2 REGENERACION. dadanos la estupefacción, como un obstáculo para sus miras egois-si estuvieran presentes á la reali- tas; bajo un gobierno que sin res zación de un prodigio. No hay justicia en nuestra Patria, y no es posible que la haya mientras Porfirio Díaz continúe en el Poder. Para que hubiera justicia era preciso que en la Presidencia se en-r centrase un Magistrado capaz de conocer su deber, y lo suficiente honrado para no desviarse de la ley. v Mientras eso no suceda, los mexicanos seguiremos soportando nuestra indigencia de justicia, hasta que, penetrados de lo degradante de nuestra condición de parias del Derecho, nos decidamos á ser viriles y á obligar á los tiranos á someterse á la voluntad popular. La justicia nacional es un cuerpo que se encuentra en el último grado de descomposición. Sus miembros, totalmente viciados, se entregan á un tráfico innoble; poneñ precio á sus resoluciones con el cinismo de un mercachifle; despachan loa negocios con rapidez ó con ne -gligencia, según la propina,*» ponen la ley al servicio de los déspotas, y cuando no existe ningún interés ageno para que el Magistrado obre en otro sentido que el de la ley, entonces interviene la pasión 6 el capricho, resultando de todos modos burlada la justicia. De esa aversión que por la ley sienten los miembros de la judicatura, proviene la injusticia, y de la injusticia proviene ese horror que los ciudadanos sienten por el Juez. En nuestra Patria no es el Juez un distribuidor de justicia cuyos procedimientos inspiren confianza. Las tramitaciones tortuosas; la parcialidad que en el acto de recibir un negocio manifiestan los jueces estimulados por simpatías 6 antipatías agenas á los códigos; la arbitrariedad inseparable de los funcionarios de Porfirio Díaz y la ferocidad con que es tratado el desvalido,—precisamente el que por su debilidad merece atención y apoyo,—hacen que el pueblo considere justamente como verdugos encallecidos á los Magistrados de la ley. En todas partes se respeta al representante de la ley; en México se le teme. Es que la honorabilidad infunde respeto, y la ferocidad mor. En todas partes la presencia un Juez lleva la tranquilidad á espíritus, porque se tiene la conciencia de la vecindad de un apoyo y de un amparo; en México la presencia de un Juez llena de inquietud como la posibilidad de un daño K. La autoridad, en México, no ha sabido crearse un prestigio sólido nacido de una admiración sana y sincera. • La autoridad se ha hecho temer, y todos, en el fondo del co razón, tienen para la autoridad sen timientos^ie odio más bien que de te- de los La autoridad, que en el mundo civilizado es la protectora de la sociedad, en nuestra infortunada Patria es un ogro indomable que despoja, djc(> para quc lo atcndiera| y se le¡ que viola, que asesina. contestó que de no ser un médico Esa presión constante de la auto- de¡ Municipio, no se le permitiría ridad para los ciudadanos produce la abyección, porque se recurre al fingimiento y al disimulo para no echarse encima el odio de los tiranos, y á la larga se hace del fingimiento una costumbre, los caracteres escasean cada vez más y un medio de abyección se forma al huir la verdad en busca de otro medio y de ciudadanos no envilecidos. Nuestros conciudadanos deben preocuparse por el porvenir. No hay que esperar de Porfirio Díaz que transforme el medio de injusticia y de abuso que e» nuestra Patria corrompe tantos caracteres y mata tantas energías. Para el Autócrata es propicio ese medio de infamia porque solamente por la infamia puede sostenerse; pero los que anhelamos para la madre común un porvenir dichoso, debemos trabajar por la transformación de un medio generador de esclavos como el actual, por otro propicio para el desarrollo de una ciudadanía robusta que sepa dar honra á la nación. Porfirio Díaz ha prostituido á los funcionarios. Muchos de los jueces que por sus crímenes merecen la horca, habrían sido hombres honrados, funcionarios probos bajo un gobierno honrado. Pero bajo un gobierno que considera la ley como peto invade las facultades de los Poderes independientes y que en la Cámara necesita lacayos, en la ju dicatura