180 REVISTA EVANGELICA Marzo i que brillaba de platos, cubiertos centro una fina linda jarra de con su mantle blanco, con-sus y vasos; en el vinagrera; una agua y en un plato un pan ya | empezado con una cuchilla gran- , de al lado. Hecho esto, se cambio ! ella el delantal y se dirigió al Studto para Invitar a los dos ; hombres a que pasaran al com dor. No se hicieron rogar, fueron y se sentaron a la mesa El pas tor invocó la bendición; luego^ tomó el pan, corto una buena talada, la espolvoreo-con sal fina y la puso en su plato. El huésped observó todo con atención aguardó un momento y notando a Marta con el semblante encen dido e incómoda, disimulo su , extrañeza e imito a Henke. A poco rate los tres comían con 1 buen apetito. En esas circunstancias se y* llamar a la puerta Marta se din- > ge presurosa a abrir. 6Quién e _ ] Pues, otra vez un sirviente con . > un cesto grande lleno de los me-. jores manjares, aderezados en ricas fuentes y bandejas. Deja su carga y dice: “Esto lo envía la señora del hotel quien pensó que seguramente el señor nüniotr° querrá almorzar con el pastor como estaba preparada lacomida v él no compareció a la hora señalada, manda todo esto aquí, deseándoles muy buen apetito ¡Qué inmensa alegría se reflej, el rostro de Marta! Y con que prontitud sirvió la comida Henke, lleno de gozo exclamaba. ¡Cuán bondadoso es nuestro Dios! El ministro, al contempla tanta felicidad en estos herI"^' nos, no pudo contener algunas nara su almuerzo había pasado । con creces, por lo que, se levanta apresuradamente y se dxspone a despedirse. Pero, nuestro buen pastor, que estaba en lo mejo_ de su exposición sentía simo de que su visita se mar chara, por lo que, rogole que se quedara a almorzar con el, si bien la comida fuese modesta. El po bre pastor no se había dado cuenta de la carencia absoluta de comida que había en su casa. El ministro vacilaba en contestar ñero, la invitación había sido hecha con tanto cariño y la compañía del pastor le era tan agradable que termino por aceptar Henke corrió entonces a avisar a Marta de que tendiese la mesa y agregase un cubierto para el huésped. , La mujer miró asustada a su hermano sin poder articular palabra. Luego le condujo ante el aparador de la cocina mostrándole la sal y el pan. ¿No hay otra cosa?, preguntó el pastor algo contrariado. Marta hizo un movimiento negativo con la cabeza. Por un rato Henke no profirió palabra, pero reanimándose dijo, ¿qué nos importa el alimento material si nuestra alma, nuestro corazón, nuestro interior se satisface tanto con el tema tan agradable que estamos tratando?; tiende no más la mesa, no te aflijas; nuestro ministro va a estar contento lo mismo. Marta no lo creía así, pero, ¿qué hacer? Henke volvió junto a su visitante y ambos continuaron su conversación. Poco tiempo necesitó Marta para hacer el trabajo; pronto la mesa estaba tendida