simbolismo convencional del lenguaje científico, sino modulando el idioma del sentimiento, del amor y de las lágrimas; modulando el idioma eternamente divino del Arte. Escuchadme: Mucho tiempo antes qüe las playas del mar de Galilea y sus risueños valles y colinas recibieran la ambrosía de la palabra más sublime que ha escuchado el mundo, ya la filosofia griega había predicado la doctrina de la :gual-dad humana y erigido en preceptos el amor del hombre ai hombre. Q ¿Por qué pues están desiertos los altares '¡de Epic-teto y de Zenón y henchidas de generaciones las bóvedas que guardan el ara misteriosa de los recuerdos del Mártir de Judea? ¿Por qué la profunda palabra del estoico se ha perdido como el eco de una débil cuerda entre el inmenso cántico que en himnos seculares repite los acentos del sublime sermón de la montaña? Los espíritus cultivados pueden saborear las clásicas frases estampadas en las cartas de Séneca, en las disertaciones de Epicteto o en las páginas de Marco Aurelio. A la filosofia erudita, a la filosofía de escuela, a la filosofia científica pudo escaparse como último esfueizo de elevación moral esta bella frase de Séneca: iodo este universo en que vivimos es uno, y sujeto a un Dios, y por eso somos socios y miembros de la Divinidad y por eso naturalemtne somos todos los hombres hermanos (i) Fragmentos, como este, aparecidos aquí y allá en que es frecuente y se define el amor de! hombre al hombre, en que se predica el sacrificio, la resignación y el valor en los combates de la vida, son recogidos cuidadosamente por los literatos y los eruditos y admirados por los filósofos. Pero trasladaos con la imaginación a otra escena más grandiosa, en que el arte os va a enseñar esas mismas doctrinas en lenguaje no conocido en las clásicas academias de la sabia Grecia, en que el arte tiende las alas de su inspiración sobre los sabios y los ignorantes, los poderosos y los humildes, los presentes y los futuros; en que el arte llega a esa majestuosa unidad de sentimiento que se cristaliza en monumentos seculares; en que tiene por tribuna una montaña ceñida por las n’eblas de los mares, y por auditorio la humanidad entera y por idioma una cascada de notas de amor, que desdeñando ingeniosos razonamientos se comunica y entiende directamente con los corazones. La frente del joven orador está iluminada por los destellos del infinito; en sus labios tiemblan acentos de ternura desconocidos hasta entonces, y su palabra comprensiva, universal y soberana, dirigiéndose a todos los siglos y a todas las razas, deja caer sobre la tierra estas frases de fuego y de lágrimas. “¡Malditos vosotros, ricos y opulentos, que apretáis vuestros graneros y acrecéis tesoros con los sudores y lágrimas de la desnudez; llegará un dia en que sentiréis hambre y pediréis al mendigo llagoso una gota de agua con que apagar el fuego que calcine vuestra garganta! “¡ Benditos vosotros a quienes tocó en suerte en la tierra la pobreza y el llanto, porque llegará un dia en que cada una de vuestras lágrimas será eterno venero de dichas inefables! ¡Bienaventurados vosotros, que padeciendo hambre y sed de justicia desafiáis las iras y las seducciones del poder para cubrir con el calor de vuestra palabra al justo y al oprimido; porque hartos seréis de justicia en el día de las grandes reparaciones! ¡Y bienaventurados también vosotros que pasáis por este mundo enjugando lágrimas y derramando misericordias, porque el que crió los cielos y la tierra, tiene ansia de estrecharos contra su corazón y daros el ósculo divino de su inagota bfe amor!" En aquellos solemnes momentos los últimos rayos del crespúsculo envolvían en vapor de oro la fig-.ra seductora de aquel tribuno del género humano, las muchedumbres que le escucharon bajaban la montaña sintiendo por vez primera en la vida de la conciencia humana que los harapos del mendigo estaban glorificados por una moral desconocida y nueva, y cuando las sombras de la noche cobijaron al mundo, éste había recibido la palabra regeneradora que debía cambiar los criterios de la justicia, de la gloria y de la felicidad. “Haber hecho de la pobreza un objeto de amor y de deseo; haber levantado al mendigo sobre los altares y glorificado la desnudez de la miseria, es un golpe maestro de que tal vez no se dé cuenta la economía política, pero ante el cual el verdadero moralista tiene que inclinarse;” (2) y este golpe maestro, esta revolución íntima de los corazones y de las conciencias, es un discurso, una maravilla del arte en que las más altas abstracciones y enseñanzas de la filosofía estoica están reducidas a estrofas de amor. > , ¿Qué ha sucedido después de esta escena de alta elocuencia que los siglos no han visto repetirse? ¿Qué ha sucedido con las páginas de la filosofía estoica y con esa página del sermón de la montaña no escrita, sino en él corazón de los hombres sencillos que la escucharon? ¿Qué ha sucedido?.... La clásica enseñanza de las escuelas nos ha iniciado a pocos escogidos en las concepciones del estoicismo; pero pobres y ricos, ignorantes y sabios, todos los nacidos en el mundo civilizado hemos aprendido al pecho de nuestras madres las divinas estrofas del orador del mundo. Los espíritus elevados y los hombres del poder habrán encontrado quizá en los hábiles discursos de Séneca fortaleza y valor para sus altas y aristocráticas adversidades; pero sólo la frase sencilla y pura del poeta nazareno ha pasado de labio en labio 'durante diez y nueve siglos, derramando dulzuras sobre millares de hombres rudos y desheredados. En él silencio de las bibliotecas el erudito, el literato y el filósofo han glosado tria y tranquilamente las doctrinas de Zenón y de Epicteto; pero el sermón de la montaña ha sido glosado con sangre..... con sangre de tres siglos de martirio en los jardines de Nerón y en las bárbaras hecatombes del Circo!...... ¡Oh! el cristianismo adora al Verbo de Dios en el tribuno sublime de Judea; la filosofía y la crítica no pueden mirarle un poco fijamente sino de rodillas; permitidme que lo presente a vuestra contemplación, dado mi propósito, tan sólo como el grande artista de la palabra, para pedirle el secreto del arte que llegó en sus labios a la más alta, a la más inimitable de sus manifestaciones. Jesús, ha dicho un profundo pensador; es el genio más idealista en el fondo y más materialista en la forma: muy idealista en sus concepciones, muy materialista en la expresión. Y aquí tenéis huqianamente hablando, todo el secreto de la magia inmortal de su palabra y el secreto del arte, de todo el arte de la palabra humana. ¡Idealista en el fondo, idealista en las concepciones! porque el ideal es la condición, es la vida, es el alma de toda obra de arte; es el encanto secreto que anima al mármol, que flota en la piedra lanzada a las alturas, que palpita en el lienzo apenas humedecido por pincel; que vibra en las estrofas del poeta y en el acento de fuego del orador; es la visión religiosa que inicia al artista en los secretos y maravillas del infinito; que le da un asiento en la mesa eucarística de la vida inmaterial y suprasensible. Para mí, señores, el idealismo no es otra cosa que un presentimiento del infinito, y el arte la forma en que se encarna ese presentimiento. (Pasa a la antepenúltima p6g.)