8 EL ATENEO - REVISTA ESTUDIANTIL ■ UNA HISTORIA SENCILLA ■ I Al pie de una montaña, se alza un viejo convento de paredes húmedas y roñosas, con su torreón carcomido donde cuelgan las históricas campanas y anidan las lechuzas y los buhos; de ahí parte el murmullo del conciliábulo de los fantasmas en las noches silenciosas y obscuras. Y se cuenta, que cuando iban a forjarse las campanas, después de que hubieron arrojado los más ricos y nobles caballeros de la comarca, sus sortijas blasonadas, sus objetos más queridos al bronce fundido, acercóse un caballero de mirada dulce y triste y desbordó con su sortija el tesoro de sus lágrimos, que una a una fueron mezclándose con el metal hirviente, por eso al decir de las gentes su sonido consuela y llega hasta el corazón. Sus pretiles sinuosos de puro viejos, y su grandiosa puerta, remachada con mohosos clavos, y goznes chillones que al abrirla protestan por turbárseles su tranquilidad... .con un gemido lastimero; son legendarios recuerdos de los tiempos que se fueron, que se fueron y que nunca volverán. El jardín enjoyado de esmeraldas y rubiés, se encuentra sombreado por magníficos y austeros troncos ancestrales, veteranos de la augusta soledad de aquel convento, que refleja sus tristezas lastimeras en su estilo colonial. Canta el agua en la fuente produciendo sonidos argentinos y sonoros de cristal y en su espejo se reflejan las estrellas con su tenue parpadear. La capilla majestuosa y solitaria guardada como unjarca medioeval cofrecillos de oro y plata sabiamente cincelados, de madera perfumada que evocaba los recuerdos de las cortes imperiales. un hermoso Crucifijo de oro viejo agonizante en una cruz filigrana de marfil, dominando desde lo alto la penumbra somnolienta de aquel templo conventual; y estatuas antiquísimas de santos venerables iluminadas por la fé de los creyentes, todo en fin en este templo empapa los espíritus de una gran tranquilidad. II Era un hombre que inventó.... ‘ una nueva manera de ser triste”... .haciendo más agradable su tristeza, el destino puso hieles en sus labios y en su camino lastimeros ayes. Soñó siempre amar una mujer y sólo encontróse esfinges de piedra, voluptuosas carcajadas, y alaridos de hienas hambrientas de placeres. Vivió y por esto buscó olvido, y su casa señorial fué el espejo de las mil y una noches, y tributáronle homenajes como a un despótico califa de Bagdad. Sus amigos le ayudaron a gastar sus riquezas y su hacienda, pero falsos como todos, le volvieron las espaldas cuando más necesitaba su amistad. Estalló una tempestad en su alma, llegó a pensar que era inútil vivir y como último recurso acordóse de Dios, oró y halló consuelo é iluminóle una idea salvadora......y marchó al viejo convento ruinoso y carcomido por los siglos, buscando paz; traspuso la puerta claveteada, y hubo en el convento un monje más.... Era un hombre pálido cuyos ojos eran un abismo de tristeza, de ojeras profundas y negras, cuyos labios fueron siempre fuente dé verdad.... En el rezo buscó olvido y encontró tranquilidad para su espíritu enfermo, y en el templo conventual, se escuchaba el suave murmullo, de aquel monje que no dejaba de rezar. III Y rezaba, rezaba para alcanzar redención y vé en los ojos del Cristo inconmensurable amor, y cada día su esperanza renacía con las rosas perfumadas y una serenidad inmensa embargaba su dolorido corazón. En las noches su espíritu se perdía errando en las estrellas que cintilan a lo lejos con destellos de luz. Rezaba y le parecía más liviano su fardo de pecado, presentía paz, y le parecía ver en el cielo, en la pálida luz de las estrellas una Revelación de Infinito Apartaba sus ojos de los materialismos de la vida exterior, para vivir su vida interna, dedicó el aguila de oro de su pensamiento a místicas meditaciones. Gustaba de las noches estrelladas, porque al contemplarlas meditaba sobre la grandeza sublime de la Luz- Y elevaba su mirada al cielo y sus oraciones brotaban suaves y tenues como un suspiro. Y en un amanecer rosado y dulce quedóse en éxtasis, el sol iluminó su rostro pálido con luz Pasa a la Página 12