EL HEROE ÚEL DIA " -j El Mariscal Mackenzen conversando con el hijo mayor del Príncipe de la Corona" de7 Alemania. Las Inconstantes LA OLA. Al á viene la ola, la pérfida la hija caprichosa del viejo- ebrio: se estremece, es frágil como la nube, nerviosa como su hermana, la mujer. Yiene rizada ,_con su blanca blonda de espumas, cantando la canción"3éT náufrago, y bromeando y riendo, se tiende negligentemente sobre la plj^ ya y besa la arena; pero el anciano, hecho de sal se enfurece y la llama con su voz ronca; ella atemorizada, se retira melancólicamente y se aleja suspirando hacia otras playas, mientras que el viejo gruñe y siente celos. Allá va la ola. la pérfida, ’a caprichosa hija del viejo ebrio: ya olvidó la orilla que besó al nacer el día. Se oculta el sol, y e la sigue su mar^ cha, bromeando y riendo, con sus cadencias melodiosas relampagueando plata, a otra costa de cerros muy verdes, donde hay caracoles, conchas, grandes peñas, moluscos que duermen. LA NUBE. Se despereza voluptuosamente bajo la arcada del misterio: ella ha creado el país de los sueños: es la encargada de hacer variar el panorama místico; creó las sombras, y creó el amor; es la etérea errante, la bohemia mágica, forma el alba, se mancha de carmín, se envuelve en peplos de oro luminoso, se tiñe de rubio------Es un velo de novia, luego una flecha, un león, un haz de espigas, un deste-1 o una corona de laureles, un manto funerario; y se pierde, lejos, muy lejos, vaporosa, pálida, para aparecer en otras regiones salpicadas de luz, sangrienta, tormetnosa. vestida de ne-gio. Reina del aire: tú fecundas la madre tierra tú adornas el traje blan-có~deTa^Aüfora, "tú traes la alegoría a la leyenda bíblica que formó el cielo y divinizó el color azul: tú eres sagrada porqi e vives en la altura, tú eres diosa porque eres adorada: pero eres variable, eres deleznable. Simbolizas lo iedal eres la ironía. - LA MUJER. Hermosura y nervios, be’leza. desdén orgullo. Eres Irágil, porque te enamoras de un perfume, de una flor, de una piel teñida. Eres frágil, porque tus cabellos ondulan a merced del viento, porque tus ojos jamás descanzan, porque tu vaho es la brisa del pudor convertida en voluputuosidad. el mareo de t na virginidad fogosa, la huel’a silenciosa del misterio. El amor es tu hoguera:- allí te incendias. El amor es tu altar: allí está tu cáliz. E^ amor es tu crepúsculo: allí están tus esplendores y tus sombras. Tú vives del recuerdo: eres la frívola adorable, la nodriza divina que reparte la ambrosía y da el brebaje a los profanos dél santo himeneo. Tú purificas o corrompes; tú ha ces ablución en los ritos misteriosos del dolor o caes sensual abrazada del vicio en los mudos santuarios del placer. Eres ángel, eres estatua, eres esfinge. LA MUCHEDUMBRE. La carne^ hecha mármol, ja masa inconciente e histérica; un ronquido de beodo que acompaña las pantomimas de un payaso glorificando lo jaque ayer despreció. La entusiasma la voz potente de un tribuno o el sonido seco de un cuerno; se embriaga con la música y con la pólvora; es un tejido enorme de nervios excitados por la impresión del momento, dominados por la mueca exagerada de un saltim-hanco. Destroza por un símbolo, arroja incienso y flores ante la espuma criminal de un lago de sangre. Desaparece la idea de humanidad ante un personalismo pasajero. Es un titán que se convierte en niño. La animación de la fiebre, la voluntad en el decaimiento de las grandes crisis el vértigo enervante de ¡as agrípaciones; y después, nada, decepción; caen los falsos ídolos, y la misma masa que los elevó se alza poderosa para aplastarlos. Es la ola humana: tiene la ironía de la nube y los caprichos de la mujer, PEDRO CESAR DOMINICI.