El Oasis de Paz . Paisaje de Suiza. Despu-s de Francia, cuando el último gesto rabioso de Francia se ha perdido entre las aguas torrentosas del Ródano, he ahí que aparece la in-finita serenidad del lago ginebrino. La guerra ha quedado lejos. Todo transpira calma y buen sentido. Es la Suiza y es la paz. Es una pausa amable en el camino; una isla que ha quedado flotante en medio de la tem-pestirosa inundación europea. ¡Qué divinamente luce este dia otoñal, lleno de reminiscencias estivales! El aire es suave; la atmósfera es transparente, clara, infantil. Ginebra reposa junto a su lago, toda elegante y tranquila. (Tal vez un poco desvirtuada por la propina corruptora c imperiosa del turismo inglés y americano). Y el lago Lemán, por último duerme al pie de las colinas labrada», trabajadas hasta la angustia, donde los viñedos alternan con las blanda» praderas de césped bien cuidado, como hierba de jardin. Una barca a dos velas, inmóvil en el espejo del lago. Un' vapor fluvial que navega . rápido dejando larga estela. Los pueblos en la orilla, con su campana rio puntiagudo. Y todo este panorama de cromo va deslizándose al paso del tren, cada vez más bonito, cada vez más sereno y sublime.—La tarde declina: EFsol-se ha acostado sobre el lomo de una montaña; antes de ocultarse comple lamente ha querido reflejar su disco-rojo en el lago bien amado, para au mentar el valor del panorama. Y el panorama, en efecto, se convierte en una cosa estupenda, de calma, de serenidad, de corrección lineal y colorista— En Berna ,por la mañana temprano, los campesinos llegan a la plaza prin cipal. Hay mercado al aire libre. ¿Tenéis una idea ruidosa y agria de los mercados, con gritos y discusiones con chalaneos y disputas? Aqui, al revés, el mercado transcurre en el mayor sosiego. Todo está limpio y ordenado. Yo me complazco en transitar entre los puestos de verdura. Dejo reposar los ojos sobre los montones de zanahorias y bersas, sobre las robustas manzanas y las nueces recién cogidas del árbol. Me acerco a oler las flores que traen en jamos incorrectos las aldeanas. Hay flores por todas partes. La ciudad rebosa de flores. En las balconadas de los edificios públicos, en las humildes ventanas de los ciudadanos, en la mesa del café, en el aparador de la cervecería. Hay flores en cualquier sitio; las hay en todos los sitios donde es posible la existencia de una flor. Los geranios ro jos manchan con su nota de sangre el verde intenso de las praderas. Y hay praderas o hay árboles por doquier. Donde terminan las casas empiezan inmediatamente los prados > los árboles. Gente. Una gente de rasgos borro sos y ademán honrado, honesto. No logró descubrir una mujer que se muestre preocupada de tentar al varón. En tal sentido__Berna es la- antípoda de Pais. Los hombres tienen ya la cabeza alta, fuerte, rapada; estamos, pues, entre germanos. ¡Qué curiosa la ciudad! En esta ciudad, que es capital de ana nación. w i Modelo de Traje de Invierno. los hombres no han sentido la tentación peligrosa de hacer calles muy rectas, avenidas muy largas y edificios muy altos. Las calles tuercen y van a su capricho; las casas se es parecen por las pendientes y las cumbres de las colinas. Los barrios se desgajan del cuerpo de la ciudad y huyen a sumergirse en la blandura de