i¥:í ■■ Bll iii iliB Mordiendo nerviosamente un puro, con un delantal blanco bien íajado a la cintura, Paulino Fontes es hoy un hábil cantinero. enorme resignación, un . ÍT Z* *! hombre que hace once años ■ era no solamente poderoso en ■ # ** el cátnpo de la política de %, ' J ♦ México, sino también en el , económico, sirve tequila, cer-veza, coñac y ajenjo, tras del mosti’ador. de una cantina de Tijuana, Baja QaliTbrnla. —Ya, ve*usted, aquí de pobrecito, sirviendo a los clientes—dijo don Paulino Fon tes cpn sencillez a un Redactor de LA OPINION . que k) visitó hace pocos días. —-Peto ¡qué Quiere usted! Mire no más que íéimilÁon tengo!...—Y don Paulino saca una cartera, la abre cuidadosamente y muestra Ama fotografía en la que aparece rodeado- de sus siete hijos. Hace once años, y durante el régimen de don Venustiano Carranza, era don Paulino Fonteq Director General de los Ferrocarriles Nacionales de México. Pero .Fontes no sólo era Director de los Ferrocarriles, sino hombre de gran influen cia en los metfios políticos mexicanos y persona ^de gran confianza del Presidente de la República. LOS SERVICIOS PRESTADOS AL , CARRANCISCO - ■" # Originario'del puerto de Guaymas, pres taba sus servicios en el Ferrocarril Sur Pacífico, cuando inició su carrera política en 1910; Fue de los primeros antirreeleccionis-tas; pero mo se hizo notable sino hasta la revolución de 1913 contra el régimen del general Victoriano Huerta. Sus grandes conocimientos sobre el tráfico ferrocarrilero fueron aprovechados por el Pnmér Jefe del Ejército Constituciona-lista. Antes, sin embargo, y durante la estancia de don Venustiano en Sonora, el se-.fior Fontes era el encargado en Nogales, de dar alojamiento a todos los revolucionarios que se internaban a territorio sono-rense. Cuando las fuerzas revolucionarias a-vanzaron hacia el Estado de Sinaloa, fué el encargado de movilizar los grandes trenes militares. Después acompañó al señor Carranza al Estado de Chihuahua y, finalmente, hasta la ciudad de México, encargado siempre de la movilización de los trenes. AI surgir la división entre Carranza y ¡Villa, don Paulino marchó con el Primer Jefe al puerto de Veracruz, fungiendo de Intendente en la Residencia Presidencial es t&blecida en el edificio de Faros. Más tarde, cuando el general Alvaro Obregón inició la ofensiva contra el villis-mo, Fontes fue comisionado a las órdenes del caudillo sonorense. Fontes asistió a los famosos combates ¡de Celaya, Trinidad y León, moviendo tre- Resignado a su suerte, el que fue Director de los Ferrocarriles se Gana la Vida Sirviendo Cervezas nes de un lado a otro, en los momentos de mayor peligro. Triunfante la revolución constituciona-lista, fue nombrado Director General de los Ferrocarriles Nacionales. LA REBELION DE 1920 Durante los años que ocupó la Dirección de las Líneas Nacionales don Paulino se ocupó en la reorganización del sistema, que en su mayor parte había quedado destruido como consecuencia de la reve lución. Infatigablemente recorrió todo el país, dictando órdenes, dirigiendo obras, levantando nuevas vías. Y se encontraba terminando esta labor, cuando estalló la revolución de 1920. Poco antes de que estallara el movimiento, el nombre de don Paulino Fon-tes corrió por todo el país, al saberse que había obsequiado, en compañía del general Juan Barragán, una lujosa residencia en la colonia Cuauhtémoc de la ciudad de México, al Presidente Carranza. Cuando don Venustiano abandonó la capital de la República en Mayo de 1920, con su acostumbrada actividad Fontes organizó los trenes militares, Habiendo salido el último de la ciudad. Incansablemente el director de los Ferrocarriles, estuvo dictando órdenes durante los días terribles en los que el convoy presidencial se veía atacado en el camino a Veracruz, por todos lados. Derrotadas las fuerzas del Presidente de la República en Aljibes, don Paulino acompañó al señor Carranza en la peregrinación por la sierra del Estado de Puebla, hasta Tlaxcalantongo, siendo así uno de los pocos testigos de la trágica muerte de don Venustiano. A la caída de Carranza, Fontes Se expatrió voluntariamente; vendió todas sus propiedades y marchó a España. Aunque sus amigos refieren que cuando llegó a España depositó en un Banco cerca de dos millones de pesetas, cuando don Paulino es interrogado a este respecto, sonríe. ¡EN NUEVAS ACTIVIDADES! Estando en Madrid, resolvió emprender un negocio que