rudimentario* de ¡a caea. Por conee-cuenda, ella tenía todo lo que cualquiera mujer podría deeear generalmente: oo-modidadee, lujo, tranquilidad, pertenencia» peraonalea. Bin embargo, siempre »e le veía tríete. Un día eu eipoeo llevó a la caea a uno de eu» amigo» mi» cordla-lea. Kn »u presencia hlso alarde de todo cuanto poesía su señora esposa. Hlso énfasis en que nada le faltaba. Y en uno de eso» arranque» retórico» de generosidad emotiva le preguntó a su joven señora: "Dime qué te falta y lo tendrá» al instante." Ella mirándolo Intensamente le respondió: “Me falta tu amor". Esa era su esposa, pero el tenía otras mujeres a quienes prodigar atenciones y afecto. Yo no sé hasta dónde sea de verdadera esta historia, pero he visto a menudo cuánto suelen confundir la satisfacción personal de dar a sus esposas lo que necesitan para ocupar el lugar de tales en la sociedad, con el amor puro y sincero que le deben dentro de las responsabilidades cristianas. ¿En qué grado debe un hombre amar a su esposa? La Biblia especifica que debe amarla "como a li mismo", que debe amarla "así como Cristo amó a su ivlesia". Implícitamente estas palabras denotan la naturaleza del afecto que debe profesarle: providencial ante todo, luego hasta el sacrificio. Suple si tiene que suplir, cree si tiene que creer, sufre si tiene que sufrir, espera si tiene que esperar, soporta si tiene que soportar. En su carácter, ese afecto tiene que ser Inmarcesible. ¡Nunca deja de ser! Y eso tiene su razón. La Biblia enseña que un hombre debe amar a su esposa porque ella es "su compañera idónea", "es vaso más fráffü", "es heredera de la gracia de la vida", es gloria del hombre". De manera muy elegante alguien —creo que fue Mathew Henry— supo puntualizar así este deber: El hombre debe amar a su mujer, "porque la mufer fue tomada de su costado para ser su igual, de debajo de su brozo pora ser protegida por él, de junto a su coraxón para ser amada". Otro principio enunciado por San Pablo es: “Casadas, estad sujetas a vuestros maridos." Es cierto que hoy día justamente las damas han obtenido el reconocimiento de sus derecho» inalienables que la han colocado en sitio de Igualdad y honor social. Antes eran sólo un Instrumento triste, una cosa más cuyos único» privilegio» eran servir y trabajar, sin más prerrogativas dignas y amables. Todavía quedan lastres de esa laya en mucho» lugares de la tierra. Hace pocos días que en uno de los organismos mun-díale, se denunció a pies Juntiñas a un promlneeta dirigente árabe, de tener un reato mercado de mujeres Jóvenes con fines Ineennipulnane y eórdldoe. Le ot a un predicador amigo cata anécdota ilustrativa de cómo la mular en algunos lugares aun en tiempo, moderno, no ha negado a ocupar ,u digno sitial de ciudadana: En la primera guerra mundial un turista vMtaba una aldea pintoresca de cierto pala. De pronto vio a uno de los nativo, que montado en su borrico era Kguldo a trote por ni mujer. Le llamé la atención aquel proceder y le preguntó qué ratón tenia para conducirte sal. "Pues esa es la costumbre, amigo", fue la respuesta. Seis me*, deepué, el turista regretó a le misma aldea, que ya habla sido escenario de alL ais, batalla,, y por casualidad alcantó a ver al mismo nativo montado en su burro, pero ya su esposa no iba detrá, sino delante corriendo, por supuesto, aceleradamente. El turista paró al nativo y le dijo: "Pero señor, ¿cómo es que su señora no va detrás como ea la costumbre?” "No amigo, mire usted, desde hace uno, meses la costumbre ha cambiado, pues los bandee enemigos han sembrado de mina, casi todo, loe camino,..." Hoy día la posición de la mujer ha cambiado considerablemente. CKnan de los mismos privilegios de loe hombres: derecho al voto, derecho a la educación, derecho a la cultura, derecho a la rea-ponsabllldad, derecho a vivir en Igualdad. Pero... una cosa notoria pera las señoras cristianas, es que ninguno de eso, privilegios cancela su deber de sujeción a su eepotó. No las hace independientes. Cuando una dama pierde ese sentido de responsabilidad personal ha subvertido el valor moral de ser mujer cauda. Yo no he encontrado todavía una exprealón más dulce y atinada de sujeción personal, que bien podría aplicarse a esta relación de esposa, que la, palabra, de Ruth U moa-bita, para su suegra Noeml: "Donde quiera que til fuere. Iré yo... y donde quiera que vtoferei, vtoiré. Tu pueblo eerd mi pueblo, y tu Dice mi Dios. Donde til murieres moriré yo... «No la muerte me separaré de ti". ¿En qué grado está señalada eu sujeción? La palabra final de la Becritura al respecto dice asi: "Loe mujeres estén sujetos a su marido como al Señor". Y allí mismo u da la ratón «uncial de ello, Implicando su carácter conveniente y trauendental, diciendo: porque si algunos son desobedientes a las fxilabrae, sean panados sin palabree por el proceder de sus esposas... En otra, partee dice: porque "el carón ee la cabeia de la mufer”, porque "¡a mujer ee la gloria del •L HOOAE CEISTIANO 7