162 REVISTA EVANGELICA Marzo güilo del hombre, y bañe en perfume de rosas su vanidad, estas religiones de cojín son magníficas al efecto. Pero si el propósito verdadero es poner al hombre frente por frente con su conciencia y con su Dios, enseñándole toda stf maldad, y lo mucho que se ha distanciado del Eterno, entonces estas religiones de cojín carecen de lo fundamentalmente necesario para ese fin. Una cosa es buscar cazar almas. y otra cosa muy distinta es buscar y salvar almas. Para cazar almas no se necesita más que enseñar a los hombres el error, porque es la condición humana que viviendo en el error y en la maldad, se desee seguir en ese error. Para "cazar almas’’, es bueno hablar al hombre, moder-nistamente. de aquellas cosas que le agradan, y no hablarle de aquellas cosas que le desagradan, aun cuando estas cosas estén clara y perfectmente enseñadas en la Palabra de Dios. Es más, para “cazar almas", es bueno hasta llegar a decirle al hombre que la Palabra de Dios, aunque es la Palabra de Dios, puede equivocarse. y que las cosas que enseña, no han de ser tomadas ni consideradas como cosas fundamentales. Para "cazar almas”, en fin, no hay más que “darle al hombre por la vena de su gusto”. ¡Y esto es precisamente lo que están tratando de hacer muchas personas, que todavia se llaman cristianas! Pero, para tratar de salvar el alma, se necesita mucho más que todo esto que bien pudiéramos llamar hojarasca; para tratar de salvar el alma, se necesita, im prescindible y absolutamente, edificar “sobre el fundamento que está puesto, el cual es Jesucristo” (1 Cor. 3:9-23i. Y para poder edificar sobre este único fundamento nuestra casa espiritual, necesitamos comenzar por reconocer que el terrano de nuestro corazón está desnivelado y lleno de escombros ,y que necesita una radical limpieza, por medio de la operación del Espíritu de Dios. Y después de esto, hay que seguir empleando, en la edificación espiritual, aquellos materiales que son apropiados al fundamento que hemos puesto; porque nadie que edifica sobre el fundamento puesto por los apóstoles, el cual es Jesucristo, pone en su edificación hojarasca. En otras palabras, y hablando literalmente: el que cree en Cristo. tiene que creer en él absolutamente, y no con reservas mentales, ni con limitaciones; porque creer en Cristo de una manera parcial, con limitaciones, aceptando algunas de sus enseñanzas, y rechazando otras, es realmente no creer en él. La “religión de cojín” oculta, bajo estos almohadones donde las almas se adormecen, multitud de áspides venenosos, cuyas heridas son dolorosas y requemantes, que producen un terrible escosor. que envenenan la sangre, amargan la vida, y dan una ingrata y bien perceptible sensación de inseguridad. ¡Y hay que huir de esos áspides venenosos! Hay que buscar para el alma el verdadero fundamento de la fe y de la paz; hay que buscar para ella un fundamento sólido, peí durable, w. fundamento tan