31	LA VIOLETA.
POB^Í^.
¿Comprendéis lo que puede expresarse con solo esa palabra? !Poesía! pronunciadla un? vez más, y vereh que cada vez la encontráis más amable más tierna y divina, que está com puesta de notas melodiosas, de cadenciosos suspiros y lágrimas, de sonrizas; una sola palabra puede encerrar emosiones tan -opuestas: ¿poesía! palabra divinisada con la sublime es-presión del sentimiento noble, primera melodía formada por carmíneos labios de querube, insondable océano de ternura infinita.
¿Habéis visto, por ventura, una madre acariciando á sus pequeñue-los, á un hijo prodigando solícitos cuidados ásus padres? entonces sabéis lo que es poesía. Si lloráis, reis y habéis sentido estremecerse hasta las últimas fibras del corazón bajo distintas emosiones al oir los acordes armoniosos de la música; habréis sentido la poesía plegar diáfanas y cariñosas álas sobre vuestros corazones, y ¿habéis visto como asoma Apolo su rubia cabellera en el oriente tiñendo de un suave rogizo el azulado firmamento: ¡habéis contemplado como abren las flores sus tiernos capullos á los primeros rayos del astro luminoso: recoger con tierna melancolía las lágrimas ardientes de la aurora y doblegarse luego á las caricias del viento: habéis oido entre los bosques un arroyuelo murmurador jugueteando con las flores que crecen á sus orillas; poned atención por un momento á ese suave murmullo y mil alagadores pensamientos traerá á nuestra mente.
Al admirar el día y desaparecer los sublimes rayos del sol para dejar el paso á los macilentos y pálidos de la luna, ¿no habéis sentido entristecerse vuestra alma como si no bas-
tando su estrecha pris ón á contener sus sentimientos, y encontrando otra alma que los comprenda, quisiera escaparse, cruzar las celestes regio -nes y perderse en el espacio: habréis comprendido lo que es poesía. Y'o me lo forjo en mi fantasía en las álas del viento, y suspiros de la brisa, en las sombras de los bosques y lejanas montañas, en los rayos de la luna; en donde quiera que estoy veo como una fantástica visión que se presenta á mis ojos como la virgen de mis dorados ensueños entre nubes de gaza vaporosa, á una mujer de riza dos cabellos de oro cayendo graciosamente sobre sus espaldas, cuya blancura solo es comparable con la de la nieve; su lánguida mirada refleja la serena languidez del azulado ciclo, su andar es leve y magestuo-so, y su traje vaporoso es color de rosa pálido. La he visto unas veces sonriente, voluble y caprichosa, otras tan pálida y triste, que parece impo-siblc que sea la mishia, y sin embargo lo es porque en todo hay poesía, y esa mujer es sin duda la rima que la esparse en toda la naturaleza, el emblema de la poesía.........
He oido decir que hay una época de la vida que llega más ó menos tarde en que el corozón agoviado bajo el peso de crueles sufrimientos se hace insensible, indiferente y que entonces. . . . ya no hay poesía para él.... ¡ Ha! es cierto que ese corazón ya casi no se dará cuenta de lo que pasa á su alrededor; pero allí está la poesía bajo su forma más sublime, allí sentada bajo el ataúd que encierra el corozón helado, cuyo sudario es la mano glacial con que ha sido acariciado, en el que se ven esparcidas las marchitadas flores de sus muertas ilusiones.... Allí está la poesía lánguida, enlutada, pálida llorosa, porque con su aliento no puede ya volver la vida á un corazón que tanto amó y que ¡tanto la com-