...=^1 ^íeratóú (Í "1L 1TBBA|.1X> CRISTIANO.** Official orean of the Methodiat Church. Spaniih Work in the Southweec. Miter. A. NSSee, Contributine Editor»: Maediel Alvim. Raul Salaaar. R. M. Día». Read P. Muftot. Manager. Rev. Frank Ramoe. Publietoed Mouthlr. Auneal 8uebeert> tion. 50c. Publication Office, P. O. Box 407$. San Antonio. Texaa. Entered ae eecond elaee we iter March 15. im. at the poet office at El Pa mo. Texai. under the "Act of March 5. 117». NUMERO 261 SAN ANTONIO. TEXAS. ENERO DE 1942 EPOCA IL —-.........LL^L-l—...-J- .................... . L!--------------------------™U!™—- -1 GomenÍM. - 1 tan pw Mil que tici< tim I ES castigo; ¿cuál pecado Sin saberlo cometimos? Si premio, ¿porqué ganado? Sin haberlo demandado, Responded, ¿porqué vivimos?". Y a través de todos los siglos el hombre se ha estado haciendo preguntas. ¿Porqué? ¿Porqué? Y la pregunta que muchos cristianos sinceros se están haciendo en estos .días es, ¿Porqué hay guerras? Ahora ya no son, "rumores de guerra", ahora es la realidad. ¿Porqué hay que sacrificar la juventud en aras del dios Marte? Varias explicaciones se dan. Una de éllas es que la guerra es una de esas enfermedades sociales de las cuales el mundo no puede prescindir. Juntó con este terrible mal, hay otros males sociales que según el pensar de muchas personas las tendremos mientras que éste mundo sea mundo, tales como el licor, los juegos de azar y "la profesión más antigua del mundo". Hace algunas noches cuando hojeaba "olvidados cronicones", me encontré con un relato muy original. El autor se imaginaba un diálogo entre Frank Kellog, extinto secretario de relaciones exteriores de los EE.UU., y Mr. Woodrow* Wilson, también ya desaparecido presidente de este país. Ya casi al terminar el diálogo Mr. Woodrow Wilson dice lo siguiente: "Los pueblos guerrean como se alimentan, como se reproducen, como nacen, como mueren. Es una fatalidad fisiológica contra cual nada pueden, ni la palabra de los filósofos, ni la letra de los tratados. El hombre divino, (esto es, lo que hay de divino en el hombre), tiene la aspiración cristiana de la paz; el hombre telúrico, cómo lo llamó Keyserling) es irresistiblemente arrastrado por el instinto animal de la guerra. ¿Justicia internacional? ¿Arbitraje obligatorio? ¿Seguridad colectiva? ¿Desarme? Mitos pacifistas, fantasmas jurídicos sin realidad humana. Es la fuerza la que hace las naciones. Es la fuerza la que domina el derecho. Es la fuerza la que gobierna el mundo. Es la fuerza y no la justicia y la caridad la que rige la maravillosa armonía cósmica. ¿Cómo puede el hombre ser creado, libertarse de una ley de la creación?" La verdad es que éstas palabras son muy extrañas en los labios de este apóstol de la paz. Quizás a este argumento, aparentemente tan convincente, podríamos contestar con las palabras sabias del gran psicólogo, Guillermo James, que dijo: "Necesitamos descubrir en el mundo social un equivalente moral para la guerra, algo que tenga la atracción universal que la guerra tiene, pero que sea compatible con nuestro ser espiritual." El hombre natural considera a la guerra como una necesidad social. El cristiano debe de considerarla como la enfermedad más terrible, pero que como todas las enfermedades algún día se encontrará el remedio, o mejor dicho se aplicará el remedio. Porque debemos de repetir una y mil veces que la solución a todos los problemas personales y mundiales la tenemos en Cristo Jesús, en la inspiración de su vida y en la práctica de sus divinas enseñanzas. Pero las preguntas permanecen. Y todos nosotros, humanos como somos, demandamos una respuesta a las preguntas de nuestro corazón. El mundo entero se pregunta el porqué de la declaración de guerra por Japón a los EE. UU. Algunas encuentran la respuesta en éstas palabras: hara-kari» ¿Qué es hara-kari? El diccionario define éste término de la siguiente manera: "Modo de suicidarse, usado en Japón, y que consiste en abrirse el vientre". Bien se sabe que cuando un militar Japonés cae en la desgracia o fracasa en la obra que se le ha encomendado comete, hara-kari. Se dice que solamente dos caminos le quedaban a Japón, abandonar la conquista en la que se había lanzado; o cometer, hara-kari. Y por lo visto Japón optó por lo" segundo. Porque la guerra en contra de EE.UU., no es otra cosa que suicidio nacional. Otro de los tantos analizadores que hay, dice que el secreto de todos los actos de Japón está en su religión. Los japoneses consideran al Emperador de Japón como descendiente directo del dios del sol, y por lo tanto divino. Y no solamente esto sino que el Emperador tiene que reinar dondequiera que el sol brille. ¡Qué difícil es para nosotros comprender la mente orientall En estos días tan aciagos y preñados de negros presagios, no pudimos decir con todo el corazón, "Feliz Navidad", quizás tampoco podamos decir, "Próspero Año Nuevo", digamos mejor, "Victorioso Año Nuevo", y tales son mis más sinceros deseos. Nos dice la historia que Catón, gran orador romano, después de comprender el gran peligro que presentaba la ciudad de Cartago para Roma, siempre terminaba sus discursos con las siguientes palabras: Ceterum censeo Carthaginem ese delendam, "Y por otra parte pienso que debe destruirse a Cartago." El grito de batalla en nuestros días es, "Recuérdese el Puerto de la Perla." —A. R. M. vivj mai afe< ban trav han viví hon ecen ner< que ak did< I al 1 este cate van esto los vast Eurc pen Cris quis de i mo. sino vive no ; lir ■v mos necc las dos Página 2 TUESDAY, MAY A 2004 ■tí-l