LA VIOLETA. de lo que debía ser duradero por la uniformidad de ideas y sentimientos. Una gente chismosa debe ser despreciada de todo el mundo, su con tacto mancha, y su presencia en el hogar es de fatales augurios de calamidades y desgracias: su trato es un semillero de enemistades, y la hipo-crecía con que se i'isinua y con que encubre su '.deas intenciones es el sebo con ¡u ' burla á los incautos que son obj iod su saña.tjNo es nada difícil callar lo que se oye y ve en ios demás cuando esto pudiera perjudí jai los, y mucho menos tener amor á nuestros semejantes y no inventar relaciones y conceptos que dañando su reputación la espongan al desprecio de los demás: tal sucede cuando se interpretan con diferente sentido las conversaciones que se refieren, comentándolas al capricho. Menestar es que desde pequeñitas las niñas cierren los oidos á la maledicencia; y así no sufrirán la descep-cion de verse desechadas del círculo social en que viven, por trastornado-ras de la paz doméstica y sembrar la discordia. Marta Garza Gonzalez. Monterrey, Mayo de 1894. —LEJOS.- ¿ Te acuerdas? Al adios que me dijiste Con un gemido mi alma contestó; Yo caí entre tus brazos, y tu pecho El llanto de mis ojos inundó ¿Que duró aquel abrazo/yo lo ignoro, Porque llevaba en sí la inmensidad, Del supremo dolor toda la fuerza, Y del amor la gran debilidad. Aun siento su presión,y donde quiera Acaricio tu ser y oigo tu voz: El recuerdo destruye la distancia Que el destino interpuso entre los dos. Soledad del Llano. Tacubaya, Abril de 1894. El Jrouador. SERENATA. Oye mi bien: la noche sosegada Proteje nuestro amor, y las estrellas Vienen á ser mudos testigos ellas, De nuestra pura y tímida pasión. Dormida está la humana muche-(dumbre Y solo vela soñoliento el guarda: Para calmar mis cuitas cuanto tarda De tu beldad la angélica vision. Has que te vea,cual si viera un Cielo De tu balcón tras las oscuras rejas: Quiero que escuches mis amantes que (jas, Para que me hables de tu amor también; Mas tú no vienes; y la noche lenta Yo pasaré velando con empeño; Y si prefieres la quietud del sueño, De adormideras al ceñir tu sien: Le arrullaré cantando: y como vivo l^ara amarte: y en esto solo pienso, Sabrás el culto férvido é inmenso, Que guarda para tí mi pecho fiel:’ Y con estraño y misterioso idioma Mis endechas irán, tiernas, sentidas, Hacia tí: como vuelan atraídas Las blancas mariposas'á un vergel.... ¡Yo soñé que en dulce calma Bajo el pabellón del Cielo, Premiabas mi ardiente anhelo Con los trasportes de tu alma! Soñé que, de las estrellas Las mas hermosas, venían A coronarte, y lucían Aun mas, tus miradas bellas. Y soñé que á los murmullos De la juguetona brisa, Adunabas los arrullos De tu agraciada sonrisa: