EL SACERDOCIO 9 El sacerdote debe ser un hombre de vasta ilustración y de sólida piedad. “Porque en los labios del sacerdote ha de estar el depósito de la ciencia y de su boca se ha de aprender la ley”. (Malaq. II, 7). El Señor condena a los sacerdotes de la Antigua Ley porque descuidaron el estudio de las Sagradas Ciencias: “Por haber tú desechado la ciencia, yo te desecharé a ti, para que no ejerzas mi Sacerdocio: y pues olvidaste la ley de tuJDios, yo también me olvidaré de tus hijos.” (Oseas IV, 6). “A ustedes, dijo "Nuestro Señor a sus Apóstoles, se les ha dado el que conozcan los misterios del Reino de Dios, y a los demás sólo en parábolas”. Los sacerdotes de la Nueva Ley, como los Apóstoles, son los custodios de los. misterios de la religión. Bien sabemos que el conocimiento del Reino de Dios no se nos ha comunicado por inspiración o revelación. Cristo no nos ha enseñado personalmente como lo hizo con sus Apóstoles. Por riguroso estudio es como adquirimos el conocimiento de su ley o mandamientos. No nos conduce con alas de ángeles hacia el Parnaso espiritual. Solamente es por el camino real de Un diligente trabajo con que podemos lograr llegar a esas alturas, que nos facilitan contemplar el Reino de los cielos y describirlo a otros. Como médico del alma debe estar muy familiarizado con sus diversas enfermedades, y conocer los remedios que deben aplicarse en cada caso particular. Si la sociedad hace con justicia responsable al mal médico de las fatales consecuencias de su impericia, Dios, con más razón, llamará a estricta cuenta al médico espiritual que por una criminal ignorancia, prescribe inoportunos remedios a las almas de los enfermos encomendados a su vigilancia. Como juez de las almas debe saber cuando atar y cuando desatar; cuando diferir y cuando pronunciar sentencia de absolución. Y si nada es tan desastroso para su país como un juez incompetente, cuyas decisiones, que envuelvan la vida o la muerte, son pronunciadas al acaso y no en concordancia con los méritos del caso; así nada es tan maléfico para la república cristiana como un sacerdocio ignorante, cuyas decisiones injustas afectan la salvación dé las almas. El abogado que se encarga de sostener ante un tribunal los derechos de su cliente, está obligado en conciencia y por honra, a estudiar el caso dé éste con toda diligencia^ y a defenderlo ante el jurado lo más elocuentemente que