delincuentes de toga y en los gobiernos de los Estados ex-salteadoreS de camino real, como Mudo Martínez; bajo un gobierno tiránico, en suma, los hombres honrados no admiten ser funcionarios públicos, porque de serlo, admitirían ser instrumentos de la tiranía. ;Hay hombres, honrados que por huir de la miseria aceptan un cargo público, pero bien pronto, ó son despedidos porque su honradez es un ultraje para el lodo de los déspotas, ó tienen que hacer traición á su conciencia en mil pequeños deta lies—y entonces ya no son honrados—hasta que, en fuerza de la costumbre, obedecen sin rubor las con. signas, violan cínicamente la ley prostituidos en absoluto por la Dictadura. Debemos luchar contra ese medio corruptor creado por Porfirio Díaz. Rapiña® descaradas El Jefe Político del Distrito de Hidalgo, Chich, Rodolfo Valles, se ha captado el odio general por sus continuas fechorías y escandalosos abusos. Hace poco que este cacique comisionó á su digno Secretario, Agustín Paez, para que condujera de la Capital de la República á la ciudad de Parral, á los reos Courtade, González. Silva y Flores, á quienes se les instruye proceso por abuso de confianza cometido á la Compañía del F. C. Central. El Superintendente de esta Compañía obsequió los pases para los reos y sus conductores. Durante el viaje, los reos tuvieron que proporcionarse sus alimentos de su propio peculio, pues el Secretario Paez nada les dió y solo se ocupó de molestarlos con un rigor inadecuado. Cuando llegaron á Parral, el Secretario pasó á la Jefatura, para que se le hiciera efectiva una nota por valor de quinientos pesos, que dizque había gastado en la conducción de los prisioneros. No se sabe si el Secretario se aprovecharía él solo de ese dinero, pero lo más probable es que lo haya compartido con el Jefe Político Valles, que, de otro modo, no hubiera autorizado el pago. Las autoridades de Parral cometen atentados que horrorizan. En la Plazuela del Rayo, y en presencia de numeroso público, fué acometido á palos por seis gendarmes José Ireneo Macías, con quien tenían rencillas el Secretario de la Jefatura, el Tesorero Municipal y el Comandante de la Policía. A palos fué llevado á la Comandancia y puesto en un calabozo, donde se le dió otra garrotiza que lo hizo arrojar sangre por la boca. Macías, sintiéndose muy mal, pidió un mé- ningún otro. Un médico municipal no se hubiera atrevido á denunciar la infamia de que Macías era víctima, como lo hubiera hecho un facultativo honrado, sin ligas con el caciqtfe Valles E| Jefe Político impuso á Macías una multa de cien pesos y no fué esto lo único que perdió la víctima de los tiranuelos de Parras, aparte de ser apaleado; pues cuando entró á la Comandancia le fueron recogidos un valioso relox de oro y sesenta pesos en efectivo, de lo cual solo le devolvieron ocho pesos, haciendo perdedizo el relox. Con el producto de rapiñas de este género, que se cometen á diario, el Jefe Político Valles y sus amigos se entregan á la más desenfrenada prostitución. Han convertido el Casino en un centro de perpetua orgía. A pesar de los Reglamentos sobre venta de bebidas alcohólicas, se expende vino á toda hora de la noche y se juegan albures; en las casas de asignación también se venden licores y se juega, sin que el Comandante de Policía se preocupe de todo esto, porque esjá en combinación pasa y tiene autorización del cacique Valles para permitir las infracciones á la ley, que resultan lucra que con las casas c tivas para los funcionarios. ¡ No puede esperarse que sucedan hechos distintos de los que referimos, mientras impere una tiranía que, para sostenerse, coloca en los puestos públicos á individuos sin honorabilidad y sin conciencia que sólo procuran tener al pueblo en la servidumbre y enriquecerse ellos por cuantos medios reprobados pueden poner en práctica. La escW en Yníatan Los crímenes de Audomaro Molina y otros peores que no se publicaron, y terminó pidiendo amparo en nombre de su marido. Audomaro Molina ba Hevadosu impudicia al colmo, y siendo el culpable, el delincuente, el que debía estar purgando en un presidio sus rapiñas y sus salvajismos, tiene la audacia de