DE COMO fíUELNA El Geimeral Luelo Blam©o Cuando Faltaban Minutos Intervino eon Exito para el Fusilaimiento Por el Lie. MIGUEL BUELNA (&n Entrevista con José C. Valadés, Redactor Viajero de LA OPIEION.) En e< capítuTo anterior, el licenciado Mi» duel Buelna relató, por conducto de nuestro Redactor Viajero, cómo su hermano Rafael se lanzó a la Revolución en 1913, narrando sus primeros triunfos y describiendo la audacia v la valentía aue lo hicieron famoso. Luchando por su cuenta, aunque unido al programa de Carranza, Buelna se hallaba en Tepic cuando por disposición del Primer Jefe quedó a las órdenes del general Alvaro Obregón, que avanzaba de| Norte, rumbo a la capital de la República. Obregón, conociendo el prestigio militar de Buelna, lo puso con sus fuerzas a la vanguardia de la columna. Asi, cuando Buelna tomó Tepic, nombró Gobernador y Comandante Militar del Territorio, sin consultárselo a Obregón. Este, disgustado, ordenó entonces a Buelna que pasara a- la extrema retaguardia. Buelna aceptó el castigo, pero al llegar a Ixtlán comunicó a sus lugartenientes un proyecto: aprehender a Obregón y fusilarlo. Los lugartenientes a-ceptaron el plan, y todo quedó listo para llevarlo a la práctica. De cómo Obregón fue, en efecto, capturado por Buelna, estando punto de morir fusilado, está contenido en siguiente capítulo: a el CAPITULO II Y ULTIMO ti*}* 'r'Tii ■ * Que decía que loa generales, jefes y oficiales de la Brigada Buelna, habían dispuesto que el genera] Alvaro Obregón fuera condenado a muerte, como una rara coincidencia se escuchó en la pieza cómo los soldados buelnistas formaban el cuadro en el pa- U^ima hora del Jefe del Cuerpo de Ejercito del Noroeste parecía gado. Sin embargo, Obregón sereno. El acta dictada por Buelna, declarando al general Obregón “traidor a la Revolución". • L>uclnita le dijo Obregón, por fin— 'listed está obrando precipitadamente... Buelna no respondió. Estaba dispuesto a terminar pronto. Cuando acabó de dictar el acta, hizo que fuera leída en voz alta. SALVADO POR LUCIO BLANCO Pero no terminaba la lectura del documento, cuando el general Lucio Blanco, seguido de otros jefes revolucionarios, hizo irrupción en la pieza. —¡Rafael, hombre; pero ¿que vas a hacer, Rafael!—exclamó el general Blanco. I op a fusilar a éste, por intrigante y por traidor’—contestó Buelna, señalando a Obregón. Más serenidad, Rafael, más serení' dad.insistió Blanco, y tomando del brazo al joven general, salló al corredor del hotel. Eran aquellos momentos, de gran expectación. En el patio, un pelotón de soldados esperaba al reo; en la pieza, el general Obregón comentaba el incidente con los recién llegados, asegurando a los lugartenientes de Buelna que este no tenía razón alguna para proceder como había procedido. , Después de conferenciar durante varios minutos con Lucio Blanco, el general Buel na entró rápidamente a la pieza donde estaba Obregón y tomando el acta que había dictado, la rompió. Blanco tomó a Obregón también del brazo y lo llevó al corredor. La conferencia entre amitos generales duró lárgos mi- haber Ile-continuaba terminaba pectaclón. En el patio, un pelotón de ñutos, durante los cuales, el general Buelna dió muestras de profundo disgusto, a-chacando a sus lugartenientes la falta' de vigilancia en el hotel. Buelna supo después que el capitán Jesús Garza ae había escapado para ir violentamente a dar aviso al general Blanco de lo que sucedía. Momentos después, sin embargo, y gracias a la intervención de Blanco, los generales Obregón y Buelna se abrazaron. Obregón dictó inmediatamente órdenes para que la Brigada Buelna marchara junto con las caballerías de Lucio Blanco en la extrema vanguardia. LA PERDIDA DE DOS LUGARTENIENTES Buelna peleó en Orendáin y avanzó con el ejército constitucionalista hasta la ciudad de México. Ya en la capital de la República, perdió a un segundo lugarteniente: Rafael Garay. Al primero, Vidal Soto, lo había perdido en las, cercanías de Tepic. Poco después de la toma de Tepic al general Vidal Soto dijo a Buelna: 2lfi general, permítame que salga en persecución de los federales. Entre los federales va un capitán Manzano, que golpeó horriblemente a mi padre, y que fue por lo que yo me levanté en armas, jurando vengarme. Buelna accedió a la petición de Vidal Soto, quien alcanzó al enemigo quiilo, dando muerte a Manzano, dando también él muerto en el batalla. Garay, el otro lugarteniente de Buelna, no murió en combate: Fué l_ ' en el hotel Cosmos por el general ' Banderas. Banderas y Buelna habían tenido un serio altercado, al final del cual