I I' I :N|I '...r CUENTO DE LOBOS En las cabañas, cuando es invierno, cuentan cuentos las viejas al amor de la lumbre; escápanse los tales por la chimenea, cabalgando en el humo, y vanse al bosque; pero el bosque está frío, y los lances narrados por las abuelas" se convierten en témpanos de hielo que cuelgan del ramaje desnudo. Callados se están e inmóviles mientras duran diciembre y enero; pero al primer sol de la primavera temprana déshiélanse y dejan escapar las palabras que dijeran hazañas estupendas. Entonces por los bosques revolotean las consejas, pero sólo los poetas las oyen. Yo oí una primavera este cuento de lobos: Eranse que se eran cuatro lobos, lustrosos de pelaje, que su buen diente y mejor astucia nunca dieron lugar a escaseces en el mantenimiento, de esas que despeluznan la piel y afinan los huesos. Carretera abajo iban camino de su guarida una noche de eneroT^ciara como un diamante. —Hace frío, dijo el lobo más viejo, sacudiendo la pelambre, para dejar caer las saetillas de escarcha que en ella se prendían. —¡Frío!—dijeron, como un eco de tres voces, los otros tres. La carretera parecía* sembrada de polvo dé estrellas, y los olmos de la cuneta pintaban sombras quietas y recortadas, el cielo era luz y la tierra espejo, y entre cielo y tierra paseaba la señora Luna su rostro enyesado lleno de ironías. Pasaron el puente: el río lloraba porque» los álamos de la orilla se habían quedado sin hojas. Más allá del puente se alzaba una ermita, y junto al pórtico crecía un ciprés. La Virgen velaba.en su hornacina, mirando .un \ lucero que brillaba en el aire. Del pórtico, al paso de los lobos, suscitóse un sonido: era como una voz queda y quejumbrosa. —¿Habéis oído? —Es la voz de la noche. Volvió a sonar la''queja más aguda, como cristal que se quebrase. —Algo se mueve debajo del cipré$. __________________ —Acerquémonos. —¿Será un cordero? Era una niña. Es de advertir que aquella noche iban los lobos hartos. * ♦ * Bien-Hallada creció en la guarida de los lobos plácidamente, como si perdurase sobre su espíritu la calma de aquella adamantina noche de enero. Tenía el peló oscuro con reflejos azules, como las sombras que pinta la luna sobre la nieve, y tenía el mirar contemplativo como la Virgen de la hornacina. Los padres lobos, hablando de ella, cabeceaban or-gulíosamente. —Es morena, decían, como espiga madura. —-Y'han nacido-colores en su rostro, como amapolas en campo de trigo. —Y suena su Voz como el agua que corre. —Y cuando se ríe es como si de noche saliera el sol. —¿Habéis visto una chispa- que se enciende en sus