acuerdo haber leído kque un caballero español llamado Diego Pérez de Vargas, habiéndosele en una batalla roto la espada, desgajó de una encina un pesado ramo o tronco, y con él hizo tales cosas aquel dés. y machacó tantos moros, que le quedó por sobrenombre Machuca, y así él como sus descendientes se llamaron, desde aquel día en adelante Vargas y Macnuc?. Hete dicho esto porque de la primera encina o roble que se me depare, pienso desgajar otro ramo tal y tan bueno como aquél, que me imagino y pienso hacer con él tali-s hazañas, que tú te tengas por bien afortunado de haber merecido venir a verlas,, y a ser testigo de cosas que apenas podrán ser creídas. A la mano de Dios, dijo Sancho, yo lo creo todo asi como vuest?á merced lo dice; pero enderécese un poco, que parece que va de medio lady, y debe de ser del molimiento de la caída. Asi es la verdad, respondió Don Quijote; y si no me quejo del dolor, es porque no es dado a los caballeros andantes quejarse de herida alguna, aunque se le salgan las tripas por ella. Si eso es así, no tengo yo que replicar, respondió Sancho; pero sabe Dios si yo me holgara que vuestra merced se quejara cuando alguna cosa le doliera. De mí sé decir que me he de quejar del más pequeño dolor que tenga, si ya ño se entiende "también con los escuderos de los caballeros andantes eso del no quejarse. 'No se dejó de reir Don Quijote de la simplicidad de su escudero, y asi le declaró que podia muy bien quejarse como y cuando quisiese, sin gana o con ella, que hasta entonces no había cosa en contrario en la orden de caballería. Dijole Sancho que mirase que era hora de comer. Respondióle su amo que por entonces no le hacia menester, que comiese él cuando se le antojase. Con esta licencia se acomodó Sancho lo mejor que pudo sobre su jumento, y sacando de las alforjas lo que en ellas habia puesto, iba caminando y comiendo detrás de su amo muy de espacio, y de cuando en cuando empinaba la bota con tanto gusto, que le pudiera envidiar el más regalado -bodegonero de Málaga. Y en tanto que él iba de aquella manera menudeando tragos, no se le acordaba de ninguna promesa que su amo le hubiese hecho, ni tenia por ningún trabajo, sino por mucho descanso, andar buscando la^ aventuras por peligrosas que fuesen. En reso lución, aquella noche la pasaron entre unos árboles, y del uno de ellos desgajó Don Quijote un ramo seco que casi le podía servir de lanza, y puso en él el hierro que quitó de la que se le habia quebrado. Toda aquella noche .no durmió Don Quijote pensando en su señora Dulcinea, por acomodarse en lo que habia leído en sus libros cuando los caballeros pasaban sin dormir muchas noches en las florestas y despoblados, entretenidos con las memorias de sus señoras. No la pasó asi Sancho Panza, que como tenia el estómago lleno, y no de agua de chicoria, de un sueño se la llevó toda, y no fueran parte para despertarle, si su amo no le llamara, los rayos del sot que le daban en el rostro, ni el canto de las aves, que muchas y muy regocijadamente la venida del nuevo dia saludaban. Al levantarse dio un tiento a la bota; y hallóla algo más flaca que la noche antes, y afligiósele el corazón por parecerle que no llevaban camino de remediar tan presto su falta. No quiso desayunarse Don Quijote, porque, como está dicho, dió en sustentarse de sabrosa memorias. Tornaron a su comenzado camino del puerto Lapice, y a la hora de las tres del dia le descubrieron. Aquí, dijo en viéndole Don Quijote, podemos, hermano Sancht Panza, meter las manos hasta los codos en esto q te llaman aventuras; mas advierte que aunque me veas :n los mayores peligros del mundo, no has de poner mano a tu espada para defenderme, si ya no vieres que los que me ofenden son canalla y gente baja, que en tal caso bien puedes ayudarme; pero si fueren caballeros, en ninguna manera te es licito ni concedido por las leyes ¡e caballería que me ayudes hasta que seas armado cabélle, o. Por cierto, señor, respondió Sancho, que vuestra merced será muy bien obedecido en esto, y más que yo de mío me soy pacifico y enemigo de meterme en ruidos ni pendencias: bien es verdad que en lo que tocare a defender mi persona, no tendré mucha cuenta con esas leyes, pues las divinas y humanas permiten que cada uno se defienda de quien quisiere agraviarte. No digo yo menos, respondió Don Quijote; pero en esto de ayudarme contra caballeros, has de tener a raya tus naturales impetus. Digo que así lo haré, respondió Sancho, y que guardaré ese preceto tan bien como el día del domingo. Diálogo entre BABIECA Y ROCINANTE • Soneto B. ¿Cómo estáis, Rocinante, tan delgado? R. Porque nunca se come, y se trabaja. B. ¿Pues qué es de la cebada y de la paja? —j... R. No me deja mi amo ni un bocado. B. Andá, señor, que estáis muy mal criado, Pues vuestra lengua de asno al amo ultraja. R. Asno se es de la cuna a la mortaja. । tucéislo ver? miradlo enamorado. B. ¿Es necedad amar? R. No es gran prudencia. B. Metafísico estáis. R. Es que no como. B. Quejaos del escudero. R. No es bastante. ¿Cónto me he de quejar en mi dolencia, Si el amo y escudero, o mayordomo, Sort tan rocines como Rocinante? _ Miguel de Cervantes Saavedra.