,wood y luchar hasta formarse un nombre 'y abrazar una carrera. Tal determinación escandalizó al ingeniero Guerrero, chapado a la antigua, educado en la vieja creencia de que una mujer do Cine es inferior a una de sociedad. Su misma madre, que cumplió siempre con resignación los caprichos juveniles de la muchacha, se opuso a lo que ellas creía una locura. Y hubiesen triunfa-j do los consejos y las catilínarias de sus padres, de no haber surgido en aquel tiem-1 po un concurso artístico, patrocinado por Alejandro Pantages y por un diario en es-í pañol editado en aquella quieta ciudad del I Pacífico: el "Hispano Americano”. Entre las muchachas de San Diego, el concurso vino a provocar un gran alboroto. Señoritas de las mejores familias in-gresaron al certamen, y este detalle, junto con la confianza de que aquéllo sería, al fin de cuentas, una locura pasajera, hizo a los padres de Carmen consentir en su . ingreso a las filas de aspirantes. El resultado del concurso lo fue adverso: ocupó solamente un segundo lugar, yendo a ganar i los honores del primero María Urías, joven 1 hija de un jurfsconsulto mexicano, y quien 1 ahora ha abandonado para siempre las ain-bidones cinematográficas. Eso sucedía a fines de 192G. Contra todo lo que los padres de Carmen esperaban, la derrota no apagó sus ambiciones, sino muy al contrario. Desde aquella fecha se le puso entre ceja y ceja • venir a Hollywood, y a principios de 1927 emprendía el viaje acompañada de su madre, resuelta a todo antes de retroceder. Y ya veremos en las líneas siguientes cuán firme era su determinación. Í UN MAR POBLADO DE TIBURONES Al llegar a Los Angeles, la señora de Montemayor no tenía más amigo que un । periodista mexicano, quien siempre se In-। teresó por ella, y tenía ciertas relaciones ( entre los elementos cinematográficos de la । ciudad encantada. Su primera visita fué para él. Quiero que me presentes—le dijo— con alguien que pueda ayudarme en esta f empresa. No l)usco lucro, ni tengo la pretcnsión de ser estrella de la noche a la »naña?i.a. Estoy dispuesta a todo... —Es que hay muchos escollos en el camino. ... —No me importa. Y con la misma firmeza de determina-cií i que la hizo años atrás casarse con un hombre cuando no era ella misma más que una niña, emprendió la lucha en el medio : más ingrato que se conoce, en un mar poblado de tiburones. Todavía recuerdo el primero de sus reveses, que hizo vacilar un tanto lo que ella misma creía una firme, una férrea resolución. Una tarde llegó a verme, todavía despeinada, los ojos encendidos por Ja cólera y el llanto, las mejillas ardientes 1 de rubor. —Decididamente—me dijo—me vuelvo a casa, ¡antes que “eso” prefiero lavar platos toda mi vida! —¿Qué es lo que ha pasado? > De sobra presentía cuál era la causa de aquella agitación, conociendo como conozco los procedimientos hollywoodenses. Ella lo confirmó en pocas palabras. Se había encontrado un "manager” que ¡ ee interesaba por ella y había logrado por I no sabemos qué arte, un contrato en blandeo, en el que Carmen no tenía sino que । estampar su firma para entrar de lleno al campo de las consagradas. El "manager” la llamó a su oficina una tarde. Ella llegó llena de alegría, y su corazón palpitó rá-¡pidamente cuando sobre el escritorio vió el [contrato en blanco, detalle que no le permitió ver la llama de concupiscencia que * brillaba en los ojos de aquel hombre sin ¡corazón. El, melosamente—es el arma de todos ellos—le manifestó que aquella sería Ja puerta por donde entrase a la fama y de alguna manera se arregló para despojarla de parte de su ropa, so pretexto de tomarle una fotografía "para publicidad”. Pero cuando los límites del procedimien ¡lo rebasaron el terreno de lo lícito, Car-‘men recogió sus ropas y dando un empellón al hombre, salió a la calle, no parando sino hasta mi oficina, en donde en medio del más abundante llanto me relató lo Recurrido. Cuando concluyó, recuerdo que >|ni único comentario fué: —¿Lo ves? —/Pero entonces!