158 REVISTA EVANGELICA Marzo Andaba entre ellos como un extraño aunque mostrábase lleno de cariño y simpatía para todos. Al principio sus antiguas amistades procuraban atraerle otra vez a su anterior modo de vida, queriendo que regesara a los lugares que antes frecuentaba; pero a todos dió una respuesta mansa y resuelta: “Vestido con estas ropas, me es imposible. Mi hermano jamás frecuentaría tales guaridas de vicio. Yo, ya cristiano, tampoco puedo.” Poco a poco lo dejaron de tentar. Vieron que fueron vanos sus esfuerzos. Algunos lo abandonaron; pero otros llegaron a tenerle cariño, respetando su vestido. Notaron con aprecio, su evidente sinceridad y algunos se convirtieron de sus malos caminos, escogiendo seguirle. Andando los años, su testimonio tenia abundante fruto. Al fin, plugo a Dios contestar aquella oración desesperada: "Merezco morir que muera yo.” Al terminar esta vida terrenal, empieza la vida que nunca terminará. Para este joven había llegado el momento de reunirse con su hermano en la eternidad para no separarse jamás. Respetando su deseo, fue enterrado con la ropa de su hermano mayor, quien había sacrificado su vida por él. • Sus amigos jamás pudieron olvidar tan significativo hecho. e • • Esta historia tiene una importante aplicación para todos y en particular para usted que lee estos renglones. Es probable que usted haya oído o leído muchas veces el Evangelio de nuestro Señor Jesucristo, pero la noticia no hizo ninguna impresión en su alma, no se grabó en sus oídos. Por lo tanto, le ruego considere con sumo cuidado las enseñanzas de las Sagradas Escrituras en cuanto a la vida y mueite de Cristo el Salvador. Tanto amó a usted que sufrió infinitamente y dió su vida por la de usted; no únicamente para salvarle del juicio venidero y la muerte eterna sino para libertarle del pecado, de su culpabilidad y para poder capacitarle y fortalecerlo para vivir una vida victoriosa. El murió por usted a fin de que usted, limpiado por su sangre, revestido de su justicia, regenerado y fortalecido por su Santo Espíritu se haga un hijo de Dios viviendo dignamente (Fil. 2:13). Medite usted con sinceridad de corazón, todo lo antes dicho y dígame si estas palabras del Señor no son para usted. Reflexione usted que Cristo, cargando los pecados de usted y llevando su vestido, MURIO POR USTED, a fin de que usted revestido con el manto de la salvación viviese para alabarlo en Justicia y santidad. Sí, es una gran verdad que el Señor "no se avergonzó de llamar hermanos a aquellos para los cuales fue hecho en todo semejante, excepto el pecado” (Heb. 2:11), para poderlos salvar y a usted también, de la pobreza del pecado y hacerlos partícipes de Su naturaleza divina y herederos de Su reino” (2 Pedro 1:4).