busqué por todas partes, cordera mía. ¿Y qué diré a Raqtftl cuando me pregunte? Séfora hizo un gesto de indiferencia, enró y fué derecha al balcón; necesitaba aire. La noche había caido, las flores olían a miel. El malvís, al primer resplandor de la saliente luna, empezó a gorjear. El corazón de Séfora se colmaba, como un cuenco don de el vino aromado de las granadas rebosa. Toda la plenitud de la savia primaveral hinchada sus venas, y cada trino del pájaro aumentaba su ideal delirio. Sentía que amaba; que el amor, por fin, la vencía deliciosamente. Y fué necesario que Sara la llamase a gritos para que se apartase de aquel alto balcón, que tan Jejos estaba de la tierra y tan proximo al cielo bañado de opalina luz---- La mañana del Sábado de Gloria volvió Séfora a la encrucijada a esperar a su padre. Cuando le vió asomar, apoyado en su báculo, al modo de los antiguos patriarcas, se echó a su cuello y declaró con ardiente voz que suplicaba: —Padre, tengo que confesarte lo que sucede. Perdóname, no lo he sabido remediar. He ido al templo de los cristianos en estos días, y he visto el retrato de Rabí Jcsúa. ¡Tiene tu -misma cara! Es más joven, pero semejanza mayor no cabe. Callaba el negociante, sorprendido, hasta que al fin prorrumpió: Hija mía, no extrañes eso. Rabi Jesúa descendió directamente del Rey David, y yo-___yo, pobre traficante____, lo mismo. Por eso Jos varones de nuestra familia se han llamado siempre David. De nuestra casta esperamos que nazca el Mesías prometido. —Pues bien, padre, lias de saber que amo a Rabi Jesúa____ —¡Pobre niñal Hace siglos que el Rabi ha muerto, victima de los odios —respondió el israelita sencillamente. —Muchas vírgenes—contestó ella— se reúnen para amarle en solitarios monasterios, cerrados a las miradas profanas. ¡Asi lo haré yo! — ¡Reflexiónalo, Séfora! Sobre todo, que tu madre no lo sospeche. —No me importa. Siento un valor. una fuerza terrible que me impulsa. Yo misma se lo confesaré. No hubo que confesarlo: La noticia de la “conversión” se había esparcido por el pueblo. Al llegar a bu casa, el rostro lívido de la madre hizo comprender a la hija que Sara, indiscreta, había hablado. Raquel, sin embargo, no abrió la boca. Con manos trémulas, lavó los pies a su marido y los enjugó, descifiéndo- ‘■h se la toballa ceñida al talle. Después le sirvió la cena. Hacía un lunar argentado y el aire traía por el abierto balcón auras de flor de saúco y brezo. Séfora se asomó. Cantaba dulcemente el malvís, - y la niña pensaba en la felicidad* de amar siempre, siempre a Rabi Jesúa entre las paredes blancas del retiro, después de recibir en la frente el agua jordánica, que redime------Le amaría cada vez más. Le amaría por su éhiz, por sus clavos, por la cárdena brecha de su costado, por las espinas desgarradoras de su blanca frente____Moriría amándole y luego subiría hasta besar sus pies taladrados, llevando la mirra de su amor en un cáliz, como una ofrenda-----Y se re» diñaba, escuchando el pájaro misterioso____ Un vértigo nubló de improviso los ojos de la soñadora. Sintió como si en su .cabeza entrase una enorme tromba de aire que la asfixiaba. Aún oyó, en aquel supremo trance, el último y romántico arpegio del ruiseñor del Sil.......Luego, nada: su cuerpo rebotó sobre los guijarrros de la calle. Y la tradición asegura que baranda y balaustres habían sido aserrados por la mano implacable del mismo odio que crucificó a Rabi Jesúa. ______