—gritó con desespe-Tación, estrujando sus manos—¿no hay lugar en los estudios para una mujer decente....! •—Sí lo hay. Pero debe empezarse por Jos primeros peldaños, caminando con paso ‘•firme, cuidándose a cada momento, preparada para todo lo que pueda suceder. Si [Tealmente tienes vocación artística, empieza como "extra” y ve conquistando uno a ■uno los grados siguientes, sin impacientarte, sin desmayar. Tienes diecisiete años p la vida se tiende frente a tí. Si no te ¡consideras suficientemente fuerte para esa (Jucha, abandónala: vuelve al lado de tu esposo, y resígnate a ser una honrada burguesa, respetada por todos y dedicada a la crianza y educación de tus hijos... TRES AÑOS DE LUCHA TENAZ Y desde el día siguiente, Carmen Guc-ti^ro figuró entre la comparserfa anónima, buscando trabajo en éste y en aquél estudio, sirviendo de "atmósfera” a Armida Vendrell, a Raquel Torres y a muchas PAGINA 6 SSí v.':--. ■ I KM •i y:'4-: x .................. . y . •_ T-. . Xí< :::% •xx.; x< I f ■li ; ■< v W>.. Una fotografía reveladora: Carmen Guerrero con su hijo. Carmen Guerrero y Adolfo Mcnjou, en “Amor Audaz”. iSW Sx'í: 8 «te ■ v ' «< ; "s '?x. •' X‘ > xX:x?;" .x-X; ... . ... .. :: .....«¿•¿xS'X-xov ^vyS-Sl I» ""aV.YxkvX^xxxvx"" / f. , I , lia ■ I ... •. Vy. ■' <•' •' . ¿■x .ÍY.:': -.¿S/x:; -x-yw^áas: otras que habían pasado ya la prueba del fuego, escalando los primeros peldaños de la popularidad. Fueron tres años de lucha constante, guiada de vez en cuando por el consejo desinteresado de un amigo, quien la presentó a Guillermo Calles, haciendo presión en él para que la utilizase como dama joven en su "Dios y Ley”, la película que la dio a conocer a los mexicanos y que todavía hoy, en pleno imperio de la cinefonía, recorre en triunfo los teatros de la América española. Alternó sus actuaciones importantes con las de la comparsa sin nombre, confundida entre la multitud de luchado ras que no van a posar ante las cámaras por ambición artística, sino con el propósito de llevar al hogar un pedazo de pan; a veces, parecía sonreírle la" fortuna, y luego todos se olvidaban de ella. A una llamada importante de los estudios de Hal Roach, seguía una larga temporada de silencio, sus ojos pendientes del teléfono que no sonaba nunca, que parecía haberse sumido en un silencio agresivo, como si participase del sentimiento de los productores y los directores, hombres-máquinas en los cuales el corazón es sólo un órgano para la circulación de la sangre.... Fue así. peldaño a peldaño, resbalando aquí y afirmándose allá, como Carmen Guerrero llegó a llamar la atención de los magnates de los estudios. Su experiencia primera la tornó desconfiada y huraña;’ el completo conocimiento del medio y los consejos de algún amigo fiel y desinteresado la hicieron no exponerse inútilmente, dedicando su vida entera al trabajo y al estudio de la dramática y de la dicción. Cuando al fin fué examinada por Paramount para darle una parte secundaria en "Amor Audaz”, frente a la marchita atracción viril de Adolphe Menjou, tenía en su haber ya muchas comedias que le sirvieron como ensayo y preparación para una labor más seria: "The Chaperone”, "Reuben goes West”, "Girl Shocked” y otras andaban ya por ahí, en los cines baratos, haciendo al público fijarse en la figura interesante de aquella muchacha un tanto fría, pero con una frialdad de princesa en la cual se notaba' uña desesperada ansia por agradar. Una sola escena de ,Amor Audaz’, aquella donde se despide de Menjou al entrar del jardín, le valió su siguiente contrato, para actuar frente a Ernesto Vilches en la primera producción en que tomó parte estelar el gran actor español. Hubo en torno de esta parte las usuales intrigas de Hollywood: aparecer