For le Dre. Jotefine Silva Una joven afirmaba delante de un grupo, que se sentía dichosa porque profesaba amor a todos y todos la amaban. No podía explicarse que existiera algún desdichado en el inundo. Cuando Iba al campo aplaudía jubilosa las obras de Dios y sentía Intensa alegría por la vida. Cuando estaba en la dudad, se encantaba encontrando en cada acto, el simbolismo de Dios. Y, ¿por qué no experimentamos todos idénticos sentimientos? Preguntaba cierta vez un filósofo a sus alumnos: ;Cuál de los bienes es más deseable en la vida? Cada alumno contestó de acuerdo con sus propios criterios: “La salud", dijo uno; "las riquesas”, agregaron otros; “el saber", afirmaron varios. Llegado su tumo al último, dijo: “Poseer un corazón bondadoso." "Efectivamente" dijo el profesor. “Tú en cuatro palabras has concretado la verdadera satisfacción, porque quien posea un corasón bondadoso, es decir, buenos sentimentos y espíritu jovial, vivirá contento con su suerte, se satisfará con poco, será buen amigo, buen vecino, y comprenderá claramente lo más conveniente para su real y perdurable regocijo." El amor propio, la avaricia, el egoísmo y toda pasión insana no halla sitio adecuado en el reino de la verdadera felicidad. Sólo los que estén limpios de corazón vislumbrarán lo bueno, pues sólo una mente pura, sana y transparente, será capaz de ver y disfrutar de cuanto bello hay en el mundo exterior. Cada idea prohibida, equivocada, cada acción perversa, confunde la visión mental o no deja advertir con claridad lo maravilloso del mundo exterior. Utilizando el colirio de los correctos pensamientos, debemos eliminar de nuestras vidas las molestas telarañas. Abundan los que, al esforzarse en la adquisición del deleite y la utilidad egoísta, van acumulando telaraña tras telaraña, hasta perder por completo su verdadera visión espiritual; reservando solamente sus pensamientos y malas acciones, tras los que todo se les presenta bajo el prisma de su desmedido egoísmo. Si por el efecto de las telarañas de nuestro desánimo o pesimismo no podemos contemplar una puesta de sol, si por incontinencia de nuestro espíritu o por egoístas cuidados no sabemos comprender la sabiduría que se concentra en un pedacito de césped, en el pétalo de una rosa, en las plumas de un ave, en las alas del insecto, en el centellar de una estrella, en el brillo de un diamante, en la pureza de una perla, o en el perfume de una fruta, habremos perdido la satisfacción de conocer la vida y de encontrar en nuestros semejantes las virtudes de sus espíritus, las perfecciones de sus caracteres, las bellezas de su manera, el encanto de sus cualidades. Los jóvenes de carácter apacible, que dondequiera van sembrando la calma, la esperanza, la razón y la comprensión, aportan su óbolo paar aligerar el peso que sobre el mundo colocan quienes, con el rostro huraño y la voz parecida a graznido de corneja, nos incitan a disponernos para la otra vida sin permitirnos ni una sonrisa para al actual. En cierta reunión aparecieron dos jóvenes casadas y casi de la misma edad, que habían cecido juntas y se conocían muy de cerca, y a quienes el grupo también conocía. De momento provocaron el siguiente comentario: ¿Verdad que P es más bonita que L? Y un señor de edad madura, muy observador, contestó: Sí, es verdad, pero la sonrisa llena de esperanza, el espíritu limpio y sincero, las maneras tiernas y sencillas, la inocencia de L, le dan un sentido distinto de la belleza que conserva F, porque la belleza exterior de ésta no está en armonía con su vida interior llena de envidia, egoísmo y maldad. La belleza que perdura es la del lama. Necesitamos jóvenes de una vida interor sosegada y feliz, para que reflejen en los demás esa grata influencia. —“La Voz Bautista" 41 IL HOGAR CRISTIANO