me la vida. D. Ramón Corral, a quien yo analicé por primera vez con toda independencia y 1 seriedad, recibió la autorización para disponer de mi persona a su arbitrio. A la oportuna, inteligente y bondadosa intervención de un inolvidable amigo, prominente corralista que no hace mucho duerme el sueño eterno, y que me defendió con entereza y talento, debí entonces no ser víctima de un atentado. En 1911 la Legislatura d Chiapas me nombró Gobernador interino del Estado, puesto del que no llegué a encargarme por la oposición que me hizo el gobierno de don Francisco León de la Barra. ♦ ♦ ♦ Este año marca el triunfo de la revolución iniciada en 1910 y una fecha importante para mí. Al advenimiento del maderismo fui yo uno de sus fervorosos partidarios. Algunos de los más nauseabundos periódicos de México, calificaron esa actitud mía de falsa. Quien conociera mis prisiones de 1892-94, pero sobre todo mi entusiasmo de toda b vida por la tribuna parlamentaria, comprenderá que no podía yo menos de recibir con los brazos abiertos una de esas libertades en que podría florecer la tribuna mexicana. Desgraciadamente, ni Don Francisco I. Madero ni sus amigos estaban preparados para afrontar la formidable tarea que lé’s cayó de las nubes, pues ni él tenía en materia política otra cosa que ensueños de un romanticismo columbino, absolutamente lim pió de todo principio de gobierno ni administración. De allí mi ruptura con el maderismo, el 20 de Septiembre de 1912. Pero esto amerita explicaciones. Cuando don Francisco I. Madero llegó al poder, me propuse, en la me.-dida de mi posibilidad, allegarle elementos de estabilidad, dado que aquel no podía pretender ser un gobierno de fuerza. Don Francisco T. Madero a menudo repetía la frase de Lerdo “la prensa se combate con la prensa”; pero Jamás se dió cuenta de que el sentido de la frase es que la prensa de oposición debe combatirla un gobierno libre por medio de una prensa amiga . muy superior a la de oposición, pués en efecto, siempre careció de prensa que oponer a la que lo combatía. Yo me propuse convertir en realidad aquella frase. Mi plan consistía en lo siguiente: dominar El Imparcwil, para que con servándose independiente en apariencia, dejase de hacer la temible política que hacia en sus informaciones: mantener un periódico senu-ofícial que reflejara la opinión del gobierno; tener un diario de la tarde género a-marillo para combatir con sus propias armas a la prensa agresiva y altanera; fundar en Veracruz un gran diario redactado por telégrafo desde la Capital para dominar el público jarocho y el de Tehuantepec y Chiapas; fundar otro gran diario en Torreón redactado también telegráficamente desde México para dominar la opinión en fa frontera del Norte; e-jercer sobre los diarios de provincias un cierto dominio que les impidiera hacer oposición en las informaciones, y fomentar indirectamente la aparición en provincias de nuevos diarios que, aún siendo hostiles, desde su nacimiento vivieran sometidos en parte a nuestra influencia. Y todo sin pedir un centavo de subvención. Se necesitaba para esto un millón de pesos, pesos de plata o medios dollars, y aunque yo no tenia una peseta, conseguí el millón mediante la ayuda de un excelente amigo mío que reside en la ciudad de México, pero cuyo nombre no daré sin autorización suya. Por cuenta del referido millón, se exhibieron desde luego ciento cincuenta mil pesos con los cuales se adquirió primero “El Demócrata Mexicano,” destinado a ser el diario amarillo de 'la tarde, a que antes aludí, y después “Nueva Era” que seria el sc-mi-oficial. “Nueva Era,” que desde su fundación filé un fracaso, estaba a la sazón quebrada en más de setenta mil pesos, que nosotros pagamos, al constituir la nueva sociedad, cuya gerencia en prueba de desinterés se confirmó a don Gustavo Madero, sin que él aportara un solo peso. Yo tomé la dirección de “Nueva Era” adonde, como se vé, entré por propio derecho, como entraría a mi casa, y no por el favor de los Madero. como creen algunos miles de bausanes: en realidad fui yo quien hizo el favor, pues “Nueva Era” estaba al desaparecer, agobiada de deudas. Al mismo tiempo trataba yo con D. Fernando Calvan la compra de “Revista de Revistas”: tenía ya encaminada la adquisición de “Arte y Letras” también con sus talleres y asegurada la mayoría de acciones de “El Imparcial”, en $350.000.00. * El resto del programa, o sea la fundación de dos grandes diarios en Veracrtiz y en Torreón, asi como el control de la información telegráfica en provincias, dependería de un con trató presentado a la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas, que substancialmente comprendía: lo.—El uso de un hilo telegráfico a Veracruz y otro a Torreón, durante la noche, pagando nuestra compañía los empleados que hicieran ese servicio y al gobierno una cantidad mensual por los hilos que se nos concedían. 2o.—El establecimiento en México de una Agencia Telegráfica, algo como la Associated Press, para dar a todos los diarios de la República una información completa de la vida mundial, mediante la autorización para poner todos los días dos telegramas circulares, uno por la mañana y otro por la tarde, a toda la República, pagando nosotros al gobierno un centavo por cada diez palabras. Como nuestros dos telegramas serían circulares, esto es. idénticos para todo el pais, el precio resultaba remu-nerador para el gobierno, pero aún sin serlo, ayudaba a un positivo progreso nacional, y nosotros, dando a la prensa de provincias un servicio muy completo y sumamente barato, dominaríamos la información, no con el propósito de suprimir la verdad, lo que habría sido torpe, sino de evitar las exageraciones perjudiciales al gobierno. Mas como la Gerencia de esa Agencia Telegráfica podría representar una enorme suma de fuerza política, para que no se creyera que yo podría utilizarla en mi provecho, manifesté a don Francisco I. Madero que, al constituirse la compañía, se crearían dos series de acciones: una, serie A, de acciones pagadoras, y otra de acciones liberales, serie B, que tendrían por modo exclusivo el derecho de remover libremente al personal di-. rctor y que se entregaría sin desembolso alguno al mismo don Francisco I. Madero, como garantía de nuestra pureza de intenciones. Por último, como toda aquella enorme organización periodística no podía producir ganancias sino puramente pérdidas, le pedíamos no una subvención, sino sencillamente que, sin privilegio alguno, se nos diera ocasión de obtener una ganancia legítima, concediéndonos todo el trabajo que el Gobierno Federal daba a las imprentas privadas, siempre que nosotros lo hiciéramos aprecio más bajo que el público ofreciera. XXX No obstante que don Francisco aceptó mis ideas con entusiasmo, el (Pasa a la antepenúltima pág.)