frente al artista considerado el más grande del teatro español contemporáneo, era un honor que todas ambicionaban; pero la obra se hizo, y desde entonces figura el nombre de Carmen Guerrero en letras incandescentes sobre los pórticos de los más aristocráticos salones de Cine. Su figura es ahora un elemento decorativo en los principales magazines de Hispano América, y; la sonoridad de su nombre se extiende hasta los más apartados rincones del Con-tinénte. En días pasados, me mostraba una carta, una declaración de amor—tenía que ser—de un pueblecillo llamado Masa-ya, perdido entre los pantanos de la América Central. “Nosotros nos hemos enseñado a quererla aquí—decía el ingenuo autor de la carta—y yo quisiera tener el orgullo de poseer el primero su retrato para extasiarme fren te a él en las noches, y llenarlo de besos en los momentos en que nadie me mira...” XXX A los diecinueve años, Carmen Guerrero es ya una mujer bella. Tiene el perfil perfecto de las consagradas y hay en sus ojoj una promesa que a muchos "fans” trastorna como si fuese una realidad. La estoy viendo en la imaginación tal y como apareció ante mis ojos en nuestra última entrevista: envuelta en una pijama de seda, rojo y negro, que se pliega a sus formas un tanto' efébicas y sus pies calzados con zapatillas chinas en las que el talón ha sido suprimido por coquetería. El pelo, razonablemente largo y naturalmente rizado, cae a ambos lados de su rostro encerrándolo en un marco que si no fuese de seda, se diría de ébano; la sonrisa fresca do su boca deja ver unos dientes irregulares que tienen un no sé qué de atractiva coquetería. Habla moviendo mucho las manos y se exalta fácilmente, c'mo cumple a una artista "de temperamento”. Su pierna es larga y recta-condición de aristócrata—, y nunca lleva medias. Quizás sus caderas son un poco más amplias que lo que podía esperarse de una mujer de su línea moderna, pero eso, lejos de ser un defecto, parece un aliciente para la pantalla. En el fondo, hasta los hombres más espirituales son carne y son arcilla.... Fuera de su fracasada aventura conyugal, Carmen no se ha enamorado nunca. Hasta dudo que pueda enamorarse algún día, fortalecida por no sabemos qué frialdad natural que sin ser repelente, mantiene a raya a los admiradores más atrevidos. Y da en Hollywood una rara nota,; un toque desconocido casi, especialmente entre las mujeres del Cinema: para ella no tiene atracción ninguna, ni el oro ni las piedras preciosas. ¡Sé de tantos admiradores que han tratado de poner a sus pies todo un escaparate, sin lograr interesarla? Su único amor está dentro de las paredes de su casita blanca de Beverly Hills. Radica en sus padres, a los que adora, y en la cabecita llena de rizos del hijo de Montemayor. Alberto es para ella—por ahora cuando menos—el único fin, el único acicate, la única ilusión. Verlo crecido, hecho un hombre, vigoroso aunque no sea bello; masculino aunque no llegue a ser célebre, parece su más caro ensueño, la esperanza que tiene más deseos de ver cristalizada en realidad. XXX Después de "Cascarrabias” Carmen Guerrero ha filmado con Charles Chase en "Una Cana al Aire”, "Huyefaldas”, "El Alma de la Fiesta” y otras; ha hecho una comedia de ambiente mexicano llamada, "Sí,, señor”, y otra con Romualdo Tirado: "El Fotógrafo Distraído” que fué fíL mada en unas cuantas horas, sin ensayos. También ha terminado "Drácula” y se preparaba, cuando escribíamos estas cuartillas, a vivir la parte femenina principal en "The Big Trail” frente a la arrogancia masculina de George Lewis, el mexicano cuyo único inconveniente es parecerse demasiado a Ramón Novarro. Creemos, sin temor de equivocarnos, que es de nuestras damas jóvenes, la que más ha impresionado su figura en la cinta de celuloide y la única que presenta el caso de una mujer que ha escalado la altura empezando desde el fondo. j