I Historia de un peso falso. (*) Parecía bueno! ¡Limpio, muy acepilladito, con su águila a guisa de alfiler y caminando siempre por el lado ale cara el muy bellaco y el que sólo de vista lo hubiera conocí-car el nmy bellaco y el que sólo de vista lo hubiera conocido. no hubiera vacilado en fiarle cuatro pesetas. Pero_________ crean ustedes en las canas blancas y la plata que brilla! Aquel peso era un peso teñido; su cabello era castaño, de cobre, y él, por coqueteriá, porque le XVI, se lo había empolvado. Por supuesto que era de pobrecitos pesos siempre son ran mucha lástima, y de buen casa, es decir, la casa de ellos, el bolsillo de mi chaleco está vvcio, desamueblado, lleno de aire y por eso no puedo recibirlos. Cuando alguno me cae procuro colocarlo en alguna cantina, en úria tienda," en la -contaduría de un teatro; pero hoy están las colocaciones por las nubes y casi siempre se queda en la calle el pobre peso. No pasó lo mismo, sin embargo, con aquel de la buena facha, de la sonrisa bonachona y del águila que parecía de verdad. Yo no sé en dónde me lo dieron; pero si estoy cierto de cuál es la casa de comercio en donde tuve la fortuna de colocarlo. gracias al buen corazón y a la mala vista del respetable comerciante cuyo nombre callo por no ofender la cristiaitTmo-destia de tan excelente sujeto, y por aquello de que hasta la mano izquierda debe ignorar el bien que hizo la derecha. " Ello es que. Como up beneficio no se pierde nunca, y como Dios recompensa a los caritativos, el generoso padre putativo de mi peso falso.no tardó en hallar a-otro caballero que con-sintiera en hacerse cargo de la-criatura. Cuentan las malas lenguas que este rasgo filantrópico no fué del todo puro; parece que el nuevo protector de mi peso—y téngase entendido que . el comerciante a quien yo encomendé la crianza y educación dél pobre expósito, era un can-tinern—no se dió cuenta exacta de que iba a hacer una obra de misericordia, en razón de que repetidas libaciones habían oscurecido un tanto cuanto su vista y entorpecido su tacto. Pero sea porque aquel hombre poseia un noble corazón, sea porque el coñac predispone a la benevo- dijeran:—Es usted .muy Luis padres desconocidos. ¡ Estos expósitos! A mi me inspi-grado los recogería: pero mi bre-recibió el peso falso, no con los brazos tendiéndole billete de a viole cuatro tre esos Cuatro, como amigo pobre en compañía deckps, iba mi" pesó. Pero" ¡ vean ustedes cómo los i pobres somos buenos y cómo Dios nos ha adornado con la vir tud de los perros: la fidelidad! Los cuatro capitalistas. Id's cuatro pesos de plata, los aristócratas, siguieron de parranda. abiertos.- pero si la diestra. Dió un cinco duros, devol-el cantinero, y en- ¡Es indudable que la aristocracia está muy corrompida! Este. se quedó en una cantina; ese. en la Concordia, aquel en la contaduría del teatro-----¡Sólo el pe=-o falso, el pobre- tón, el de la Clase media, el que no era centavo ni tampoco persona decente,-siguió acompañando a su generoso protector, como Cordeli-T acompañó a! rey Lear. En la Concordia fue donde lo conocieron; allí le echaron en cara su pobreza y no le quisieron fiar ni servir nada. La única moneda buena se escapó entonces con el mozo—no es nuevo que una señorita bien nacida se fugue con algún picnhe de cocina—y allí quedó el pobre peso, el que no tenia ni tin real, pero si un corazón que no estaba todavía metalizado, acompañado al amparador de su orfandad en la tristeza, en el abandono, en la miseria________¡Lo mismo que Cordelia al lado del rey Lear! ”1 ¡De veras enternecen estos pesos falsos! Mientras los ' llamados buenos, los "de alta alcurnia, los nacidos en la opulenta casa de moneda, llevan mala vida y van pasando de mano en mano como los periodistas venales, como los po-___________________________ Uticos tránsfugas, como las mu- — jeres coquetas: mientras estos viciosos . impenitentes trasnochan — en las fondas, compran la virtud " de las doncellas y desdeñan al me nesteroso para irse con los ricos, ] el peso falso busca al pobre y no lo abandona, a pesar del mal tra to que éste le da siempre: no sale, se está en su casa encerra,-dito; no compra nada y espera como sólo premio, de virtudes tan excelsas, el martirio, la" ingratitud del hombre: ser aprehendido, en fin de cuentas, por el gendarme sin entrañas o morir clavado en la madera de algún mostrador, como murió San Di- ■ mas en la cruz. ¡Pobres pesos falsos! A mi me parten el al-----ma—cuando, los—veo en—manos— de otros. El de mi cuento, sin embargo, había empezado bien su vi-j '