_________ Y en el ruido que incierU La, queja, del pecho herido, Y queda el ¡ay! confundido Y (pieda el alma desierta. Parece que alguien murmura Sentida endecha de amor,...... ¿Será, el dulce ruiseñor? ¿Será, el aura que susurra? ¿0 la queja de amargura, Los suspiros amorosos Que se escapan misteriosos Del sensible corazón?.... Ls el alma, en su aílixión Que exhala tristes sollozos. Ven á, mi lado amorosa Acércate, amiga mía., Quiero oir en mi agonía, La. cadencia, rumorosa. Del sufrir de tu alma hermosa; Y contarte entristecida Las congojas de mi vida,, ()ue en tus palabras encuentre b'l concsuelo que concentre El goce del alma, herida- Eucilia GAltCIA. iSlMiEm! ¡Cuán largas son las horas, Contadas por quien sufre!____ Cuan lento pasa, el tiempo (L>ue, mide un corazón, (¿ue está despedazado Por hórrido tormento, Y mide á cada, instante l n nuevo sinsabor! ¡Cuán largas son las horas ()ue paso sin mirarte Y cuanto sufro...¡cuanto .. Si estoy lejos de tí! ¡Cuán tristes me parecen Laflor, el cielo, el agua____ Y el vivido plumaje Del bello colibrí ¡Cuán largas son las Loras Que paso en esperarte Y cuanto ta rdas!____¡cuánto, Oh, aliento de mi ser!____ Te busco en los destellos De la. rosada aurora. Y en los enlajes do oro De gualda, y rosicler. LA VIOLETA. ‘2í)_________ Mi ardiente fantasía, Se forja una quimera Creyendo en todas partes 'fu imagen encontrar Y sí estrecharte quiero, Sedienta, de ternura, Se cambia, en polvo....en nada... Mi ensueño al despertar. Tal es, bien de mi vida, El hondo sufrimiento ()iie lejos de tus brazos Me chiva el aguijón, Surcando mis mejillas En lágrimas trocada. La amarga hiel que brota. Mi pobre corazón. Ana MAREA. LA COLERA. La cólera, el odio, la soberbia y la avaricia son pasiones, que como comprende rcis, además de hacernos infinito mal, perjudican también al prójimo. La cólera nos daña dedos modos: el. primero por la violenta alteración (pie produce en nosotros: el aegundo, porque privándonos de la reflexión, nos expone á comet er cualquier exceso. Un hombre arre balado de cólera es lo mismo que un furioso ó frenético que no sabe ya lo que hace. Para no ocurrir jamás en tal desgracia, es menester comenzar desde la infancia a moderar nuestras pasiones, y orar a, Dios para vencerlas. Los muchachos son muy propensos y expuestos á la. cólera: cualquier leve ofensa que se les haga, ó bagatela que cont radiga á su gusto, basta para irritarlos. Es menester, pues, que desde muy temprano aprendan á sufrir con paciencia lo que pueda disgustarles; haciéndose cargo de que sería la pretención más necia del mundo, querer que todas las cosas saliesen á medida de sus deseos* , P r i n c i pa 1 m ente deben acó s t u mb rars a tolerar con tranquilidad las ofensas, no hacer lo que las víboras, que^ muerden a! momento al que las toca. ¿Cuantas veces sacede que nosotras mismos por inadver-