amistad de algunas personas. ¡Qué existencia! ¿Pe<¡o no vale más que la de Germaqa, hoy? Toda su felicidad, que parecía interminable, se vino abajo en dos años. Una apopJegia se llevó a su marido. Su hijo, que ya, era oficial, murió en la últirtia expedición colonial. Le quedaba a Germana una hija viuda, madre ¡ de una hermosa criatura: la madré y el nmo murieron de difteria hace quince días—-- Sola, con los pocos recursos que ej Fstado concede a las viudas de sus empleados, aquí está de vuelta ccr*if un ángel herido de muerte. Hoy transladaron aquí los restos .de srs seres queridos donde podrá ir al me- nos, a rezar sobre su tumba_______Y esta será su vida en adelante: deshacerse en lágrimas entre los sauces del cementerio, hasta unirse, como ella desea, con los ausentes. ¡Cuántas veces en mis años de soledad, al recibir cari» de Germana en qt e habla de su marido, de sus hijos, tuve accesos de melancolía dolorosa, resolviéndome contra mi destino! Henos ahora ella y yo en el mismo abandono, en la misma humillación; r.o tenemos más que nuestra mrtua amistad— Y verdaderamente, ¿no es mejor mi suerte que la de esta infeliz, herida cuatro veces en lo que más q era? Yo ahora desafio a la providencia a que me envíe una pena que me haga derramar esas lágrimas. ¡Cómo se miente una a sí misma! Escribo esto y las lágrimas me vienen a los ojos. Y lloro pensande que hermana me hablaba hace un rato de su casa de su matrimonio, de su hijo y del otro precioso bebé que tendia en su agon'a los brazos hacia ella__L- Sí, ha sufrido; no es. ahora más que en mar de dolores, peroiha a nado, l a sido esposa y madrea— Y ahora si que tengo, celos y envidia de sus tumbas qt e son suyas, y ’sobre las erales tiene el derecho de llorar, de llorar mucho. - • - ‘ ' ’ ". . < ' 1 1 .1 Niña Graciela Farias de Laredo Tex.