Deuda de Gloria El joven literato don David Alberto Cosío, acaba de presentar en la ciudad de Monterrey una comedia intitulada “Deuda de Gloria” que fue recibida por el público con aplauso franco y sincero. La obra de Cosío, se resiente de algunos defectos; pero denuncia un decidido temperamento y una gran facilidad de diálogo, que al perfeccionarse, puede producir opimos frutos para nuestra literatura dramática. Nosotros reproducimos con todo gusto, el siguiente diálogo de “Deuda de Gloria" y deseamos que el joven autor mire en su primer éxito, el principio de una serie larguísima de pugnas, muchísimo más encarnizadas de las que hasta hoy lo han conmovido. El primer éxito no es sino la clarinada inicial de un gran combate. Esperamos que él tenga la suficiente voluntad para seguir adelante, hasta obtener en cortos y felices años, una definitiva consagración. * ♦ * Formoso se dispone a salir, en los momentos en que Gustavo Borda aparece por la izquierda. Llega éste un poco nervioso y casi tropieza con el Capitán, quien al reconocerlo, le hace una cortesía. Gustavo.—Don Lauro del Campo...... Formoso.—(Con exagerada galantería). Su hija, caballero..... Gustavo.—Gracias. (A Formoso). Rosa Carmen.—¡Gustavo!.....(Trémula). Formoso.—Aquí estorbo... (Retirándose por la izquierda) Gustavo.—Rosa Carmen....¡quien es ese? Rosa Carmen.—El Comandante de la guarnición. ¡Un pobre hombre!.. .. Cíustavo,—Lo parece.. .pero.. .don Lauro'¿está, aquí?... Rosa Carmen.—¡Se atreve Ud... .Gustavo?.... Gustavo.—Perdóneme, Rosa Carmen, tengo que hacerlo; por eso me atreví a llegar hasta aquí, así, sin más preámbulos.... Rosa Carmen.—¿Luego insiste Ud. en ver a mi padre?.. Gustavo.—Tal como se lo dije antes cuando salía de la parroquia, en aquel lugar apartado que nunca olvidaré... Rosa Carmen.—Aun estoy nerviosa, aun tiemblo, Gustavo; temo que el cochero haya maliciado algo.... Gustavo.—Eso corre de mi cuenta. Rosa Carmen.—¿Qué va Ud. a hacer?.... Gustavo.—Lo compraré. Rosa Carmen.—Aquí, en el campo, no se compra a nadie, Gustavo; en la ciudad, todos se venden: los criados y los amos; pero, aquí no sucede lo mismo; ese hombre que ama y respeta a mi padre, no se venderá; además, esto tiene que saberse, si Ud. insiste en hablar con mi padre.... Gustavo.—Hablaré, si, Rosa Carmen, hablaré. ¿Qué no ve Ud. que en esa entrevista se halla interesado el nombre de Lauro, y no sólo esc, sino que dejaré satisfecha la última voluntad de mi padre?.... ., Rosa Carmen.—¡Cómo! ¿Viene Ud. por mandato de su padre?.... ;Esa entrevista es peligrosa. Gustavo! Bien sabe Ud. el origen de las desavenencias de don Joaquín Borda con mi padre; bien sabe que éste se niega a tratar asuntos que le son bien dolorosos.. ... Gustavo.—Dolorosos y todo, son necesarios.. .necesarios * para él; necesarios para nosotros...» Rosa Carmen.—Vamos. Gustavo, convénzase Ud., al fin, Q de que todo entre nosotros se hace imposible. El destino implacable y caprichoso, se opone a todo. El pasado indestructible y amenazante, es una injuria a nuestras esperanzas; ni yo ni U<1., tenemos la fuerza para destruirlo. Gustavo.—¿Porqué nó?..... Rosa Carmen.—¿Qué es lo que pretende Ud? ¿convencer a mi padre de que nuestro enlace es factible? Eso nó. Necesitaba Ud. convencerme primero. ¡Bah! Todo pasó. ¡Locuras de colegiales! Ni Ud.. ni yo. nos detuvimos a profundizar un poco nuestros corazones, y sobre todo, nuestras conciencias., y algo más viejo y más hondo... .nuestra historia! Gustavo.—El amor no profundiza, eleva! Rosa Carmen.—Y ¿aquello, Ud. cree que fue amor?.... Gustavo.—Amor pasional, nó; honda simpatía, tal vez... Rosa Carmen.—Y....es curioso....a pesar de todo se acabó..... Gustavo.—Ud. es la misma, y parece otra, Rosa Carmen. Rosa Carmen.—No; soy otra, y parezco la misma, Gustavo. Gustavo.—¿Qué quiere Ud. decir?.... Rosa Carmen.—Que de aquellos días en que Ud. rondaba mi colegio, con el libro bajo el brazo, a estos en que se atreve Ud. a venir hasta la casa de mi padre, han caído ocho largos inviernos, en los que, como en todos éstos, el frío marchita flores que en nosotros fueron ensueños; espolvorea nieve que es desencanto; tiende tupidos neblinales que es olvido.... La vé Ud., ya vé Ud. como soy la misma colegiala, romántica y soñadora...y sin embargo.. .¡soy otra! Gustavo.—Ya lo veo, ya veo que es Ud. la misma de entonces... .la misma desdeñosa de siempre! Para Ud. fué en los últimos ocho años, frío de nieve, desencanto j,' olvido, lo que fuera para mi, ansiedad, esperanza y memoria viva!.... Rosa Carmen.—¡Bah! Déjese Ud. ya de eso, Gustavo. Vuélvase a la capital, en donde su público lo espera y lo ama. Gustavo.—Es cierto; allá, donde me esperan y me aman, que aquí.... Rosa Catmen.—¡Qué sabe Ud. Gustavo! (Cariñosa, convenciéndolo). Ande, váyase a su teatro....a vivir todas las noches un nuevo drama; a llorar lágrimas fingidas; a estrujarse de amor o de rabia, cada día en nuevos brazos; a violentar el gesto; a retorcer el sentimiento; a falsear la voz; a fingir el ademán; a hartarse de aplausos y de gloria, que no está bien que se robe a sus amigos y a sus triunfos, para venir a enamorar a una lugareña, sin méritos y sin nombre.... Gustavo.—¡Sin nombre! Y ¿el limpio nombre de su familia? Y ¿el nombre glorioso de su padre?.... Rosa Carmen.—(Con marcada tristeza). Su padre de Ud. se encargó de destruirlo. Gustavo.—Aunque asi fuera; aquí estoy para reivindicarla. Rosa aCrmen.—¿Reivindicarlo? ¡Qué locura!.... Gustavo.—A eso vengo. Rosa Carmen.—¿Qué dice Ud?..... Gustavo.—Que a pagar a don Lauro su deuda de gloria he venido. Rosa Carmen.—No le entiendo a Ud., Gustavo. $