360 LA voz ploracion de voluntad mas bien que no de un precepto. La suspension con que después de todo esto manifiesta la Virgen que medita prudente el negocio, la pregunta que hace al recoger datos que aseguren su decision, ponen en la última evidencia que Dios la consulta libre y no la obliga Soberano. Por elección propia y libre de la primera muger, pereció el género humana, y era muy conforme al orden que por la espontanea elección de otra se salvase. Aquella abusando de su libre albedrio, esténdió su mano 6 quebrantar un precepto, y por eso mereció atraer sobre si y sobre toda su descendencia, como la atrajo, la maldición del Eterno. Esta, usando de su libertad, se somete á la insinuación que de parte de Dios se le hace, y aunque esta insinuación es de una cosa insinuada, aunque encierra misterios incomprensibles, aunque es para ella una cosa inaudita, cree, y creyendo obedece, y obedeciendo restaura las pérdidas que causó la primera madre del mundo. Así se hace bienaventurada y nos beatifica. Así pone el colmo á su virtud sobrehumana, y nos enseña el camino por donde podemos llegar á adquirir la que puede y debe perfeccionar nuestra naturaleza; asi se une del modo mas intimo con Dios, y nos demuestra el medio de entrar en sociedad con él. Es dichosa por la elección que Dios ha hecho de ella para el destino mas alto que ha podido ni puede ver el mundo; pero es mas dichosa todavía porque ha merecido esta elección. El Verbo Eterno se une en sus entrañas á nuestra carne; ella le concibe verdadera, real y completamente, aunque siendo, y sin dejar de ser virgen; pero ¿habría merecido ser escogida a tanta dignidad, si antes no hubiese concebido en su espíritu por fé, y espresado ó parido con obras que la caridad animaba a este mismo Verbo, reparador y santificador? Jesucristo dijo después que eran mas bienaventurados los que oyen la palabra de Dios y la guardan, que lo fuera el vientre que lo concibió, por el solo hecho de haberlo concebido. Pero en esto nos da á entender que si Maria fué elevada á una dignidad sin igual, se vió también adornada de una virtud sin semejante. Dios dispone sus criaturas de un modo análogo á los fines á que las destina, y de ahí el que la designada Madre de su Hijo, fuese preservada del contagio de la común culpa; de ahí el que su razon convertida desde su primera aurora á Dios creciese en conocimientos como un Querubín, y su voluntad ardiese en mas amor que los Serafines; de ahí, en fin, el que se consagrase toda por un voto á su Hacedor, al paso que suspiraba porque acabase de venir el que había de reparar al mundo. Pero ¿cuán lejos la tendría su humildad del pensamiento de que podría ser ella la elegida para que en sus entrañas se vistiese de nuestra carne, el que habia de reparar á toda carne? ¡Oh! esta humildad gigante la haria creer que era indigna de servir á la mortal dichosa que Dios llamase á tan alto encargo, y precisamente esta creencia fué la que mas contribuyó á que esta elección recayese sobre ella. No obstante la Anunciación debia sorprenderla tanto cuanto menos presumía y esperaba ser el sugeto á quien se hiciese; por eso al ver á San Gabriel radiante de luz y de gloria expavescit se asustó; no porque le causase novedad la vista de los espíritus con la que podemos suponerla familiarizar, sino porque el insólito resplandor la haria presumir algún acontecimiento de marea. Y ¿quién sabe si su espíritu, tan profundamente humilde, como abundantemente lleno de gracias, se reputaría dentro de sí mismo por indigno del gran favor que Dios la hacia eligiéndola para arca de nuevo testamento, y de la