Conversaciones Espirituales • DESDE JAUJA. Mi muy querido colega: Las conversaciones de alto coturno que antes tomaban tema en el de la moda, por ejemplo, se han ido modificando a favor del soplo democrático que nos perfuma el ambiente, como verás en esta mi décima-sexta epístola. Ah'ora el obligado tópico es el de la carestía y escasez de los "comestibles y el de la falta de servidumbre doméstica. Las personas que mejor visten y que todavía conservan sus habitaciones de lujo, a pesar de la racna eva-fiscadora apenas reciben una visita, ya están abordando el interesantísimo punto de los víveres, adicionado con el no menos importante de los criados, entre exclamaciones de asombro y lamentos agudísimos que se pierden en los espacios ínter-planetarios. Antaño, hablar de cosas tan prosaicas hubiera sido algo menos que pecado de heregía. A semejantes vulgaridades no se abajaba nadie que tuviera medianos principios de cbltura secial: pero felizmente heqios penu-do la vergüenza a este respecto, sin que en otros particulares hagamos uso de ella, por su incompatibilidad con los ideales que hoy informan el espíritu público. Y una vez perdida la vergüenza, nos hablamos todos con el mayor desparpajo de las intimidades domésticas. Cuando la dictadura nos tenia con el dogal al cuello, ni el más pobrete era capaz de platicarnos que su ali-jnentación estaba a base de tortilla y con presindencia absoluta de otro manjar menos democrático. Muy al contrario, la presunción solia recurrir al engaño, ponderando la suculencia de los platillos imaginarios que cada quien paladeaba a domicilio, para darse tono de gentes de pro devotas del Señor del buen diente. Hoy han desaparecido esos escrúpulos candorosos y esas mentirillas inocentes, sustituyéndoseles con una franqueza y una familiaridad que Uu son sino hijas legítimas de nuestra flamante democratización. Las niñas de más rumboso abolengo elaboran el pan, espuman la olla, pican la cebolleta, despluman las a-ves de corral, presencian cabe el fo gón el “maromear" de los frijoles que hierven, y hacen, en suma, todos los menesteres de la cocina, sin que les cause el más leve rubor comunicarlo a sus amistades, y antes bien alardeando de su pericia culinaria. Caballeros que en la era ominosa no habrían puesto los pies en una carnicería para pertrecharse de las raciones indispensables al consumo de la familia, se presentan hoy con la mansedumbre y resignación de un Job de levita en el indicado establecimiento, compran los bocadillos de su preferencia. y a casa con ellos, ya sea colgando de ¡a clási'a 1 ita nacional, ya irreverentemente envueltos en na diario carrancista. Amplifica el cuadro hasta donde te plazca, mueve a tu antojo las figuras. y tendrás a esos mismos caballeros, ya con su jarra de leche al asomar el alba, ya a la propia hora, con la canasta rebosando vegetales llevada al razo, ya a plena luz febea con su par de “posturas de ave" en la mano, etc., etc., trajines todos ellos en que no se habían metido antes de desbordarse sobre Jauja la libertaria corriente___¡Y tan corriente! Sé de un individuo a quien su mujer puso en este predicamento: “O vas al mercado por ajos y cebollas, o te sien tas a leerme el decreto sobre el divorcio". Y espantado el hombre, echó mano a la-canasta y se lanzó a ¡a calle. Cualquiera pensará que pues los comestibles no abundan y su precio es subidísimo, las gentes acostumbradas a vivir arrimadas a la estufa, deberían arrojar una cifra considerable de brazos dispuestos al servicio doméstico. Pero es el caso que no sucede asi, viniendo éste a ser uno más entre los fenómenos sociales que estamos presenciando. No hay ahora quien sirva. Este es el hecho mondo y lirondo. Y" si no sirven los de abajo, tampoco hemos de pretender que sirvan los de arriba. Y aún cuando lo pretendiéramos, sería inútil, porque está pronado que no sirven. Si hechos y no palabras es lo que convence, creo que lo escrito habrá de considerarse por ti como evidentemente, comprobatorio de que estamos llevando a la práctica el credo demo. crático. Nos gustará o nó el principio politico; pero cumplimos con él sometiéndonos a funciones que antes rechazábamos por inadecuadas a ciertos grados de cultura personal. Mirándolo con calma, este es une de los más plausibles efectos de la causa, porque asi no nos encariñamos ni con el dinero, ni con la dulce ociosidad, esto que Palavicini llamaría "dolce farnientc”. Se nos estrecha a agitar los músculos, a compenetrarnos con la vida doméstica en sus más minuciosas reconditeces y a compartir estas necesarias faenas con la porción femenina que contengan nuestros respectivos hogares. Si la esposa, la hermana, la hija, o la más venerable señora -de la casa, entran de lleno en el ejercicio de estos deberes, no hay razón para que el ser máscelo, permanezca en mullido divan mirando las estrellas y echando cálculos sobre si hay tantas como decretos en Jauja, o bien saboreando los editoriales de Rip-Rip entre las bocanadas de humo de un veguero con anillo dorado que ostente la imagen de la diosa Venus. Asi veremos que el dinero es de una ineficacia probada dentro del régimen igualitario, aparte de constituir una tentación, pecaminosa para nuestros salvadores, dado.que, según el criterio periodístico dominante, “EN LOS RICOS ESTA EL ENEMIGO CO-MfUN, Y ES PRECISO IR CONTRA ELLOS", motivo por el cual es preciso también no hacer ostentación de la veta metalífera. Y viéndosenos por las calles, enfundados en la levita, portadores de los alimentos cotidianos, nadie podrá sospechar que tenemos el arca repleta, ni habrá quien nos tache de enemigos del ejercicio corporal, testimonios ambos de nuestra identificación con el sistema igualitario que pide humildad y trabajo por más que en ocasio nes la doctrina flaquea, pues los diarios del carrancismp llaman “PROCER" a Don Venustiano; pero hay que suponer piad sámente que este es error de caja. Han haber querido llamarle PRECOZ o PROBE, epítetos que se le acomodan con perfecta justeza. Y aquí termino con un afectuoso abrazo para tí. Tu amigo, SIL VERIO.