130 LA VIOLETA. hermosísima tierra, de su cielo azul y trasparente, de sus risueñas campiñas, de sus costumbres, de su gobierno en fin, de mis compatriotas las nobles y altivas mexicanas, ya que arrullada por el goce dulcísimo de esos recuerdos, parece que sueño, sí que sueño estoy allá, mi querida María, que te veo, te abrazo, te beso, rio, lloro, sintiendo que mi corazón se dilata, que está próximo á estallar, por que, por grande que éste es, mayor es su felicidad. Cuántas veces el alma atraída por los lugares en que guarda algún recuerdo, siente desprenderse de la materia para volar hácía ellos, y alli, arrodillada en esos templos santos, adora las sombras de seres queridos que ya no existen. María, María, ¡que feliz eres! yo también estoy, quie ro estar en estos momentos á tu lado: recorro contigo, como en otro tiempo, los campos y las calles, admirando los palacios y las simpáticas casitas de Chapultepec, que, como bandada de palomas, parece que se juntan que se estrechan al pié del soberbio Castillo, como buscando su protección. Si, estoy en mi humilde casita, gozan do de la dulce tranquilidad del cam po: á mi vista se levanta ese gran alcázar de nuestro PRbLSIDENTE: siento un bienestar que me adormece: mis ojos contemplan con embeleso el horizonte. El sol se vá, y mi alma contesta á su melancólico adios. Todo va quedando en la sombra, ménos el Molino del Rey, tras el cual se hun de el grandioso luminar envolviéndo lo con su luz resplandeciente de púr pura y de oro. Derrepente vuelvo la vista hácia el Norte y me parece que se sacude el gran gigante el Castillo de Chapultc pee, que abre sus enormes y chispean tes ojos, ¿numerables focos de luz eléctrica para desafiar la obscuridad. La perspectiva entonces es soberbia, imponente el pensamiento y se duda si será verdad las mil fábulas que corren en boca del pueblo donde figuran nobles caudillos aztecas y doncellas encantadas. Las ventanas inferiores del Castillo se iluminan, proyectando al travéz de sus cristales de colores una luz fantástica que hace un contrasté facinador con la atmósfera luminosa producida por otros tantos focos eléctricos,que iluminan el Bosque, y cuya luz se levan ta entre los árboles así como una menuda lluvia que refracta los rayas solares, velada por un tenue crespón de esmeralda. Se oye la armonía de las fuentes, y las estátuas parece que se animan, murmurando fraces que se pierdan en el misterio de la noche, Todo este conjunto de luz y de be lleza lo cerca una negra y misteriosa muralla de gigantescos y seculares ahuehuetes, donde apénas se oye el piar de las tímidas avecillas y el mono tono gemido de las frondas. ¡Ah María! yo he soñado, con mi México y contigo, pero. . . . el grito destemplado y gangoso de un pequeño vendedor de periódicos, me vuelve á la realidad. Estoy en América pero América yankee. ... ¡ Qv\6 horror! por una ven tana cuadrada del cajón donde habito,que aquí llaman casas, veo el cielo, no de turquí como el de allá, sino triste, como mi corazón, y envuelto en una densa bruma. En estos instantes me parece que estoy más lejos, más lejos de mi patria. Adios. Soledad del Llano. A la Egregia Matrona Meccicana e Ilustre patriota la S)‘a. Dna. JoseJ’a Ortiz de Dominguez. Incólume virtud, incorruptible, En ella puso Dios: en heroísmo Trocaba esta mujer incomprensible La llama de acendrado patriotismo