EL PURGATORIO Y LOS SUFRAGIOS 13 hitar con ellos en aquel lugar en donde no habrá más separaciones, dolores y muerte, sino alegría y gozo eterno, paz y descanso. He visto a una hija afectuosa cuidar de su padre, con tierna solicitud, en el lecho del dolor. Se la veía a su lado durante todo el día, y en las largas y terribles noches de insomnio; ella humedecía los secos labios del enfermo, refrescaba su ardorosa frente, y ponía suavemente en la almohada su lánguida cabeza; seguía cuidadosamente todos los pasos de la enfermedad, un cambio en favor del paciente hacía brillar de gozo su rostro, y la pena lo sombreaba cuando el mal hacía progresos. Era el amor filial el autor de todo esto. Su padre murió al fin, y ella siguió sus restos hasta que los confió a la tumba. Aunque no era católica, la voz de la naturaleza y de la religión rompieron las cadenas con que un prejuicio cruel había atado su corazón, y estando junto al féretro de su padre, haciéndose superior a toda preocupación gritó: ¡Señor, tened, misericordia de su alma! ¡Oh! lejos de nosotros una religión que decrete la separación completa entre los vivos y los muertos. ¡ Cuán consolador es para el católico, pensar que el orar por el amigo ausente, sus oraciones en vez de discordar están acordes con la voz de la Iglesia; y que como S. Agustín, él vela a la cabecera del lecho de una madre moribunda, y semejante a él, puede continuar el mismo ejercicio piadoso orando por su alma, después que ella ha partido de este mundo! ¡ Cuán consoladora reflexión es la de que el lazo de oro de la oración nos une a aquellos que “duermen en el Señor,” y que podemos hablarles y orar por ellos! Tennyson considera y se expresa así de los sentimientos Católicos: —He pasado la vida, y todas aquellas obras que he hecho, quizá sean aceptables y agradables a Dios, pero como tú ya no me volverás a ver, ruega por mi alma. Más cosas se han obtenido por medio de la oración, que lot que este mundo se imagina. Por tanto, deja que tu voz se alce como una fuente y ruega a Dios por mí, de día y de noche. ¿Porqué los hombres, superiores a los animales que sólo se dirigen por el instinto, no elevan sus oraciones a Dios por aquellos que llaman Amigos suyos? Por tanto el mundo entero debe estar sujeto y atado a los pies de Dios con las cadenas de oro de la oración. | Ah! este pensamiento es el que arrebata a la muerte su aguijón y hace soportable la separación de los ami-