Garay salió en defensa de su jefe, quien se acababa de ausentar, siendo entonces asesinado por Banderas. Rotas las hostilidades entre la Convención y el Primer Jefe del Ejército Cons titucienalista, Buelna salió de la ciudad de México, regresando al territorio de Teñir en Jalis-pero que-campo de asesinado -.1 Juan PAGINA 14 El joven general ocupó el gobierno y la Comandancia Militar del territorio, 4 inmediatamente se lanzó sobre el Estad* de Sinaloa, con intenciones de comuiiícai se con los elementos de don José María Maytorena. Pero el general Ramón F. Iturbe y suu lugartenientes Juan Carrasco y Ernests Dam y, le salieron al paso. El Comandante Militar de Tepic escogió para presentar combate a las fuerzas carrancistas, el cerro de La Muralla, casi en los límites de Sinaloa y el territorio tepiqueño. La suerte favoreció a loa buelnistas, quienes hicieron retroceder a Iturbe hasta el puerto de Mazatlán. Buelna avanzó hasta Villa Unión, donde dejó como jefe al coronel Gándara. La situación de los buelnistas era privilegiada y Gándara s© confió demasiado de ella, dejando que el general Juan Carrasco se acercara a la plaza y cayera sobre ella sin dar tiempo a que organizaran la defensa. Fue tai la derrota sufrida por las fuer zas de Buelna, que los carrancistas avanzaron rápidamente hasta Escuinapa, Sin. El general Buelna estableció entonces, nuevamente su línea de defensa en el cerro de La Muralla. Pero al mismo tiempo que se atrincheraba, el general se dirigió al general Villa, pidiéndole elementos de guerra para continuar la lucha. La Muralla quedó convertida en una posición inexpugnable, habiéndose encargado de las obras de defensa el ingeniero Juan de Dios Bátiz, jefe del Estado Mayor de Buelna. Varios meses permanecieron los buelnistas en La Muralla, deteniendo el avance de las fuerzas del general Iturbe y esperando los elementos pedidos al general Villa. Pero el tiempo pasaba y la situación era cada día más difícil. Los carrancistas emprendieron una terrible ofensiva sobre las posiciones villistas, habiendo logrado en una ocasión el general Maclovio Herrera, apoderarse de La Muralla, pero fué desalojado gracias a la temeridad del general José Miramontes, a quien Buelna había dicho en los más terribles momentos del combate: —Viejecito: Los dos vamos a atacar el cerro que nos quitaron: Tú por atrás y yo por delante. Viejecito, dame ahora un abrazo, porque o los dos quedamos muertos o los dos nos vemos en la punta del cerro. Emocionados se abrazaron los dos generales. Media hora después, el general Buelna escuchaba las dianas en la posición recuperada por Miramontes. A pesar de estas victorias parciales, la situación de los buelnistas era insostenible. Después de haber recuperado La Muralla, el general fue informado que sus soldados tenían solamente diez tiros por* plaza. Buelna tomó entonces una resolución suprema: concentrar su gente en el norte de Tepic, mientras conseguía que e] general Villa le proporcionara el parque que necesitaba para continuar la lucha. Sigilosamente hizo que sus fuerzas a-bandonaran las posiciones que tenían en La Muralla y se retiraran hacia Tepic y luego hacia Ahuacatlán. Para engañar al enemigo y dar así lu. ■ gar a que la retirada s© hiciera en pleno orden, el joven general cayó una noche inesperadamente sobre las fuerzas de Carrasco, sembrando el desconcierto y muerte. Seguro de que los carrancistas tardarían varias horas en reponerse de la agresión, S6- retiró tranquilamente hacia el ñor te, llevándose todos los elementos que pudiera haber aprovechado el enemigo. Evacuó Acaponeta, Santiago y Tepic " y estableció su cuartel general en Ahuacatlán, a la entrada de la sierra. Ordenó que sus soldados fueran desarmados en vista de que carecían de parque, y que fueran enviados a descansar a Amatlán de Jora y se limitó a establecer vigilancia en Maquesada y el Puerto de Ceboruco las dos únicas entradas a la sierra, y que por su situación ventajosa, podían ser defendidas por unos cuantos* hombres contra todo un ejército. Y al mismo tiempo que establecía su cuartel general en Ahuacatlán, llamó a. su hermano Miguel, y le dijo: Miguel, vas a ir en busca del general V illa a Zacatecas, a Aguascalientes, a León, a Celaya, a donde se encuentre, y le vas a llevar una carta en la qu© le pido nuevamente y por última vez armas y par que, corre y regresa pronto. Y Buelna instruyó detenidamente a sp hermano, sobre lo que debería decir a] general Villa. CON VILLA Con una escolta de veinticinco hombres y depuesto a llegar hasia donde se e?i- Vie je cito, dame ahora un ia.