erguirse y de acusar. Además de la acusación por la Carta Abierta, ha presentado contra el Sr. Cárlos Escoffié Z. otra acusación,porque esté señor en su viril y honrado periódico “El Padre Clarencio” aplaudió la manera como tratamos en REGENERACION el asunto de Canché, en uno de nuestros números anteriores. Ese número de nuestro periódico fué consignado al Juez, al consabido ebrio Hernández, y también fueron consignados “El País” y “Juan Panadero” de la ciudad de México, que probablemente se ocuparon del mismo asunto. Ahora bien; ¿por qué se cree ofendido, por qué formula tantas acusaciones y quiere tantas víctimas Audomaro Molina? ¿Porqué Antonio Canché ya no quiso ser su esclavo, ni soportar tratamientos bestiales, ni regalar su trabajo? ¿por qué el Sr. Pérez Ponce, lejos de delatar infamemente al sirviente prófugo lo protegió y le dió asilo, cumpliendo con un principio de humanidad y de justicia? ¿por qué el Sr. Escoffié consideró honrado que se exhibiera al esclavista y se defendiera á su víctima? ¿por qué en la Carta Abierta de Canché se publicaron hechos exactísimos que presentan á Molina como esclavista y explotador? Si esos hechos desprestigian á Molina, indudablemente son malos, y si son malos, ¿por qué los ejecuta? Si Molina comete un delito al tener esclavos y vejarlos y explotarlos, ¿no cumple quien lo denuncie, con su propia conciencia y con loque prescribe el Código mismo?'¿Es delito perseguir al delito? ¿El criminal sorprendido en culpa tendrá derecho para acusar á quien lo denunciara? Sólo en Yucatán se ven tales aberraciones. Sólo en Yucatán se ve que un delincuente como Audomaro Molina, cuyos delitos están penados por las leyes, tenga la audacia de acusará los hombres honrados que lo exhiben y encuentre apoyo en las autoridades que debieran castigarlo. Los delitos de Molina son múltiples y varios. La Carta Abierta de Canché, en que s’e le trata con demasiada consideración, no es más que un reflejo pálido de la verdad, de la realidad espantosa que nosotros vamos á exhibir sin velos, para que todos sepan quiénes son los Molina; para que todos juzguen si estos individuos son dignos de gobernar un pue blo ó de arrastrar la cadena de los galeotes. Los hechos que vamos á referir hubieran bastado en cualquier país, que no fuera el nuestro, para abrir á los Molina las puertas de una cárcel. En la finca “Cumpich” de Audomaro Molina Solís, trabajaban Antonio Canché y sus dos hermanos, teniendo con ellos á las mujeres de su familia. La madre de los Canché está paralítica desde hace años, y en varias ocasiones en que sus hijos trataron de llevarla á Mérida por haberse recrudecido la enfermedad de la anciana, Molina se ha opuesto tenazmente, pues teme que, si deja salir á la enferma, sus hijos se queden con ella, perdiendo él esos sirvientes. La pobre baldada permanece aún en la Hacienda quieo» por medio de amenazas, y si Molina persiste en su cruel-pretendio obligarla á descubrir dad como es seguro, sera respon-donde estaba su marido, cuya sable de que la enferma muera aprehensión no se había logrado sin recibir los auxilio de la cien-todavía. Como no consiiruieran • cia. Un hermano de Antonio Canché tiene graves quejas contra Molina. Hace unos diez meses que el joven José Ma Ancona, hijo del acaudalado propietario D. Ramón Aucona Eolio, fué á cazar, acompañado de un cura gachupín. en los alrededores de la finca “Cumpich.” El referido hermano de Canché estaba trabajando en aquellos, y fué herido por una bala de los cazadores que le atravesó el cuello. Puesta la noticia en conocimiento de Molina, éste, lejos de trasmitirla á la autoridad, la ocultó cuidadosamente, Kara explotar después el asunto. [andóal herido, casi agonizante, Si no estuviéramos acostumbrados á ver en nuestra Patria; desde el entronizamiento de la Dictadura tuxtepecana, el desolado campo de todás las iniquidades y de todos los crímenes, nos parecerían inconcebibles los hechos inauditamente infames que se registran en Yucatán bajo la tiranía de Olegario Molina, ese Gobernador rapaz y desalmado, que es un distinguido miembro del grupo científico y cuyos actos pueden dar una idea de lo que s