4 EL PURGATORIO Y LOS SUFRAGIOS en una colecta que mandó hacer, doce mil dracmaa de plata, las envió a Jerusalén, a fin de que se. ofreciese un sacrificio para los pecados de estos difuntos, teniendo como tenía buenos y religiosas sentimientos acerca de la resurrección. Pues si no esperara que los que habían muerto, hubieran de resucitar, habría tenido por cosa superfina e inútil el rogar por los difuntos... Es, por tanto, un pensamiento santo y saludable el rogar por los difuntos, a fin de que sean librados de las penas en que hayan incurrido por sus culpas.” (II Mac. XII, 4S, 46). Estas palabras son de tanto peso, que los comentarios por mi parte no las esclarecerían más. Ellas sirvieron de piedra de escándalo a los reformistas. Hallando que no podían por ningún medio debilitar la fuerza del texto, arrojaron impíamente al mar los libros de los Macabeos, a la manera del hombre que hace desaparecer el testigo hostil o como los Judíos que buscaban a Lázaro para matarlo, por miedo que su resurrección fuera un testimonio que favoreciera a Cristo. Pretenden que los Libros de los Macabeos son apócrifos, y estos tienen sin embargo la misma autoridad que el Evangelio de San Mateo o de otro libro cualquiera de la Biblia; porque la canonicidád de las Sagradas Escrituras descansa únicamente sobre la autoridad de la Iglesia Católica, que las proclama inspiradas. Pero aun admitiendo, en gracia de argumento, que los Libros de los Macabeos no tuvieran títulos para ser colocados entre los libros canóhicos de la Sagrada Escritura, ninguno, al menos, ha negado nunca que sean verdaderos monumentos históricos, y, como tales, que sirvan para demostrar que entre los Hebreos prevaleció la práctica, que hoy existe entre nosotros, de ofrecer por los muertos oraciones y sacrificios. 2. Cuando Nuestro Salvador, el Maestro de la Nueva Ley, apareció en la tierra, vino a arrancar aquellas ,es-crecencias que se habían desarrollado en el cuerpo del código eclesiástico de* los Judíos, y á purificar la iglesia ju-- día de aquellas tradiciones humanas que, en el curso del tiempo, vinieron a ser zizafia mezclada con el trigo de la sana doctrina. El condenó, por ejemplo, a los fariseos porque prohibían hacer obras de caridad en el día sábado, y en el capítulo veintitrés de San Mateo cita contra ellos una , larga lista de innovaciones en doctrina y en disciplina,. ¿Pero reprendió el Señor a los Judíos porque creyeran en la existencia de un lugar intermediario o porque