- - - CLAUSULAS DE ORO - - - Fragmentos de Discursos de Dn. Justo Sierra (Trozos brillantes del Discurso inaugural del Congreso Pedagógico ' iV' pronuncado el 13 de Septiembre de ' v . i J' lylU.} । * Para coronar esa obra etlncativa que comprendéis bien, que seguís por instinto, pero intensificaréis y sistematizaras por obediencia a vuestra convicción y por acatamiento a la ley; Para rodear’a de una aureola de luz. elevad en el niño al hombre interior en un perpetuo.sr-rsum corda hacia la Párna, ella jimta las tumbas y las cunas, los dolores y las f ..res, los amores y las espinas, los altares y jos talamos, ¡og recuerdos y los ideales; • ella, que es por sortilegio del tiempo, nuestra madre y nuestra hija a la vez. debe sumarse a todas nuestras creencias, a todos nuestros deberes, a todas nuestras fatigas, a todos nuestros triunfos. Ella, su simple evocación, posee ese magnetismo pii-lagroso que. en la hora en que no predominan en nosotros las pasiones malas, realiza la concordia cívica, la unión de las almas en un mismo sentimiento de consagración hacia un fin que no es un interés, ni una ventaja, ni un provecho; que suele ser lo contrario de todo esto, y por ello es un sentimiento religioso, una sugestión divina de la forma en que el humanitarismo (porque adorar a la Patria es realizar en un fragmento concreto de humanidad el abstracto amor al genero humane), la forma en que el humanitarismo puede llegar a santificar la guerra y la muerte, la forma más altruista del egoísmo. Cultivad con amor, con piedad intima y profunda este sentimiento en el niño; no intentéis difinirlo para ellos; procurad hacérselos sentir, y, para ello, sentidlo vosotros mismos hondamente; no el amor a la Patria que borbollonea en frases fanforronas. en odios que ocu* tan rencores de envidia o literatura de agitación y de intoxicación sin sinceridad y sin heroísmo. No, nosotros adoramos a la Patria como adoramos a nuestras madres, por un deber, por un amor: sin consentir que se discuta. Estad seguros de que nada tenemos que temer del porvenir si h escuela cum- ple su misión; y cuando se os hable II en lamentaciones furibundas del peligro que pudiera amenazar a nuestra nacionalidad, seguid el consejo de León Gambetta, pensad, pensad en ello siempre; pero no habléis de ello nunca. XXX La religión de la Patria basta a la escuela; puede no bastar y de hecho no basta al hombre; pero a la escuela sí. Nosotros somos, no por espíritu sectario, no por bandería política, sino constitucionalmente y por patriotismo y por moralidad, nosotros somos laicos, laica es nuestra ley y laico nuestro espíritu; los mismos que hinchan la voz para predicaros odios de raza, alzan un gran clamor contra la escuela sin Dios. Cristianamente esto es una blasfemia, porque Dios está en todas partes; pero si lo que se quiere hacer creer a los ignaros, es que la escuela del Estado, que lleva la neutralidad hasta vedarse, como personalidad colectiva que es, aún la El Maestro más simple profesión de fe, ataca las creencias de alguno y se declara atea, entonces opondremos a este reproche el más absoluto mentís. Si la escuela laica no es de veras neutral resulta una calamidad nacional; si los encargados. de cuidarla y vigilarla no impe-dirnos" la más leve falta de respeto a las creencias de los niños, no cumplimos con. nuestro deber, y como somos responsables por elfo, debemos ser castigados. Porque la escuela laico no solo lo es porque, formando parte constitutiva del Estado, tiene que vivir dentro del principio de la libertad de conciencia, que es un dogma político, si no que por su carácter esencialmente educativo debe ser laica: imprimir en el espíritu de cada niño el hábito de respetar la creencia del otro; arraigar en él hasta en el subsuelo de la conciencia, permítaseme la frase, el hábito de la tolerancia, es casi educarlo por completo mo- Justo Sierra raímente, porque es hacerlo el hombre ideal el hombre social ,en toda la fuerza de la expresión. Os aseguro que si procuráis que el niño mueva su cuerpo armónicamente, respirando el aire puro y absorbiendo la salud del sol y la alega* del agua; que si ponéis én sus martes los instrumentos del trabajo manuaLy los lápices de colores, que son las lenguas infantiles de esa otra habla viva que es el dibujo, para educar en el los ojos y las manos y. al través de ellos, la facultad creadora de"*a inteligencia y la necesidad del orden en la acción: que si sabéis ponerlos en contacto intimo con las cosas, para que ellas sean sus maestras y la naturaleza entera su directora: si de la corriente de la vida cotidiana sabéis extraer las enseñanzas del respeto mutuo y de la necesidad del deber, para poder vivir y dejar vivir plenamente a los demás, y si sobre todo