CINCO DE MAY O 1862 - 1916 de la fiebre amarilla: Juárez contestó que no permitiría el paso" de las fuerzas extrañas; que pasasen a Onzaba sus delegaciones y que sólo entraría en pláticas cuando las tropas se reembarcaran. Contestaron los jefes expedicionarios que su decisión era irrevocable y, a fin de evitar un rompimiento, invitaban al Secretario de Relaciones a una conferencia. Se aceptó este idea y el 19 de febrero de 186a se reunieron en el pueblo de La Soledad, el general don Manuel Doblado y don Juan Prim, conde de Reus, Marqués de los Castillejos, jefe de la expedición española. El Conde de Reus conversó largamente con el general Doblado, le hizo toda clase de explicaciones, aseguró que la misión de la alianza tripartita era de paz y de civilización, de ayuda y de desinterés, que no atentaba contra la soberanía, que no significaba una invasión;-que no podía ser vista como un acto hostil. Don Manuel Doblado pertenecía a aquella constelación de hombres que en torno de Juárez tenían comcy visión suprema la patria, y no forzó su inteligencia ni su virtud hasta aparentar que creía verdad lo que su conciencia de patriota y su honor de hombre honrado reprobaban y rechazaban. Habló el interés de la República por su boca, y ante esa firmeza, ante la actitud representativa de un gobierno y de un pueblo, el General Prim celebró los tratados de la Soledad, por los que se contuvo el avance de los aliados, preparando el retiro de las fuerzas de Inglaterra y de España, por lo que el General Doblado pudo decir al General Prim, según la síntesis bellísima de don Justo Sierra: “Señor General: sobre la cruz de vuestra espada, la madre y la hija se han reconciliado.” El Ejército francés había decidido avanzar y se lanzó solo a la guerra. No acudió el Ministro de la Guerra de Juárez a servir de auxiliar a los extranjeros: el Gobierno del señor Juárez envió a su ejército a combatir en contra del que violaba el suelo de la República. Las fuerzas republicanas resistieron estoicamente en las cumbres de Acultzingo; sacrificándose para proteger la marcha del grueso del ejército; porque la misión de aquellos hombres no era triunfar, sino defender, no era medrar sino sucumbir. Ante las vacilaciones de Uraga, Zaragoza había sido designado General en Jefe del Ejército de Oriente y después de la batalla de Acultzingo, se dispuso a la defensa en la ciudad de Puebla. Y fue entonces cuando las tropas mexicanas triunfaron sobre las francesas, fue entonces cuando el nombre de México llenó el mundo con el heroísmo de sus hijos, cuando el rojo de la bandera, hasta entonces tinto en sangre hermana, resplandeció con la gloria de la sangre derramada en lucha de independencia. Hoy, un destino cruel, y lleno de sarcasmo, celebra el 5 de mayo de 1862 con las conferencias del Ministro de la Guerra Obregón y el Jefe de Estado Mayor Norteamericano H. L. Scott. Como en la Soledad, se hallan un ministro mexicano y un .plenipotenciario extranjero, decidiendo de la suerte de México, teniendo el unq en la mano una nota idéntica a la que redactaron las potencias aliadas en 1861, pero Cuando el mes de diciembre de 1861 se presentó la primera escuadrilla, de las coaligadas, la española, a la viste de Veracruz, el General La Llave ordenó la desocupación de la ciudad, incapacitada para resistir. Los habitantes del puerto emigraron, ingresando los varones a las filas, para combatir tierra adentro, y sólo las autoridades municipales permanecieron en el puerto para hacer entrega de te Ciudad y trasmitir su vigilancia a los invasores. La peregrinación de los veracruzanos fue la más grave protesta levantada en contra del atentado y para no vivir en tierra ocupada por extranjeros, abandonaban sus hogares, buscando en tierra no profanada el aire puro de la nacionalidad. El día io de diciembre llegó el General Uraga, y de acuerdo con el General La Llave, se promulgó un decreto por el cual quedaba penado con la muerte quienquiera que se pusiera en comunicación con el enemigo. Toda liga, toda amistad, toda connivencia con fuerzas extranjeras que venían a ocupar la tierra sagrada de la patria, era una traición, y no sólo para los militares, sino tam-* bién para los civiles. La única actitud digna era la del silencio, la de una infranqueable barrera espiritual, más impenetrable que todas las murallas. Los daños causados a los extranjeros; la inseguridad en la República y “la amistosa oferta de auxiliar a México a resolver sus dificultades” se invocaron para esa expedición, y cuando los representantes de la triple alianza, de España, de Inglaterra y de Francia se reunieron, redactaron una nota que explicaba su actitud y que la hacía aparecer como la más desinteresada y benévola para la República. “Tres grandes naciones no forman una alianza sólo para reclamar de un pueblo a quien aflijen terribles males, la satisfacción de los agravios que les hayan sido inferidos; tres grandes naciones se unen, estrechan y obran en completo acuerdo para tender a ese pueblo una mano amiga y generosa que lo levante, sin humillarlo, de la tan lamentable postración en que se encuentra. “El pueblo mexicano tiene su vida propia, tiene su historia y su nacionalidad; es pues absurda la sospecha de que entre en los planes de las tres naciones aliadas atentar contra la independencia de México. “Por eso venimos a ser testigos y, si necesario fuese, protectores de la regeneración de México. Queremos asistir a su organización definitiva sin intervención alguna en la forma de su gobierno ni en la administración interior. “A la República, sólo a ella corresponde juzgar cuáles son las instituciones que más le acomodan a su bienestar y a los progresos de la civilización en el siglo XIX” Esta nota fue enviada a México por medio de tres representantes, pno por cada una de las potencias aliadas y entonces, también entonces, los que deseaban la intervención “para librar al pueblo de la opresión juarista,” recibieron con agasajos, en la capital, a los enviados, exhibiéndose como muestra de las clases aptas para el gobierno. Los jefes aliados dieron aviso de que avanzarían av la zona templada, pues temían los estragos del clima y