POR SANTIAGO RUSlNOL
De padres fabricantes de fideos, <re familia en prosa, del centro de un medio comercial, balanceando entre fideos y calderilla, Julieta había na cido poetisa, como las llores nacen del cementerio, como de ia oruga la crisálida, y como de la vulgar crisálida la pintada mariposa.
Ni la nodriza, ni la madre, ni los padrinos, le habían enseñado nunc« a hacer versos, y ella, por la sagrada estrella que; las Musas plantan en las frentes de las criaturas mimada^, ai romper en la charla precursora, rom-^ pió en versos perfectos. Puede decirse que rimó papá con mamá como si ya tuviese confianza con las musas
La aritmética la aprendió en verso, la geografía en redondillas; la historia, en décimas reales; el Fleuri, en romancee bíblico; la urbanidad, en versos libres; y sus maestros y sus padres, y los parientes de los padres y de los maestros, y los que entraban en el almacén de fideos, y hasta las amasadores de la pasta no sabían que admirar más: que la criatura hiciese aquellos versos,.o que los versos dejasen crecer a la criatura.
A los diez años los padres se los prohibieron por consejo de los médicos y de los padrinos, que temían, con muy buen juicio, que el don poético le embotase la circulación y le trastornase las células, y la hicieron hablar siempre en prosa; a los doce ya hacia quintillas a escondidas: a los catorce, dúos, también a escondí das, con un mozo, al que tuvieron aue despedir por demasiado amor a ia poc sia; a los diez y ocho, se volvió fea, y harto tuvo que hacer para no pare-cerlo; a los veinte ya no la pudieron detener: de los fideos, de los parro quianos, de la familia, de los que i • ban y venían, de los que pasaban, de todo hacia poesía.
El hombre era versos, el estable cimiento era versos, los compradores versos y hasta la pasta era versos y los amasadores, y las pastitas.
Y no crean Uds. que hacía idilio con aquel personal que la rodeaba. No había nacido para idilios: dramas y muy dramas, dramas de hombre, y cuanto más terribles mejor, y cargados de erres feroces, y con algún reniego poético y con un realismo que daba espanto. El trigo qué se con vertía en pasta, antes de pasar a ser fideo, le daba motivo para describir todos los afanes de la siega .pasando del so! a la espiga, y de la espiga a la hoz, y de la hoz a la muerte; l¿b pasta entrando en el «tolde, le inspiraba la opresión, y de la opresión a la vengan
za, y de la venganza al exterminio, y del exterminio a la agonía. El G-<leo, el mismo sencillo fideo saliendo fuerte y libre, le hacía cantar la libertad, y de la libertad a la patria, y de la patria al Bruch, y del Bruch a los Juegos Florales, y de los Juegos Florales a la englantina.
No tenia más que veintiún años y ya la tenía, la englantina, ya eta suya, cuando tantos poetas envejeci<los en la rima, en el ritmo y en todos los secretos florales no tenían más que tristes accéssits, y muchos Je e-llos por influencia de amigos mantenedores. Ya sólo le faltaban dos pre mios para ser maestra en gaya ciencia; ya con dos empujones más bien poéticos y. bien floridos tendría el título efecÚvo para enseñar poesía a las clases productoras.
Pero aquello no duró mucho. Aun concurría alguna vez, pero puramente por fraternidad, para llenar la fiesta, para aprovechar los versos florales que había hecho la niña. Pero ahora había tenido la suerte de poderse enamorar, la gran st?erte de encontrar un enamorado, la resuerte de sue la dejase, cuando la tenia bien enuisias-mada. por viles cuestiones de intereses; y esta ocasión punzadora venia tan de perlas para hacer «ui tomito de engaños, de quejas plañideras .de dolores amargos y de espinas de juventud. que hubiese sido tonta en desperdiciarla, porque ¡ay! hs ocasiones de sufrir en verso pasan muy altas sobre la vida.
En esta ocasión señalada, como siempre, la noche, las estrellas, y sobre todo, la pobre luna fueron las que pagaron el pato. Venga esperar que saliese, venga volver lo$ ojos ¡meía su luz, y de la luz a las cuartillas.
Ni los astrónomos que van a inspec ció na r los eclipses, han pasado taaio tiempo en las azoteas como pasó ella desde el desengaño de aquel joven con alguna reflexión fugitiva sobre la plenitud de la incoiHiaucia. ¿Que en cuarto creciente? Octavas reales con el alarido del amor creciente. ¿Que menguaba, como mengua siempre que tiene el deber de menguar? Dolores, muchos dolores, como una chispa de blancor muy velado que cayese sobre el corazón de, los versos como lágrimas de plata. No se escapaban ni un rayo de la plácida claridad mortecina, ni un rayito, ni una hebra: abría el corazón de par en par y todos iban a caer dentro. ¡Oh luna! ¡Cuánta inocencia has hecho abrirse con tu mirada muerta! ¡Cuán tas poetisas has hecho, hacer, y a cuán
tos poetisos has perturbado 1 ¡Cuántas almas sensibles has arrancado a la materialidada de los fideos, para lie varias a la región del sueño! ¡Y cuánto le cuesta despertarse a aquel que te mira!
Un año tardó en despertar de su sueño nuestra gran poetisa, un año justo, y todo para nada: para volverse a adormecer en seguida, y esta vez en serio. Fué, como era natural que fuese, en comunión espiritual con un poeta, con otro poeta como ella, con loS" mismos sentimientos y los mismos gutsos que ella, con igual amor a las penas hondas. A aquel poeta ni le conocía, ni le conocería nunca. Acaso vivía lejos, ¡ay! como viven todos; acaso ni vivía; acaso ya habría muerto cuando ella empezó a leerle. Pero, ¿qué importaba eso? Vivían sus obras, y qué obras, y qué versos ¡válgame la santa poesía! Cada verso era un grito desgarrador de un alma gemela de la suya, que batallaba para huir de la triste materia terrosa y embriagarse de nieblas; cada estrofa era una puesta de sol y de melancolía: y había tantas puestas de' sol. que nunca amanecía en aquel gran corazón de tinieblas: cada palabra era un gemido, cada línea el rastro de una pena, cada letra un lamento; y ella seguía tan bien aquellas penas, lloraba de tal modo el llanto del poeta, se entristecía tanto con sus tristezas y batallaba tan a titempo al mismo compás de ansias, que llegó a hacerse esta cuenta y a decidir está conducta: que si de allí en adelante no padecía, no volvería a coger la pluma; que sólo del dolor puede brotar la poesía; que los grandes versos salen de los grandes disgustos; que las Musas son las lágrimas; que la felicidad no inspira; que sólo puede tener inspiración la que es muy desgraciada, y_____para ser muy desgra-
ciadax—•- se casó!
Se casó, para ser lo más desgraciada posible, con un comerciante en granos, bien vulgar, 'bien prosaico, bien aferrado a la materia: con el que menos pudiese comprenderla. El iría a su modo por el camino pedestre de la vida, y ella en casa, a sufrir y callar, ¡y a hacer versos! Si no la quería, mejor: haría un volumen de quejas con cada lamento que estremeciese. ¿Si la maltrataba? ¡Mejor! Ya se oirían Us tiradas. ¿Y si llegase a pegarla? ¡Qué odas si llegase a pegarla! Cada golpe seria una estrofa, y los cardenales que le pudiese hacer se curaríart, y los lamentos poéticos que escribiese los guardaría