en El ^ogar Por HUGO RUIZ Ü í/ •3 D < En una parte de su Carta a los Ctio-senses el Apóstol San Pablo expresa claramente los Principios Básicos y Prácticos sobre los cuales el hogar debe estar edificado siempre. Cuando ellos son en una u otra forma quebrantados, la unidad, la comunión y la confianza de sus miembros se rompe y se arruina tristemente con funestos resultados sociales. Como pastor, he sido requerido a menudo para que ayude a solucionar con algún consejo oportuno una de esas situaciones lamentables que amenazan trágica disolución familiar. Siempre he procedido de la misma manera: leo las normas apostólicas al respecto buenamente establecidas y apelo al buen sentido cristiano para mantenerlas. Testifico, que esa fórmula evidentemente sencilla casi nunca ha fallado. Justamente parque es una reglamentación de orden, de respeto, de buena moral. Yo recuerdo que precisamente alguien dijo una ves este proverbio aplicable y práctico: Si hay arden en el hoyar, habrá orden en la nación. Cuando hay orden en el hoyar y la nación hay paz en ellos y en el mundo. Un día se presentó a mi oficina una joven señora llorando amargamente porque su esposo la había golpeado. El no era cristiano, pero ella sí profesaba serlo. Le pregunté cuándo había sucedido el Incidente. Me confesó que había acaecido • Feeler de U Primera Igleela BawtUU de Cell, Colombia. muchas veces. Desde hacía meces su hogar era un infierno. Volví a preguntarle desde cuándo era un infierno. "Desde que él, siempre un hombre sobrio, comenzó a tomar licores’’, respondió tila. Le pregunté otra vez: "¿Cuándo comenzó él a tomar licores?” "Desde que me encontró ligeramente embriagada en una fiesta, a la cual él me había pedido que no fuera.” Allí tenía su origen el infierno familiar de que ella me hablaba. No se pueden quebrantar esas normas morales de orden, respeto y probidad sin trastornar la paz y la armonía en ti hogar. En el hogar la pas es resultado evidente de buenas relaciones basadas en esos principios prácticos y éticos que establece San Pablo. ¿Cuáles son? "Maridos, amad a vuestras mujeres." Yo sé que hay una pretendida filosofía que considera al amor como una mera flaqueza de la naturaleza humana, a la par que otros lo estiman como pasión pecaminosa. Biológicamente es una necesidad del ser moral. Más, en la ética cristiana es un deber insustituible que surge de la vida regenerada, en las más delicadas relaciones de la familia. Sobre él descansan los más agraciados tributos y cualidades de los cónyuges: la comprensión, la fidelidad, el respeto. Nada puede reemplazar ese afecto en la vida de una esposa digna. Leí en una revisto cristiana la historia de una joven señora, cuyo espoeo era verdaderamente solícito para procurar los elementos más IL HOBA1 CRISTIANO rudimentarios de la casa. Por consecuencia, ella tenía todo lo que cualquiera mujer podría desear generalmente: comodidades, lujo, tranquilidad, pertenencias personales. Bin embargo, siempre se le veía triste. Un día su espoeo llevó a la casa a uno de sus amigos más cordiales. En su presencia hizo alarde de todo cuanto poseía su señora esposa. Hizo énfasis en que nada le faltaba. Y en uno de esos arranques retóricos de generosidad emotiva le preguntó a su joven señora: "Dime qué te falto y lo tendrás al instante." Ella mirándolo intensamente le respondió: “Me falta tu amor". Esa era su esposa, pero ti tenía otras mujeres a quienes prodigar atenciones y afecto. Yo no sé hasta dónde sea de verdadera esta historia, pero he visto a menudo cuánto suden confundir la satisfacción personal de dar a sus esposas lo que necesitan para ocupar el lugar de tales en la sociedad, con el amor puro y sincero que le deben dentro de las responsabilidades cristianas. ¿En qué grado debe un hombre amar a su esposa? La Biblia especifica que debe amarla "como a sí mismo", que debe amarla "así como Cristo amó a