vivir, la que ipipresiona a los hijos y la que adquieren los hijos. Yo tengo un nieto muy gracioso, como todos los nietos. Una de las cosas que me sorprende es verlo cómo me imita. Si cruzo la pierna de cierta manera, él también la cruza. Si me siento a leer, él también se sienta, y si me pongo a escribir él hace lo mismo. Pero cuando le digo que cruce la pierna, que se siente a leer o que se ponga a escribir. ¡no lo hace! No es raro verlo tratar de hacer algo que ha visto que hace un adulto. Las palabras, los gestos y aun las cancioncitas que cantamos las repite magistralmente. como cuando me dijo: "No seas tonto ‘buelo, eso no se hace así.” Muchas veces lo vemos en el patio jugar fuegos que no entiende. Estas imitaciones son reveladoras, nos indican el poder del estímulo que sale de la rutina familiar y que obran sobre el niño. Todo este bombardeo de influencias inconscientes penetran indeleblemente en el niño debido a la tendencia del niño para absorber. Y a todas ellas les da la bienvenida porque las necesita para su crecimiento. El dominio de estas influencias familiares son aún mayores debido a que el niño no tiene discriminación. Esta solicitud infantil para aceptar toda influencia doméstica es natural tanto en el niño moderno como en el niño primitivo. En nuestros días el niño es más capaz para notar las inconsistencias sociales y los conflictos de prácticas divergentes que los niños primitivos. Y aun en los padres, el niño es capaz de sentir las diferencias de comportamiento, y en su crecimiento descubre la diversidad de estímulos que vienen del ambiente social. El hogar destrozado por Ir separación emocional del padre y la madre que se han enredado en la locura de la incompatibilidad le ayudan a ver más claramente la desgracia de sus padres. Muchas de las actitudes de los niños las asumen de sus padres inconscientemente, todo porque el niño embebe las impresiones sin discriminación. Los padres que se quejan de enfermedades, reales o imaginarias, en la presencia de sus hijos, se convierten en obstáculos emocionales para sus niños debido a la solicitud de éstos para aceptar tales sugestiones. El resultado será un temor morboso a la enfermedad o un hábito crónico de queja. Estos son hábitos que se hacen problemas en los niños muy a pesar de los deseos de los padres. Para orientar al niño hacia una vida mejor es necesario hacerle comprender sus propios intereses. Este reconocimiento de sus intereses le dará motivo para la preparación emocional de su vida. De be haber de parte de loa padree una consideración doméstica de valorea, y un programa para enseñarlos. Pero estos no deben enseñarse con ti despotismo doméstico que se nota en muchos hogares. No es suficiente que se señale lo justo o lo recto de los valores familiares. Es necesario que la familia interprete sus valores, su programa de vida, su religión, de tal manera que pueda ganarse la aprobación y la cooperación del niño. Su respuesta ha de ser más que un consentimiento intelectual, o un reconocimiento de la lógica del adulto, por no decir despotismo, este programa de someter al niño al programa familiar debe de ganar el apoyo emocional del hijo. Esto quiere decir que los hijos deben encontrar en la situación doméstica oportunidades para expresar su interés propio. Si por lo contrario se obliga a los hijos a aceptar el régimen de la familia y se les demanda a aceptar sus valores, los hijos se rebelarán emocionalmente o tendrán una experiencia de conflicto interior. Muchos de los padres piadosos, con muy santos deseos de conducir a sus hijos en la vida espiritual, suelen descubrir para su propia consternación, que sus hijos, a la larga, después de todos sus cuidados y mandamientos, se apartan de la religión y las cosas espirituales. Y no saben por qué resulta esto cuando ellos han sido tan escrupulosos para enseñar a sus hijos a ser religiosos. La razón de tal desgracia yace en los padres que han usado de despotismo paternal. Muchos de los casos de delincuencia juvenil provienen de esta manera. La delincuencia de niños que viven en hogares convencionalmente buenos es asombrosa, y se explica por el hecho de que muy a pesar que la familia tiende a reconocer y respetar las normas sociales y religiosas, sin embargo, su ambiente como el niño lo vive, está muy distante de ser bueno. Hasta llega a ser hipócrita porque, superficialmente el ambiente del hogar puede ser bien ordenado, y los padres pueden esconder los profundos conflictos y antagonismos que los embargan; pero el niño es muy sensitivo, él siente todo, y así se crea en él un emocionalismo insano que destruye su personalidad. Todo esto no quiere decir que hemos de dejar a los niños en una especie de libertinaje salvaje. No. Lo que queremos decir es que el niño ha de tomarse en la confianza de los padres y hacerles ver por interés propio que los valores supremos asumen una parte principal en la vida, y que ha de haber una especie de cooperación entre él y la sociedad si desea adquirir reconocimiento en la misma. EL HOGAR CRISTIANO