrecen todo cuanto pueden darles; pero convertir la tierra en paraíso, eso ninguno ni puede ni debe hacerlo; porque la tierra es un obrador que se llama en el concepto humano “infierno o purgatorio.” Despertó la reina entonces, y volvió a reinar la paz en su corazón. Podia nuevamente hacer bien, alegrarse, pero curar___no. No lo deseó más; vivía en una dicha apacible, y a su alrededor derramaba la tranquilidad. CARMEN SILVA.