Hablando de Paz Bélgica? ¿Quién afirmará seriamente que Alemania implora de Francia que le permita evacuar los departamentos que tiene invadidos? Pero para no creer en esos infundios que de tiempo en tiempo lanzan las agencias de París y de Londres nos basta observar la actitud del pueblo alemán. El pueblo ---alcmá n d c sea, sí, q ue t e r m me 1 a g ue r r a, por q u e I a s mad res, las hijas, las esposas lloran la ausencia de sus hijos, padres y esposos, porque sienten un gran dolor ante la enorme trage'dia que desangra a todos los pueblos en lucha; pero nunca, en ningún momento, exterioriza impaciencias ni piensa en ejercer presión sobre sus gobernantes'para que concierten una paz que no sea ni honorosa .ni: provechosa. No negamos que el pueblo alemán se sienta fatigado ante una lucha que se prolonga tanto; pero ¿cuál es de todas las naciones en guerra la que no comience a sentir la fa-tiga? En Francia, en Inglaterra, eni todos los países cu-• vos hijos combaten desde hace veinte meses, seguramente que ansian el punto final del drama y si alguno puede cobrar alientos para continuarla es el pueblo alemán, que ha visto palpables los frutos de su esfuerzo. Los alemanes tienen la conciencia de que una precipitación para hacer la paz, que un desfallecimiento ahora, tendrían como consecuencias una disminución del efecto moral producido por sus triunfos y un crecer de alientos en sus enemigos. Cuando los pueblos inglés y francés parecen subrayar los discursos de M. Briánd y de Mr. Asquith, asegurando que cstá^ dispuestos a continuar.peleando hasta obtener la victoria definitiva, el alemán no puede menos que agruparse en torno de sus gobernantes, que afirman lo mismo. Y fiemos de pensar que acaso las palabras óptimistas de los estadistas inglés y francés pueden tener -como comentarios algunas sonrisas de escepticismo enice sus conciudadanos, porque las promesas de triunfos cuando todavía no conocen más que descalabros no puedén inspirar mucha confianza. Por muy elocuentes que sean para augurar que la victoria final está cerca, y que todo consiste en ir a alcanzarla, acaso no consigan convencer a sqs compatriotas, que hasta la. hora presente han visto sonreír la victoria a los alemanes. En cambio, nada más fácil que mantener vivo y pujante el entusiasmo del pueblo alemán, porque tiene mil pruebas de que parte de lo que le prometieron se háv realizado o está en vías de realizarse. Lo curioso de todo esto es que siempre son los enemigos de Alemania los que hablan de paz, aunque sea para afirmar que quieren continuar la guerra. ¿No será esto un síntoma de que sus propios deseos y sus propias fatigas y sus propios desalientos les hacen ver en el adversario un desfallecimiento que no existe? El buen resultado de una obra emprendida aumenta las fuerzas y actividad de quien la realiza, mientras que el constante fracaso resta energías y hace perder toda confianza en sí mismo. En el primer caso está el pueblo alemán, y en el segundo, sus adversarios. Antonio AZPEITUA. Casi todos los días, la Norddeutschen Allgemeinen Zeitung, el órgano oficioso de la Cancillería del Imperio, se ve obligada a desmentir rumores de supuestas gestiones hechas por Alemania para firmar la paz.. Un día se dice por la boca de todas las agencias oficiosas de los aliados que el canciller envió a Holanda a una alta perso-nalidad para que desde allí lanzaS^cabos-ar Uondres^ po y ro que en Londres no sólo no los habían querido recoger, sino que habían contestado de mala manera a tales insinuaciones. Otro día se asegura que el principe de Bulow que en la actualidad se encuentra en Lucerna, va a España y luego-a los Estados Unidos para pedir a don Alfonso XIII y-al presidente Wilsón que sean intérpretes cerca de los Gobiernos inglés, francés y ruso de las condiciones en que Alemania aceptaría inmediatamente la paz. Y hasta esas agencias y los periódicos que se -alimentan—de—sus—informaciones pretenden haber descu-bierto nada menos que las condiciones que figuran en las* instrucciones secretas y confidenciales que lleva el ilustre diplomático; Alemania quiere quedarse con Polonia, pero dejaría a los rusos Constantinopla; los turcos se apoderarían en compensación de Egipto... Los que se encargan de lanzar a 18s cuatro vientos tales noticias no son tímidos ni escrupúlosos; cortan y deshace