172 LA VIOLETA. como del ponzoñoso reptil que muer de y mata de esa odiosa coquetería de que os ha venido hablando vuestra amiga! María Osuna. 11. Matamoros, Diciembre de 1893. A. MI HIJA LOLA. Tendiste el vuelo, Idolatrada Lola, De ver tal maldad En este suelo, Sin comprender Que me dejabas sola. Y el único consuelo, Hijita mía, Que ha mitigado Mi dolor un tanto Es regar la tumba Con mi llanto, Y en dedicarte Mi primer poesía. Maria H. de L. N. Laredo, Nbre. de 1,893. -(CUENTO.)— Federico es un nombre como cual quiera otro, al fin el nombre no hace el caso, lo mismo es llamarse Pedro que Juan; A nuestro heroe le pondremos por nombre Federico, pues, heroe de novela, que en ningunas batallas campales se ha encontrado ni na da de lo concerniente á la milicia en tiende, ni ha tenido vocación por la carrera de las armas; pero hemos dicho que heroe de novela por ser pro tagonista de nuestra narración. Bien, Federico era estudiante á juzgar por el libro que traía siempre de consigo debajo del brazo y que no le abandonaba, manifestando con esto ser muy estudioso ó muy cuajante, por que bien podia suceder que el libro no fuera mas de un protesto para salir á la calle, y sin dar ni una ojeada á la cátedra y no presentarse á ella por no saberla ó ir junto con los compañeros fiado en la buena suerte de que el catedrático no le dirija la pregunta por esta ocasión. O tal vez estemos en un error al juzgarlo de esta manera y sea todo lo contrario; en cuanto á esto no queremos interiorizarnos y supondremos á nuestro joven muy aplicado y estudioso, siendo el primero en las cátedras y el estudiante mimado de sus Profesores por su aplicación y talento despejado, nosotras vamos á narrar un pasaje de su vida, semejante á la de otros muchos estudiantes y que le sirvió de lección, para ahora ser un cumplido caballero y respetable personaje entre los miembros que forma la culta sociedad regio-montana. La costumbre es ley,y así vemos á nuestro joven todos los dias y á la misma hora, encaminarse por las calles que todos los dias atraviesa á un lugar solitario, sin ser un paseo público pero si un lugar á propósito pa ra solazarse y pasar momentos de te dio los desocupados, y acomodaticio para estudiar los amantes del saber. Ahí cuotidianamente, en un rústi co asiento de piedra, porque en esc entonces no había bancas de fierro, como ahora, ni se conocían las fundi cioncs; en fin ahí Federico pasaba un par de horas todas las mañanas ensimismado en la lectura de su libro, y pasadas estas,aventaba la última colilla de su diminuto cigarro de hoja cuando no encendía otro nuevo, v se volvia por donde mismo habia venido. Frente á donde él tenia su asiento habí 1 una casita de pobre apariencia exterior, sucia y detciiorada con una