8 de Noviembre de 1953 LA ESPERANZA Página 3 5EMM1 fiELIGIOM 46» ¡V/Zr/. (MF FLORES DE LA LITURGIA “Mis pensamientos, dice el Señor, son pensamientos de paz”. Así comienza la Misa del domingo XXIV después de Pentecostés. Dejemos hoy los pensamientos de temor de que está lleno el Evangelio de este día, para dar lugar a los pensamientos de consuelo con que nos brinda el Introito. Los designios divinos cuando nos envía tribulaciones son de paz para nuestras almas; las pasiones que permite se levanten contra nuestra alma las permite para la tranquilidad del espíritu, que al fin triunfa y domina; los consuelos y ayudas de su Providencia sirven de pruebas de amor y lazos de caridad que nos dan reposo en Dios o nos elevan con gozo a lo celestial. Analicemos estos rasgos de la conducta de Dios con los hombres para admirarla, agradecerla y buscar la virtud que nos da paz, evitando el vicio que nos turba y remuerde. Dios quiere que su santa gracia obre en nosotros regenerándonos y destruyendo la obra del pecado en nosotros; vino precisamente a este mundo para salvar lo que había perecido y destruir el hombre viejo para introducir nueva forma moral en el hombre a su imagen y semejanza. De aquí que nos envíe pruebas con que se quiten los efectos del pecado, y que al tratar de regenerar lo que en nosotros está degenerado sintamos alguna contrariedad y tribulación, que termina con paz si nosotros nos echamos de parte de la gracia. Este es, pues, el designio divino: poner las cosas de nuestra alma en su propio lugar con el gozo y paz consiguientes, aunque para ello tengamos que sufrir violencia y sentir la tribulación. Pero aun dentro de nosotros hay lucha que nos turba, hay pasiones que excitadas con desorden ’se oponen a las nobles aspiraciones del espíritu. Esta misma lucha está ordenada por la divina bondad, para la paz del alma, las más de las veces en los buenos cristianos. La victoria contra los desarreglos de las pasiones da mayor fuerza al espíritu, qúe desde entonces domina a la parte inferior y la tiene sujeta con la voluntad de quien manda y la razón de quien dirige. A todo esto ayuda el Señor con su santa gracia, la cual viene en auxilio del espíritu para superar las tribulaciones y dar victoria sobre las pasiones. Y nótese el amor con que en esto procede la Divina Providencia, que no nos fuerza, ni siquiera nos humilla cuando viene en nuestro socorro, sino que de tal modo nos da su gracia, que no distinguimos si el vencer lo hacemos con nuestras fuerzas o con ayuda ajena. Alabemos, pues, la divina misericordia en tener designios de paz para nuestras almas, y procuremos cooperar a tales propósitos divinos, dándonos a la virtud que da paz y combatiendo el desorden que produce intranquilidad y alboroto. PIUS SAN MARTIN CABALLERO El popularísimo San Martín nació en Sabaria de la Polonia, Hungría, de padres gentiles. Contra la voluntad de éstos, cuando contaba diez años, se inscribió entre los catecúmenos. A los quince, entró en la milicia, como estaba ordenado a los hijos de los tribunos. Entrando un día en Amiens, presentósele un pobre tiritando de frío y pidiendo limosna. Como Martín nada llevase, sacó su espada, cortó la mitad de su capa y la entregó al menesteroso. Por la noche apareciósele Jesucristo y le dijo: "Martín, todavía catecúmeno, me vistió con esta capa". A los 18 años se bautizó, abandonó la milicia, partiendo a Poitiers para recibir la instrucción del obispo Hilario, quien le contó en el número de sus acólitos. Volvió a su país para convertir a sus padres, y si no consiguió la conversión de su padre, obtuvo la de su madre y de otras personas. Atacó a los herejes y hubo de sufrir azotes y por fin el destierro. Volvió a Poitiers donde edificó un monasterio y resucitó dos muertos. Nombrado por unanimidad obispo de Tours, fue consagrado, a pesar de su resistencia, y también allí edificó un monasterio. Siendo de 81 años, vió llegar tranquilamente su hora, y como sus discípulos se lamentaran de su partida, dijo: "Si todavía soy necesario, no rehuyo el trabajo". Después de decir: "Dejad que mire más al cielo que a la tierra^’, expiró el año 400. oyéndose canto de ángeles.