su iglesia”. Implícitamente estas palabras denotan la naturaleza del afecto que debe profesarle: providencial ante todo, luego hasta el sacrificio. Suple si tiene que suplir, cree si tiene que creer, sufre si tiene que sufrir, espera ti tiene que esperar, soporto si tiene que soportar. En su carácter, ese afecto tiene que ser inmarcesible. ¡Nunca deja de ser! Y eso tiene su razón. La Biblia enseña que un hombre debe amar a su esposa porque ella es "tu compañera idónea”, "es vaso mát frágil*, "et heredera de la gracia de la vida”, et gloria del hombre”. De manera muy elegante alguien —creo que fue Mathew Henry— supo puntualizar así este deber: El hombre debe amar a su mujer, "porque la mujer fue tomada de tu costado para ser tu igual, de debajo de tu brazo para ser protegida por él, de junto a tu corazón para ter amada”. Otro principio enunciado por San Pablo es: "Casadas, estad sujetas a vuestros maridos." Es cierto que hoy día justamente las damas han obtenido el reconocimiento de sus derechos inalienables que la han colocado en sitio de igualdad y honor social. Antes eran sólo un instrumento triste, una cosa más cuyos únicos privilegios eran servir y trabajar, sin más prerrogativas dignas y amables. Todavía quedan lastres de esa laya en muchos lugares de la tierra. Hace pocos días que en uno de los organismos mundiales se denunció a pies juntólas a un 11 HOGAR CRISTIANO prominente dirigente árabe, de tener un vasto mercado de mujeres jóvenes con fines inescrupulosos y sórdidos. Le oí a un predicador amigo esto anécdota ilustrativa de cómo la mujer en algunos lugares aun en tiempos modernos no ha llegado a ocupar su digno sitial de ciudadana: En la primera guerra mundial un turista visitaba una aldea pintoresca de cierto país. De pronto vio a uno de los nativos que montado en su borrico era seguido a trote por su mujer. Le llamó la atención aquel proceder y le preguntó qué razón tenía para conducirse así. "Pues esa es la costumbre, amigo", fue la respuesta. Seis meses después ti turista regresó a la misma aldea, que ya había sido escenario de alL oías batallas, y por casualidad alcanzó a ver al mismo nativo montado en su burro, pero ya su esposa no iba detrás sino delante corriendo, por supuesto, aceleradamente. El turista paró al nativo y le dijo: "Pero señor, ¿cómo es que su señora no va detrás como es la costumbre?" "No amigo, mire usted, desde hace unos meses la costumbre ha cambiado, pues los bandos enemigos han sembrado de minas casi todos los caminos..." Hoy día la posición de la mujer ha cambiado considerablemente. Gozan de los mismos privilegios de los hombres: derecho al voto, derecho a la educación, derecho a la cultura, derecho a la responsabilidad, derecho a vivir en Igualdad. Pero... una cosa notoria para las señoras cristianas, es que ninguno de esos privilegios cancela su deber de sujeción a su esposo. No las hace independientes. Cuando una dama pierde ese sentido de responsabilidad personal ha subvertido ti valor moral de ser mujer casada. Yo no he encontrado todavía una expresión más dulce y atinada de sujeción personal, que bien podría aplicarse a esto relación de esposa, que las palabras de Ruth la moa-bita, para su suegra Noeml: "Donde quiera que tú fuetee iré yo...y donde quiera que viviera, viviré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios. Donde tú murieres moriré yo... sólo la muerte me separará de ti”. ¿En qué grado está señalada esa sujeción? La palabra final de la Escritura al respecto dice así: "Lot mujeres estén sujetas a tu marido como al Seflor”. Y allí mismo se da la razón esencial de ello, implicando su carácter conveniente y trascendental, diciendo: porque sí algunos ton desobedientes a loe palabrae, sean ganados sin palabras por el proceder de tut esposas... En otras partes dice: porque "el varón es la cabeza de la mujer”, porque "la mujer et la gloria del 7