él había conocido desde su juventud y que estaba relacionado con sus actividades ferrocarrileras: una compañía de Express. Pero los meses transcurrieron y la empresa, en lugar de dar algún producto, costaba mucho dinero. Fué así como empezó a perder su enorme fortuna, labrada en los siete años de actividades en los Ferrocarriles de México, y hasta que al fin resolvió terminar aquel mal negocio, regresando a territorio mexicano en los momentos en que empezaba la nueva campaña presidencial. Simpatizó con la candidatura del general Plutarco Elias Calles, y aunque no tomó parte activa en la campaña, obsequió al candidato cuarenta mil pesos, según refieren sus amigos. Sin embargo, el señor Fontes, cuando es interrogado a este respecto, sonríe con gracia y dice: —Sí; sí hice un obsequio a quien era mi candidato a la Presidencia.... Estuvo varios meses en México y volvió a salir del país, radicándose en la Habana. Pero los negocios en la capital de Cuba le “pintaron” mal, dice, perdió mucho dinero y regresó a México por segunda vez. Durante la campaña de Gómez, el exdirector de los Ferrocarriles Nacionales se reveló como orador político, y era señalado como el hombre de todas las confianzas del candidato presidencial. En octubre de 1927, Fontes salió de la ciudad de México acompañando al general Gómez en la aventura revolucionaria que culminó con el fusilamiento del candidato presidencial. Al fracaso del movimiento, el ex-poderoso jefe de los Ferrocarriles fue expulsado del país, refugiándose en los Estados Unidos. SU EXILIO EN LOS ANGELES Dos años y medio vivió don Paulino en el exilio, estableciéndose en Los Angeles. Compró un restorán en la calle Main, donde día y noche atendía a la clientela, siempre con sonrisas y caravanas. Hizo construir en el restorán un pequeño departamento, ricamente decorado con motivos mexicanos, en el que servía a la clientela elegante. Al ponerse al frente del restorán, don Paulino dijo: —Aquí voy a demostrar mis conocimientos culinarios—explicando emseguida —-Cuando estábamos en plena revolución en Sonora, yo atendía directamente al señor Garrama, y creo que jamás quedó^ incon forme con los ricos menus que le presentaba. Pero si don Paulino demostró bien alto que era un magnífico cocinero, parece que no fue lo mismo por lo que respecta a la administración. Fontes recorría las mesas, daba palma-ditas en el hombro a los marchantes, y les preguntaba con la sonrisa en los labios: —¿Ha probado la cabccita de puerco* ¿Y el menudito? Andele, hombre, pruebe el menudito estilo de Sonora, ¡verá qué rico está ...! Durante los meses que estuvo al frente del restorán, don Paulino se remozó; había llegado a Los Angeles dando muestras de visible cansancio por la campaña presidencial, y luego por las aventuras en las montañas del Estado de Veracruz. Un día el restorán amaneció cerrado. Fontes había fracasado. Se supo que había vendido también un hermoso automóvil que tenía y que había dejado la magnífica residencia que habitaba, para ocupar una modesta casita en un barrio apartadp de la ciudad. EN TIJUANA Pocas semanas después se le permñífé regresar a territorio mexicano, marchando a Tijuana. Ganando un módico sueldo semanario, trabaja actualmente don Paulino en una cantina de la población fronteriza. Mordiendo nerviosamente un puro, con un delantal blanco bien fajado a la cintura; en chaleco, de una de cuyas bolsas pende una gran leontina de oro, casi cal-vo y el pelo entrecano, se ha convertido en un hábil cantinero. Sirve la cerveza que un mozo le ha pedido para su parroquiano; sopla la espuma, levanta en alto la jarra, y grita para que el dicho mozo lo escuche: —¡Una cerveza! Y empuja la jarra suavemente por el mostrador, limpiando cpn cuidado el 1 ¡(luido que ha caído. Cuando algún americano le pregunta por algún brebaje extraño, el ex-Director de los Ferrocarriles Nacionales le contesta: —¡Oh, yca! yest e minut, ser... Y baja una porción de botellas. Antes de servir, quita el corcho de un tirón, arroja la botella graciosamente al aire, la vuelve a tomar; la empuña con fuétíía, y toi Ultras se lame los labios, la sirvo. Luego va al lugar del mostrador que ocupa el cliente, limpia con cuidado y espera el pago. Con rapidez se vuelve a la caja, marca el valor del artículo vendido, toma el cambio y lo deja frente a la persona a quien despacha. En menos de cinco minutes sirve a diez (Pasa a la Página 10.) PAGINA 3