>1 Is^.r For Alkie Metier de Trelle* * No hay trabajo noble que presente más escollos que el de la enseñanza, y más aún el de la educación. Este problema tan profundo ha sido constante preocupación de pensadores y filósofos tan notables como Salomón, Sócrates, Platón, Tolstoy y John Dewey, conno- tados educadores. Educar, del latín educare, ha venido a quedar como término representativo de la formación total del individuo, tanto en el sentido físico, como en el moral, en el intelectual y en el artístico. Un famoso educador alemán ha dicho que la educación es el poder que ilumina las caóticas tinieblas del alma, hasta lograr aquello que el sujeto se ha propuesto, de acuerdo con su propia vocación. Ahora bien, la tarea educativa es difícil de realizar, porque el material humano es disímbolo: un hijo difiere mucho del otro, un alumno difiere de todos los demás y, en consecuencia, sus reacciones son distintas y, frecuentemente, inesperadas; por lo tanto, padres y maestros deben ser observadores, oportunos, atinados, enérgicos o pacientes al tratar a quienes ellos guían. Los grandes factores que influyen y determinan la educación son cuatro: El Hogar La Escuela La Iglesia El Medio Social. La influencia de unos padres virtuosos y comprensivos perdura en nosotros para siempre, y vivimos atados a ella como de un trémulo hilo de gratos recuerdos y dulces añoranzas, porque ellos, con el ejemplo insustituible nos enseñaron a conducimos en el fácil o azaroso camino de la vida. Quien tiene la dicha de vivir en un hogar cristiano no pondrá nunca en olvido lo que ha aprendido por el ejemplo fiel: el orden, el respeto, la moderación, el cariño, el profundo sentido de devo- ción que allí reina; y, si por desgracia llegase a cometer alguna equivocación, el gratísimo recuerdo de su hogar le dará fortaleza para rehacer su vida, encausándola por sendas de virtud y de justicia, de bien y de misericordia. Luego, nuestro deber como jefes de familia es cultivar en el hogar todas las virtudes cristianas, haciendo que las amen y las practiquen cuantos nos rodean. Fuerte y decisiva es la influencia que la escuela ejerce en el educando; por ello hay que escogerla cuidadosamente, para que el estudiante, al mismo tiempo que conozca la ciencia, el arte y sus aplicaciones, llegue a estimar los valores espirituales que son la fe, la ley, la misericordia y el amor hacia el prójimo. Entre los valores absolutos deberá conocer la verdad, la belleza, la moralidad y la santidad. Una escuela así es ideal, y sólo podríamos gozar de sus bienes estableciendo nuestros propios planteles educativos cristianos que tanta falta hacen en el mundo; mas, si las escuelas donde nuestros hijos reciben educación no nos satisfacen, debemos reforzar la educación moral y religiosa en el seno del hogar. ¿Qué clase de maestros deseamos? fue el enunciado de un concurso propuesto a los padres de familia, y las respuestas no se hicieron esperar: Deseamos para nuestros hijos educadores de clara inteligencia, amplia cultura, dados al estudio y a la investigación, comprensivos y enérgicos, a fin de que, no sólo impartan enseñanza con la palabra, sino con su vida y con su ejemplo. En verdad no hay sermón más efectivo que las lecciones que los padres y maestros enseñan con sus vidas. En la iglesia aprendemos desde niños la devoción, el respeto, el estudio, la piedad, la buena voluntad para cooperar, la unidad y el bien hacer, y la mayor, la más fuerte influencia que recibimos, son los buenos y piadosos ejemplos de los misioneros, los ministros, los diáconos, los maestros y hasta de los miembros más humildes y sencillos. Es, pues, nuestra obligación primaria como jefes de familia, asistir al templo y llevar con nosotros a todos, esencialmente a los niños, para que nadie los confunda en sus creencias religiosas. QUE HAY DESPUES DE LA MUERTE (Continúa de la página 11) lo cercaba. La otra llegó a la misma conclusión por causa de sus pensamientos que. la deprimían y la hacían sentir compasión de sí misma. Los cristianos primitivos fueron perseguidos tanto como Turgenev; sin embargo, sus escritos no son quejas fatalísticas, sino testimonios de una vida triunfante. La Primera Carta de Pedro fue escrita cuando la iglesia estaba siendo perseguida por el emperador romano; sin embargo, su autor dice a sus condiscípulos: “Carísimos, no os maravilléis cuando sois examinados por fuego... antes bien gozaos en que sois participantes de las aflicciones de Cristo; para que también en la revelación de su gloria os gocéis en triunfo” (1 Pedro 4:12). 81 Elena Glasgow hubiera leído los pasajes biográficos que Pablo escribió, hubiera sabido que el apóstol tenia más motivos para quejarse que ella. El padecía una enfermedad que lo atormentaba. Por años llevó en su memoria el haber sido cómplice de asesinos. Algunas personas en quienes él había confiado, se volvieron en contra del evangelio. ¿Acaso alguna vez Pablo se quejó de estos peligros que amenazaban su paz y su seguridad? No, sino que lo oímos decir: “ahora me gozo La influencia del medio social puede llegar a ser peligrosa por la diversidad de ideas y de costumbres cada ves más pervertidas, por lo malsano de las diversiones más aceptadas, y el mal ejemplo de gentes de vida libre y nociva. He aquí por qué la familia ha de preparar a sus miembros en un hogar cristiano y bien organizado, para que ellos sean capaces de oponerse al vendaval de pasiones en el que el mundo desarrolla su vida, no olvidando aquellas sabias e Inmortales palabras: “Instruye al niño en su carrera: Aun cuando fuere viejo no se apartará de ella." en lo que padezco por vosotros, y cumplo en mi carne lo que falta de las aflicciones de Cristo por su cuerpo, que es la iglesia...En lo cual aun trabajo, combatiendo según la operación de él, la cual obra en mí poderosamente" (Colosenses 1:24, 29). Lagerkvist, escritor de historias dramáticas cortas, en una de sus historias cuenta que en cierta isla hubo un terremoto. La isla quedó completamente destruida y se hundió en el mar. Unos pocos lograron escapar del desastre en un barco de velas. Por días navegaron sobre las aguas y no vieron tierra. Pero la gente que iba en el barco se decía: “Tiene que haber tierra porque el mismo mar descansa sobre la tierra. Si no hubiera tierra, no habría mar." Cierto día, al amanecer, los náufragos miraron hacia el horizonte y vieron tierra, tierra en la cual vivir. Esta vida mortal es frágil y variable, sujeta a muchas tribulaciones como el agua en el mar. Pero descansa en algo más sólido, así corno el mar descansa sobre la tierra. 81 caminamos con fe, con fe en que el Hijo de Dios ha vencido la muerte, un día hallaremos una tierra inmovible en la cual viviremos.—Trad, de Hearthstone, por Emma Z. de Villasefior. • Autora de varios libros y consejera del departamento de libros de la Secretaría de Educación del estado de Coahuila. México. 14 ÍL HOGAR CRISTIANO -----4 IL HOGAR CRISTIANO