’ebrero REVISTA EVANGELICA 105 ■s del Estado, dice, entre otras ■>sas, que nadie "tiene derecho ■e pretender que el Estado no ■ene facultad de enseñar los Principios de la creencia que tiene consagrada como suya.” Se sabe que hasta ahora el principio del laicismo era el que se habia impuesto, y parece querer dejarse de lado. En la Provincia de Córdoba, igualmente la acción del clero lesiona la libertad de conciencia, al hacer violencia al alumnado no católico, como lo prueban con harta elocuencia los casos citados por el señor L. Viti, en el “Estandarte Evangélico.” En la provincia de Buenos Aires, Igualmente el clero se ha introducido en las escuelas y en Cnel Dorrego — por lo menos — también se ha hecho una presión escandalosa sobre los niños e-vangélícos. Y en la misma Capital Federal, ¡os pastores evangélicos han debido elevar una protesta por un caso análogo. Y sin duda, en los lugares más apartados, la presión clerical es mayor aún. Pero, preguntará alguien, ¿por qué hablar de persecución religiosa? Sencillamente porque conocemos los procedimientos del Catolicismo de nuestros países. Ya no más en Buenos Aires un alto dignatario de dicha Iglesia, hablando por radio, dijo refiriéndose al Templo Metodista Central de la vecina orilla: "Hay que clausurar el Templo de la Calle Rívadavia, porque en él se niega ^Dios y se enseña el comunis-■D.” Evidentemente, la razón ín-■;ada es falsa. Y eso nos hace ■, que si estuviera en su poder ya habría cerrado ese importante lugar de predicación. Y precisamente, desde el Congreso Eu-carístico, el clero ha afianzado posiciones en las esferas oficiales, ya que no en el corazón del pueblo; y eso es lo peligroso; eso es lo que coloca a las Iglesias e-vangélicas de la Argentina al borde de la persecución. El momento, por lo tanto, es grave. Si la persecución se desencadenara allá ¿quién puede afirmar que no venga acá también? Ante esta posibilidad es que hablamos mientras tenemos libertad para hacerlo; y vayan en estas palabras a nuestros hermanos en la fe. de la nación hermana, nuestra voz de alerta y de aliento. ¿Cuál debe ser la actitud de los evangélicos una vez colocados en presencia de la persecución? 1. Es menester obeaecer a Dios antes que a los hombres. Será necesario estar dispuestos a sufrir por Cristo y aún a morir por su causa. Estamos seguros que nuestro pueblo sabrá reeditar el heroísmo de nuestros padres, y que estará dispuesto a sellar con su sangre la fe en Jesús. No habrá menos heroísmo en los discípulos de hoy que en los del siglo XVI por ejemplo. Volveremos a morir por nuestra fe. 2. En obediencia a Cristo, y para bien de nuestra vida espiritual, no hemos de permitir que el odio hacia los perseguidores anide en nuestros corazones. Tendremos que amarlos profundamente y “orar por los que nos persiguen y ultrajan.”