Página 10 LA ESPERANZA 8 de Noviembre de 1953 Revolución sin redención no eleva al obrero: CARDENAL SALIEGE TOULOUSE, Francia. — El cardenal arzobispo de Toulouse Jules Saliege ha dado normas fundamentales para el apostolado entre los obreros, para aconsejar que al paso que se le liberta de la explotación, es preciso enseñarle el Evangelio. Libertarlo primero, como dicen muchos católicos, incluso sacerdotes, y después hablarle de religión, es “táctica que descansa en un error doctrinar*. El ilustre prelado francés habló así a los sacerdotes reunidos en ejercicios espirituales en su arquidiócesis; días después publicada el texto de la conferencia el periódico Semana Católica, de esta ciudad. “El proletariado quiere crear un mundo nuevo... donde la explotación del hombre por el hombre habrá terminado (mas) pretende construirlo al márgen de todo concurso sobrenatural, al margen de la luz revelada”. Este error* que ha contaminado a muchos católicos, ignora que “el sentido de la historia humana es el de preparar la venida del reino de Dios", dice el cardenal. w “Todo el hombre, es decir, el hombre en su integridad, tiene una vocación divina”, agrega; no puede haber revolución sin redención, porque la religión no está al margen de la vida, sino que la impulsa y anima. Perfeccionar a la Creación, y perfeccionarse a sí mismo, tal es el orden establecido para el hombre desde el primer capítulo del Génesis, y a los sacerdotes corresponde enseñar constantemente sta verdad, dejando a los cristianos la elección de los medios. “La Iglesia no ha cesado de recomendar a los seglares que deben interesarse en una acción eficaz en lo económico, lo social, lo político, lo internacional (pues) el cristiano debe trabajar en el plano temporal para mejorar la suerte de sus prójimos... En una palabra, el seglar no debe perder de vista el sentido cristiano de la historia*'. Empero, una vida redentora no puede ser tal sino participando en el misterio de la Cruz, siendo, como dise San Pablo, mortificada y mortificante. Luego lanzó una advertencia al clero: “Por legítimo que sea para el sacerdote el deseo de tomar contacto con todos los medios, y en particular con las masas de laicos perdidas para la Iglesia, el sacerdote no debe olvidar que el estilo de una existencia sacerdotal no podrá jamás identificarse completamente con el estilo de las existencias del seglar. Así que la misión redentora debe ocupar en la vida del sacerdote, incluso del sacerdote obrero, el puesto primordial”. En Francia particularmente ha florecido un grupo de sacerdotes que hacen de las fábricas su parroquia, y conviven y trabajan con los obreros. La Santa Sede ha permitido un máximo de noventa, entre tanto se prueba la eficacia de este apostolado. El cardenal Saliege señala que el mundo obrero, al compartir la pobreza, los bajos salarios, el paro y la inseguridad, ha desarrollado un sentido de fraternidad con conciencia y voluntad de crear un mundo nuevo y de promover el mejoramiento de las masas. En esta lucha, incluso el cristiano puede perder el sentido de la importancia soberana de los valores espirituales. Recuérdese, dice, que “una humanidad liberada de todas las miserias sociales, seguiría siendo una miseria integral, la del pecado”. Más tarde el prelado francés repasa la diversa actitud de muchos críticos de la Iglesia. Unos ven con desagrado que la Iglesia trate de promover un orden social más justo y más humano; otros por el contrario, creen que la Iglesia debe aliarse con regímenes pasados. Unos y otros olvidan que el mensaje que la Iglesia transmite y la vida que propaga no son jamás solidarios de un régimen político ni de un orden social determinado. “Levantada sobre los cimientos de los Apóstoles, la Iglesia, bajo la dirección del Espíritu Santo, ha desarrollado el dogma, la liturgia, la moral cristiana, las instituciones... Es la Iglesia quien nos libra, y nos enseña, y nos comenta el Evangelio de Jesús”. En una advertencia contra quienes contempoo rizan con el comunismo, y que incluso fomentan “un movimiento de acogida al marxismo en# el seno del catolicismo”, el cardenal Saliege destruye su excusa. Estos gerifaltes, dice, invocan que Santo Tomás de Aquino aceptó a Aristóteles. “Ciertamente, pero después de haberle convertido, depurado, después de haber suprimido su veneno pagano. No ha convertido el cristianismo a Aristóteles, sino Aristóteles al cristianismo”. “Pero estos seudoteólogos no parece hasta aquí que hayan logrado convertir al marxismo, suprimir su veneno, su ateísmo fundamental”. Cuando advierte a los sacerdotes que convi-