UNIDAD DE LA IGLESIA 13 citamente; por ejemplo, en la doctrina de que la gracia es necesaria para ejecutar cualquiera obra saludable, se asegura implícitamente que se requiere la asistencia de la gracia para principiar cualquiera obra buena'y saludable. Los Pdagianos negaron ésto, y su error fué condenado por una declaración explícita de lo que antes se creía implícitamente. Y así en otras materias, cuando las nacientes controversias y nuevos errores dieron ocasión a ello, se declaró explicitaimente lo que anteriormente se creía implícitamente, como por ejemplo en la doctrina del poder supremo de Pedro, y de la fundación de la Iglesia, tenemos aserciones implícitas de muchos derechos y deberes pertenecientes al centro de la unidad. En la revelación de la supereminente dignidad y pureza de la Virgen Santísima, se halla implícita su exención del pecado original, etc., etc. Así, también, al principio se propusieron muchas verdades con alguna vaguedad, o con poca claridad y pudo no haber urgencia en insistir sobre ellas, porque no había herejía ni enseñanza contraria que hiciese necesarias tales declaraciones explícitas. Ahora, una verdad que está propuesta no tan formalmente o con poca claridad o implícitamente, puede ser descuidada, mal entendida o disputada; y por consiguiente, puede suceder que algunos artículos que son ahora universalmente aceptados en la Iglesia, hayan sido puntos controvertibles en otros tiempos, aún en el seno de la Iglesia. • “Aquellos que yerran en las creencias no hacen sino servir para manifestar más claramente la rectitud de los que creen acertadamente. Porque hay en las escrituras muchas cosas escondidas, y cuando los herejes fueron separados de la Iglesia de Dios, ellos la atormentaron con disputas y entonces fueron descubiertas las cosas escondidas, y se hizo conocer la voluntad de Dios.” (S. A-gustín en el Salmo 5, No. 22). Nosotros admitimos esta especie de progreso en la Pe; pero no por ésto se cambia la verdad. Por eso dice S. Alberto Magno: “Sería más correcto llamar esto el progreso del creyente en la Fe, que no el progreso de la Fe en él creyente.” Para demostrar que debe admitirse esta especie de progreso basta solamente probar dos cosas: lo. Que algunas verdades divinas que han sido reveladas están contenidas implícitamiente en las enseñanzas apostólicas, explicadas con menos claridad, y recomendadas con menos urgencia. Y esto puede ser negado solamente por aquellos que