2'83:. LA., VIOLETA/' .HL O^OJ desgracia; cuando no son.contenidas por k- fuerza de voluntad ■ ó sea la, razon. Un hombre apareció á nuestra vista; tendría veintiséis aílos, pero en su rostro extremadamente pálido y estenuado, se veía la vejez prematura, ! marca" de lós;grandes sufrimientos. La caballera y barba crecidas, y su traje, aunque decente, participaba en mucho del indolente descuido de su persona. ¡El Loco! dijeron varias voces de la reunion; este se detuvo á corta distancia de nosotros y nos miraba con febril agitación, y como si nuestra presencia ejerciera una poderosa atracción sobre los recuerdos que afectaban vivamente el ánimo dé aquel desdichado. Nosotros á la vez observábamos con impresión dolorosa la exaltación que gradualmente se apoderaba de- sü Ser, hasta llegar en su pxtremo ,á producir en él un acceso, horrible: entonces levantó sus puños crispados ¡en actitud amenazadora, dirijiéndólos hácia nosotros, y con los ojos desme suradámente abiertos y el semblante contraido, rujió más bien que dijo: Si allí, allí esta la asesina de mi her • mano; y si como toda su ira instantáneamente se hubiese convertido en terror, huyó con precipitada carrera perdiéndose en los despeñaderos de la montaña. Casi todos exclamamos con acento conmovido; ¡desgraciado, más le valía morir! —-Escuche V. señorita,la historia de ese demente, me dijo.un caballero de edad respetable que se encontraba en esos momentos á mi lado; aquí todos la.sabemos, crea que V. lo ignorará por el: poco tiempo que hace reside en esta población. Es una historia á n)ás de dolorosa, terrible, y un patente ejemplo para los jóvenes de ambgs sexos. Antonio Herrera este es el nombre del desdichado que acaba V. de ver, aun no,hace tres años era el más ele gante, el/más correcto, en una palabra al joven de moda de esta sociedad. De temperamento ardiente, é impetuoso en sus sentimientos, las pasiones lo esclavizaban, lo olusca,. ban, hasta! arrojarlo en la pendiente de los más graves atentados. U.n.dia conopió una joven llamada Judit, muy bella, muy admirada, peño en extremo coqueta. Era una mujer de esas cuyo cora zón es un abismo insondable que pro duce* el vértigo Ven lós> que se asoman á él, precipitándolos en sus misteriosas sombras; de esas que primero convendrían en perder su virtud que el poder de su hermosura. Antonio tenia un primo á quien quería cómo un hermano y se llamaba Manuel: una noche los dos asistieron á tin baile y allí estaba Judit, hermosa como la primera ilusión dé amor. Su elevado cuerpo altivo y majestuoso envolvíalo un soberbio traje blanco, y sus blondos cabellos de un castaño claro rodaban en dos cascadas de risos sobre su nevado y redondo seno; parecia 1.a diosa de la hermosura meciéndose en las espu/ mosas olas de aquel mar de adula cion de sus adoradores, y nadie podría sospechar, al ver el fuego ele sus grandes ojos azules, que aquella existencia encerraba un corazón de már mOl. ,; : . Manuel fue atraído por el doble imán de la hermosura y coquetismo y se postró también ante el falso ídolo. Desde ese instante la ponzoña horrible dé los celos mató él amor fraternal que unia á los jóvenes Id mismo que la nobleza de sus sentí micntos y empezó para ellos una lu cha terrible qne los hacia fluctuar entre la santidad de sus deberes y el infernal de sus locas pasiones, Judit sentíase más satisfecha á1 medida que era más reñida la batalla; á -la 1 hatü