Salamanca que había sido, y en cuanto podía azuzaba a lo* combatientes para que no cejaran. Desgañitados. roncos, y faltos de aliento, quedaron ama, sobrina y escudero, y en tonces Sansón rogó y volvió a rogar, con muy dulces palabras, pues además de muy discreto era zalamero, que se diese a Sancho lo que tantos títulos y liberalidad solicitaba. Resistióse la sobrina, terció el barbero en la súplica, y adujo tantas y tan buenas razones, que dio al traste con la resistencia y obstinación de doña Antonia. Y tengo por cosa cierta que la mejor de todas las razones del barbero fue que no estaba la Magdalena para tafetanes, con lo que dio a entender, o yo soy muy lego en estos dichos, que la hacienda, de antaño muy mermada, no podría dar abasto para mantenimiento de caballos, o para cosa parecida. Sacó Sancho a Rocinante, despidióse de todos, menos del ama, contra quien murmuró injurias y maldiciones, y echando a andar por "delante al pacifico matalón, de tiempo atrás muy cabizbajo tomó camino, no sin oír como el ama le gritaba: —Cuidad, Sancho, de no caer en la mania de caballero andante, que, por mi madre, tenéis mas traza de boyeri-zo que de escudero. Perdóneme Cide Hamete Benengeli. Esta fue si. no me engaño, la primera vez que Sancho no dijo oxte ni moxte, y no por falta de palabras, pues todos sabemos de su verbosidad, sino porque decía, y no andaba errado, que emprenderla con el ama erar tirar cosas al aire. En la puerta de la casa aguardaba Teresa Panza a su marido, y al verle venir en la buena compañía