Avivar con mis manos los tizones del hogar, y a mis hijos, en mi tierra, entre pausas de asmas y oraciones, narrar lances de amor, fortuna y guerra. Y ya casi al final de la existencia, hacer de todo afán renunciamiento, y para oír la voz de la conciencia, encerrarme en la celda de un convento. Tirso mis aventuras rimaría, y en el fondo espectral de su locura, con la mano en el pecho, el Greco habria copiado la altivez de mi figura. Esperar sin dolor la hora postrera sin que nada a la vida nos despierte, entre las tibias y la calavera que nos hablan de Dios y de la muerte. Todas las tardes a la iglesia iria, para ahogar mis pecados en la eterna católica piedad que Cristo loa, Y sin miedos, ya en paz con la conciencia, abandonar la misera existencia, para entregar, tras angustiosa lucha, y ya noche a mi casa tornaría, arrastrando el reuma de mi pierna, igual que el buen don Lope Figueroa. el alma a Dios, y el cuerpo a los gusanos, calada sobre el rostro la capucha y con un crucifijo entre las manos. ENVIO Para adornar tu palidez de luna y ceñir tus cabellos ondulantes, te ofrezco estos poemas como una corona de oro ornada de diamantes. Y sobre cada linca faceta, para halagar tu juventud florida, ha miniado el buril de tu poeta las ansias más intensas de su vida. Yo nací con tres siglos de retraso: Amo el justillo y el jubón de raso, el chambergo de plumas y la espada. Y es el mayor pesar en mi agonía vivir en este siglo sin poesia, ciego de fe.... mas sin creer en nada. FRANCISCO VILLAESPESA. . *