Nuestros Intelectuales El Dr. Don Aureliano Urrutia. Me acompañas, lector? Voy a ver al doctor l'trtria. A don Aurcli'-uio. Lo has tratado alguna vez?. Bueno Pues si vienes conmigo te lo presentaré con mucho gusto, platicarás con él un largo rato y verás lo que se esconde dentro de su coraza de bronce. Ah! Porque te advierto que el doctor, individualmente considerado, es una bella persona. Amable, decente, de finos modales, de vasta ilustración. Una bella persona. Qué más puedo decirte! Claro que esta impresión,—muy mia y de la cual me hago yo el responsable,—la corroborarás después de platicar un rato. Porque de pronto, así como quien dice, de sopetón, no creo que te ilusione demasiado la figura del médico, con sus cabellos largos y desordenados, con su boca trigueña y saliente, con su cara pomulosa y achatada, y con un abdomen, y una gallardía,— Digo! A menos que te agraden mucho los tipos nacionales, en cuyo caso, lector amigo, tiempo y paciencia te fallarán para e'studiar la figura del doctor. Porque don Aureliano, mal que nos pese, no es más que un indio. Un indio hecho gente. Hecho hombre a fuerza de ilustración y de carácter. En él, como en la mayoría de los tipos representativos de nuestra raza, la materia fué fácilmente amoldable. Y la amoldó a la cirujia. Y resultó un cirujano eminente. Del mismo modo que hubiera resultado un ingeniero notable o un filósofo profundo, de. haber amoldado su inteligencia a las ciencias matemáticas o la filosofía. ¡Cuestiones de étnica ¿Sabes? Pero si su inteligencia y su percepción son obra de una voluntad superior, en cambio su educación y su cultura se deben a éh a él directamente, que supo Vencer toda dificultad y todo obstáculo para llegar al fin. Y por esc sólo capitulo, si no tuviera otros muchos que lo honran, merece ya nuestro respeto. Un individuo del pueblo, como él, que sale de las más modestas capas sociales, como él, que se levanta, que