EL SOL DE MA YO Por Juan A. Mateos I. Estamos en las primeras horas del 5 de Mayo de itíóz. Los celajes de la mañana comienzan a sonrosarse en el confín de un horizonte claro por las brisas purísimas de la madrugada. ¡En el fondo del cielo levanta su frente la Malint-zin como la deidad ante la cual se prosternaron nuestros mayores, y más allá esos dos gigantes hermanos cubiertos con su armadura de hielo, que se llaman Popocatepetl y el Ixtlacihuatlf El Atoyac corre tranquilo rompiendo en las márgenes de flores sus cristales trasparentes. La lluvia de la noche convertida en perlas y brillantes oscila en las hojas de los árboles y salpica la alfombra de esmeralda de lajlanura. La extesión está sola; algunas bandadas de pájaros atraviesajt por intervalos volviendo a desaparecer y dejando limpia y trasparente esa gasa que media entre el cielo y el abismo. La ciudad sale de las sombras de la noche y la luz comienza a iluminar su blanco caserío, y sus agujas se destacan con majestad y elegancia en el zafiro hermoso de la atmósfera. Entre las confusas sombras del amanecer, se percibe una serpiente de escamas de hierro que parece salir del corazón de la ciudad. Se escucha él ruido de sus anillos acerados, y se adelanta atrevida ejitre las laderas del camino, y sigue su ruta hacia el Oriente. Aquel monstruo es el genio de la guerra. Es un ejército que busca con sus armas el pecho de su enemigo. I Todo aquel ruido sombrío se apaga, y el silencio recobra su majestad y su dominio. Si un peregrino atravesase entre el crepúsculo de la manaba por aquellas rocas, no sospecharía ante aquel cuadro de paz y prolongada calma, que estaba sobre el formidable teatro de una catástrofe. II. ¡Rasgóse al fin la bruma del horizonte, y los primeros rayos de un sol incandescente reflejaron sobre los volcanes, alumbrando de súbito la ciudad, y las montañas, y la llanura, y vibrando en un cambiante de gloria sobre las armas de nuestro ejército, y dando de lleno con su esplendor en esos estandartes venerandos.nacidos en la hora primera de nuestra independencia!....... Las sonoras campanas de la basílica dieron el toque' del Ave María, y como si aquel toque hubiese sido, no un eco religioso, sino una señal de alarma, las músicas todas del ejército que iba a combatir, rompieron en sones marciales, a los que respondieron mil vivas de entusiasmo que repercutieron e