choso: y mientras me sujetaba la rama con leus dedos torneados aún, la miré al fondo de laa pupilas, con una gratitud risuefia y,-— no sé como diga----iba a decir amorosa.— en fin, con un no sé qué, que la hizo bajar los ojos___- 1 Sí, bajarlos! • "Volvió de la excursión algo fatigada; subió a arreglarse para comer, y durante la comida procuré seguir entreteniéndola, sin que la conversación languideciese un minuto. A los postres, volví a ofrecerla el brazo, y ya lo tomaba para pasar al salón, cuando el capellán, asombrado, la recordó que faltaba dar las gracias. Rezamos, y ya en el salón; me senté al lado de la Duquesa e insensiblemente la traje a hablar de su juventud, de- sus triunfos. AI contarme que en nn baile de casa de Montejo llevaba traje rosa salpicado de jazmines-justamente de jazmines—excla mé como involuntariamente:—¡ Qué .hermosa estaría usted!—Volvió la cabeza, hubo un silencio eléctrico de algunos segundos-— y noté que su respiración se hacia difícil. “AI retirarme a mi cuarto, recapacité, y me alarmé, lo confieso; vi en perspectiva la ridiculez posible de una situación hasta entonces tan original, tan graciosa, tan culta____y resolví marcharme a coger el tren que pasa al amanecer por. Bayona. Dicho y hecho: salté de la cama, me vestí, bajé a la cuadra, mandé poner el break, y dejé una carlita para la Duquesa, donde presentándola todas mis excusas, indicaba que las despedidas son siempre melancólicas, y que mi deseo era que no quedase ningún mal recuerdo de mi breve estancia. "El día de año nuevo recibí en París una caja. No contenía más que jazmines dobles. El día de mi santo recibí otra. Igual contenido. Al cumplirse un año—dia por día—de mi llegada a la quinta, más jazmines. Ya no pude dudar de la procedencia. La Duquesa los criaba a precio de oro y me los enviaba en toda estación. "Después nada recibí____más que la noticia de la muerte de la Duquesa, y a poco me entregaron esas perlas que usted sabe—sus pendientes—que en su testamento me legaba a titulo de recuerdo del día en que nos conocimos. Así rezaba la cláusula: en que nos conocimos. “Ea, ya sabe usted mi conquista----" —¿Y usted cree—preguntó el amigo con suma curiosidad—que la Duquesa no enfermó de pena de no verle? —La Duquesa tenia sesenta y cinco años—dijo por vía de contestación Zaldúa. S. A. I. El Príncipe Federico en medio de dos compañeros'de armas